No dije catfishing

Estos últimos meses han sido… extraños. He tenido muchos altos. Altos que no he tenido desde hace años, diría sin temor a exagerar. De hecho, no fue sino hasta principios de octubre que publiqué aquí mismo en HyperHype un artículo sobre cómo fue mi proceso que comenzó con darme cuenta de los patrones autodestructivos que estaba siguiendo desde hace ni siquiera sabría decir cuánto tiempo que tanto daño me hacían, especialmente considerando que además tengo depresión. Pero describirlo como una espiral descendente en la que me fui hundiendo lentamente sin darme cuenta por, fácilmente, más de un año sería, quizás, la forma más exacta del cómo podría describirla.

webfishingLa cuestión es –y para no alargarme eternamente, que al final aquí vine a hablar de jueguitos– que salir de este patrón me ayudó como nunca imaginé que lo haría; he tenido más ánimo, más creatividad, he vuelto a disfrutar de cosas tan simples como escuchar música, pero a la vez, después de estar tan mal en el trabajo por mi pobre rendimiento –por culpa de esta misma falta de ánimo, en su mayor parte– pasé a estar mejor considerado y a tener más responsabilidades en éste –por el mismo sueldo, claro–. Así que he estado mucho mejor anímicamente, pero también mucho más estresado. Por lo que un juego chill en el que no hubiesen objetivos me venía de perilla en estos días y aquí es donde hago la conexión con Webfishing, que es mucho más de lo que esperaba de él y, a la vez, un poco menos.

Un inciso sobre lo wholesome
Webfishing se presenta como el juego cozy y wholesome de turno, como tantas decenas de juegos lo hacen todos los años, especialmente en el ámbito más indie de la industria. Y si bien no siento que un juego así le venga mal a nadie en algún momento u otro de su vida –como es éste en mi caso–, sí creo que su abundancia y el precedente que han ido estableciendo a lo largo de los años, desde al menos Stardew Valley, han hecho que su público objetivo exija a todo juego que posea cierta estética o ciertas mecánicas de juego que sea wholesome, lo que implica que no posea ningún punto narrativo que pueda gatillar ningún tipo de trauma o que desafíe al jugador con tramas o personajes moralmente complejos. Se espera siempre lo buenista, lo sanito, la sopa de pollo para el alma, si me permiten traducir literalmente el dicho anglosajón.

Y, como en todo, consumirlo™ en medidas razonables no es dañino, pero si se busca lo wholesome siempre, el jugador se cerrará a ser puesto a prueba, a interactuar con una obra más allá de la autocomplacencia; llegando al punto en el que no se diferencia mucho de consumir pornografía constantemente, sin la adicción, las posibles desviaciones y los problemas para mantener una sexualidad “normal” que ésta última implica, claro está. Con todo esto dicho, no creo que el problema yazca necesariamente en las obras wholesome en sí, no en la mayoría de los casos, al menos, sino en los jugadores que los consumen™ irresponsable o únicamente, sin ver qué más tiene que ofrecer éste u otros medios de entretenimiento. Y Webfishing no se regocija demasiado en lo sanito, sino más bien es un subproducto de su premisa, la cual he de explicar (¡por fin!) ahora.

Pesca, buena compañía y ¿grindeo?

Webfishing es, aunque suene difícil de creer, un juego de pesca –aquella mecánica que tanto adora internet, quizás más aún que el poder acariciar al perro y quizás sólo siendo superada por el parry– como gran mecánica principal y loop jugable. Con el añadido y, de nuevo, no me van a creer, que se juega por internet, más específicamente a través de la creación de lobbys públicos o privados con distintos filtros –como marcarlos exclusivos para gente mayor a los dieciocho años (la advertencia más inútil de la historia de internet). Así como también se le puede cambiar la cantidad de gente que puede acceder y si puede funcionar con mods o no.

Yo partí sabiendo sólo cuatro cosas: que la estética sería lowpoly, que incluiría personajes con un deje visual a Animal Crossing, que sería un juego de pesca y que sería online. Cuando inicié el juego me enteré que estaba separado por lobbys y no por algún tipo de asignación automática (para que vean lo mucho que sé de matchmaking). Entré a un servidor chileno, algo que ya de por sí no esperaba encontrarme. No sabía hacer nada; no sabía que podía modificar mi personaje hasta que vi a los variopintos avatares del resto de jugadores; no sabía cómo recargar mi carnada –ya que uno parte con cinco gusanos, que es la versión más básica de este recurso– hasta que una jugadora amablemente me cedió un objeto de su inventario que crea una fuente de carnada –que mucho más adelante sabría dónde encontrar por mí mismo en la isla y que se encuentran repartidas en distintos lugares de la isla, para así no tener que volver a molestar a nadie cada vez que me quedase sin carga –y es que los cinco gusanos se van rapidísimo–.

Entre todos los miembros del servidor me explicaron todas las dudas que me iban surgiendo, sin ningún tipo de condescendencia o molestia ante los novatos que tanto se ve en los juegos online y que con el tiempo me ha ido generando cierto recelo a los desconocidos, siendo una de las razones principales por las que evito este tipo de juegos a menos que tenga la opción de jugarlos con amigos. Pero fue una gran primera experiencia, tanto que no me di ni cuenta cómo pasé casi tres horas sólo pescando junto al resto de jugadores, todos parados en el puerto principal de la isla. Yo celebraba cada pez nuevo que aparecía, no por un impulso coleccionista como si se fuese llenando un catálogo a lo Dredge –y si es que, efectivamente, existe uno, no lo he encontrado aún– sino por la pura emoción de ver qué me deparaba el juego.

Dentro del juego sólo se puede conversar a través de un chat escrito y, si estás lo suficientemente cerca del otro jugador, puedes escuchar su voz, la cual suena en un punto medio entre un personaje de Animal Crossing y de Undertale y cuya tonalidad y cadencia se puede modificar entre los diversos menús del juego –entre los que se incluye una mochila donde se puede modificar la apariencia del personaje, un título, la voz, entre otros; la carnada y el anzuelo; los accesorios cuya utilidad varía ampliamente según cada objeto; una rueda de emotes y un modo de cámara libre, el cual poco no he usado para tomar fotos, sobre todo del grupo mientras estábamos de chill, pescando y ocasionalmente alguien tocando la guitarra.

¡Y es que se puede tocar la guitarra! Y no sé cómo funciona realmente, porque todavía no he podido desbloquearla; apenas soy nivel once –y aquí es donde pronto comenzaré a hablar sobre el grindeo, seguramente o por no tener el nivel suficiente o por no comprar los accesorios anteriores necesarios no he podido desbloquearla. Pero yo, en un comienzo, pensé que sólo tocaba canciones predeterminadas que traía el juego, aunque ya me ha quedado más que claro después de escuchar varias canciones, siendo la mayoría de éstas de rock o de animé –ah, la dualidad del hombre– que se puede tocar de forma manual. Y necesito desbloquear esa función, aunque sea para aprender a tocar algo tan básico como el riff inicial de Breaking the Law de Judas Priest, lo mismo con lo que partí en la guitarra real.

El único lado negativo de haber comenzado a jugar con jugadores mucho más avanzados que yo fue ver a estos pescando peces gigantescos como si no fuesen nada especial y verlos con accesorios como la guitarra, que me produjeran todo el FOMO de querer avanzar rápido, dañando la idea principal del juego que es estar tranquilo, ir al ritmo de cada uno, pescando ya sea en el mar o en alguno de los ríos o lagos que se encuentran dentro de la pequeña isla que es Webfishing, juntando dinero para comprar cosas para personalizar al avatar o bien para ir desbloqueando mejoras mientras se van cumpliendo misiones que, básicamente, se van haciendo solas mientras uno juega.

La importancia de una buena comunidad

Aunque sólo sabría nombrar a un manojo de los miembros que forman lo que es ya una comunidad –que incluso formaron un Discord para no perderse el rastro– de la que, espero, ya ser parte en Webfishing, son un grupo con el que quiero seguir jugando. Creo haber tenido una suerte tremenda con ellos, más que nada porque conozco al chileno gamer promedio –y quizás aquí, en parte, es diferente por el tipo de juego que es Webfishing y atraiga a un público diferente– y no me hubiera extrañado encontrarme con un puñado de libertarios amantes de ese humor negro que encuentran chistoso cuando se trata de minorías pero que se pasa de la línea cuando les tocan la religión y, en cambio, me encontré con gente aparentemente de diferentes minorías, con gusto por el humor negro, sí, pero con sensatez –vamos, igual que yo– y, más importante que todo, fans de Hatsune Miku y, más aún, con al menos una camarada comunista.

kofi

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