La leyenda de dos dragones

Por allá por septiembre de 2020, mi streamer favorito, Joseph Anderson, comenzó a jugar  Yakuza 0 por la insistencia de sus seguidores en Twitch. Y por mucho que sea mi streamer favorito (aunque, para ser sincero, no es que haya mucha competencia) me daba lata pensar que iba a jugar un videojuego al que le tenía mucho recelo. Y este injustificado recelo comenzó por allá por 2007, cuando, pensando que los Yakuza eran un spin off de los Grand Theft Auto -ya que en estos también sale una mafia bajo el mismo nombre y en mi ignorancia no sabía que era, en efecto, el nombre real de la mafia japonesa- me encontré, en vez de un juego desenfadado que iba sobre disparar y atropellar a transeúntes inocentes, con una historia densa -o lo que para mí en aquella época consideraba como tal- sobre el bajo mundo del crimen y la traición. Fui repelido rápidamente por sus eternas cinemáticas -algo curioso dado que es el Yakuza con las cinemáticas más cortas de toda la franquicia- sólo subtituladas al inglés y un mood con los pies mucho más en la Tierra que lo que esperaba tras pensar que sería un GTA más.

Bueno, haciendo fast forward a 2020, terminé viendo los primeros streams de Joseph Anderson jugando a Yakuza 0, una de las entregas más aclamadas de la saga y en parte por la facilidad que tiene Anderson para hacerme reír y por la mezcla excelentemente llevada de humor y seriedad y personajes que bien podrían pertenecer a cualquier shonen de animé tuve que dejar de ver el juego y comenzar a jugarlo por mi cuenta. Ciento y tantas horas después había acabado una de las mejores experiencias que me ha dado el medio, asegurándose un puesto en mi top cinco de juegos favoritos en backloggd (síganme) y llevándome a jugar todos y cada una de las entradas principales en menos de un año, porque así de genial soy.

Viví el éxtasis de la burbuja económica de Japón en los 80s, la caída de Kiryu por su lealtad a gente que no la merecía, siendo mi corazón completamente destrozado por Yakuza Kiwami al ver en qué se había convertido el Dragón de Dojima, uno de los personajes del videojuego que más quiero, pasar 10 años en la cárcel, viendo morir a la mayoría de sus seres queridos y rehusándose a morir sólo gracias a la única luz que quedaba en su vida, la pequeña Haruka. Luego pasé por la tremenda decepción que fue Kiwami 2, siendo lo único destacable Ryuji Goda, el villano principal y probablemente el mejor archirrival que ha tenido Kiryu y que nos brindó la joyita de frase “Un hombre de verdad debe ser un poco estúpido” y Kaoru Sayama, una renombrada detective reconocida por sus implacables métodos para combatir al crimen organizado y que terminaría siendo el interés romántico de Kiryu.

Aunque sea una opinión impopular, Yakuza 3 se convirtió en mi segunda entrega favorita de la saga y revitalizó mis esperanzas tras dos juegos que no me convencieron del todo, que estuvieron lejos de la genialidad que fue Yakuza 0. Ver a Kiryu en el que probablemente fue el mejor momento de su vida, al menos desde por lo menos los eventos acontecidos en la primera entrega y el amor eterno que tenía por los niños del orfanato era justo la positividad que necesitaba en ese momento. La cuarta y quinta entrega mantuvieron más o menos el mismo nivel, siendo mejores y peores a la vez cada uno. Luego, de nuevo alerta de opinión impopular, Yakuza 6: The Song of Life se convirtió en mi tercera entrega favorita quedando sólo un poco detrás de Yakuza 3 por su final, el cual nunca me acabó de convencer.

yakuza

El paso de la batuta

Los fanáticos de la saga sabemos que la sexta entrega suponía el adiós definitivo de Kiryu, y los aún más fanáticos sabemos que el intento de no depender sólo de Kiryu de parte de Ryu Ga Gotoku comenzó con Yakuza 4, siendo el subtítulo original en Japón El Sucesor de la leyenda. Y aun ahora con Like a Dragon Infinite Wealth, cuatro entregas principales después, queda en evidencia la imposibilidad de la franquicia de despedirse por completo del Dragón de Dojima, aunque ahora no estoy del todo seguro.

Nada garantiza al cien por ciento que Kiryu no volverá de alguna forma en las siguientes entregas, pero lo que sí es seguro es que la batuta protagónica ya fue pasada a Ichiban Kasuga, el carismático nuevo protagonista que temo sufra algún tipo de desorden mental, algo que, imagino, los creadores usaron como justificación para que el juego pasara de ser un brawler con elementos RPG a un RPG mucho más clásico, con combates por turnos, mecánicas de trabajos, fortalezas, debilidades a ciertos elementos y toda la pesca.

Es evidente que Kasuga ha llegado para quedarse, para muchos supera en todo sentido a Kiryu como protagonista y puedo entender el porqué, por muy en desacuerdo que esté. La verdad es que siento que Ichiban fue hecho de una manera en que sea querido por los fans, pero hasta el punto que llega a ser excesivo y ridículo. El tono de los juegos también ha cambiado y, aunque sigue equilibrando el humor bizarro con la seriedad de un drama criminal, la balanza se ha decantado fuertemente por el humor y, como mencioné, estas alucinaciones que tiene el protagonista… digamos que no me sientan del todo bien.

El cambio a un combate por turnos tampoco me gustó para nada. No soy un gran fan de este tipo de sistemas de combate y aunque sean bien llevados como en la franquicia de Shin Megami Tensei pueden mantenerme interesado por sus casi cien horas de duración, no es el caso con Yakuza 7: Like a Dragon ni Infinite Wealth. Éste último limó muchas asperezas que tenía el combate en la séptima entrega, aunque a cambio tuvo una historia muy inferior no sólo frente a su precuela, sino a la saga en general.

Probablemente nunca llegue a terminar la gran despedida de Kiryu, pues la historia de Kasuga en esta entrega más el excesivo fanservice por el lado del Dragón de Dojima me hartaron al punto en el que no pude reunir las ganas para seguir jugando, por mucho que quiera ver cómo se cierra el último capítulo de Kazuma Kiryu y de probablemente todos sus compañeros: Goro Majima, Taiga Saejima y Daigo Dojima.

Aunque seguramente lo que más extrañaré es ese elemento campy de shonen donde se puede ver literalmente a los personajes emanar una especie de aura cuando comienzan a pelear en serio y las grandes batallas comienzan con una cinemática épica donde ambos contrincantes se enfrentan por un breve momento antes de tener un freeze frame donde sale el nombre y título del rival al que nos enfrentamos. Y aunque esto siga existiendo en las últimas dos entregas de la saga, no es lo mismo pelear mano a mano en un estilo brawler que nos hace sentir que somos parte de la epicidad del momento que cambiar de este momento del ápice de la hombría a un combate por turnos con un equipo detrás y habilidades especiales jocosas que le quitan toda la ridícula seriedad a los combates.

Sin mirar atrás

De verdad es una lástima perder una de tus sagas de videojuegos favoritas por un cambio de enfoque y por tratar de llegar a un público más amplio y en el sentido más pragmático, Ryu Ga Gotoku, el estudio detrás de los Yakuza, lo ha logrado por todo lo alto. De hecho ahora con Infinite Wealth han cambiado el nombre de la franquicia por Like a Dragon para que coincida con el nombre que tiene en Japón y no puedo verlo sino como un movimiento completamente acertado dados los cambios que han hecho, pues definitivamente esta ya no es la saga que tanto amé, así que por mi parte le he de decir adiós. Yakuza ha muerto, larga vida a Like a Dragon.

kofi

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