Quizás sea tiempo para un descanso
Llevas toda la semana haciendo cosas. Sabes que esto hay que terminarlo, aunque no sabes si marcará mucho la diferencia. El futuro siempre es incierto, pero a los demás no parece que les cueste tanto ¿no? ¿Serías mejor haciendo otra cosa? ¿Es buena idea plantearse otros proyectos? Llevas tiempo intentando que salga adelante pero… ¿qué es exactamente salir adelante? Decides, tras un buen rato, que hoy no serás el culmen de la productividad un día más, pero es inevitable castigarse por ello mientras intentas distraerte con otra cosa, con pobres resultados. Bueno, va siendo hora de pausar.
Podemos probar con un juego cozy, de esos que se antojan agradables, cómodos, seguros. Hemos hablado de ellos alguna que otra vez, ¿cierto? Algunos se antojan, eso sí, demasiado trabajo para desconectar del todo. Sí, hacemos tareas de manera repetitiva y no hay que pensar mucho, pero acabamos buscando la forma de optimizar y producir, constantemente. Tal vez sea eso lo que lleva a Ivy Road a plantear un título cuyas tareas son, precisamente, hitos que no exigen ninguna premura. Nace así Wanderstop, un videojuego para descansar.
En este bosque existe una tienda de té. Una ciertamente inusual, como el bosque en sí mismo. El simpático encargado, Boro, decide enseñarnos a preparar bebidas a nuestros particulares clientes, cada uno con sus preferencias. Habrá quien prefiera algo dulce, algo amargo, algo terroso, algo energizante… Por haber, habrá quien prefiera algo que le recuerde a su infancia, o algo que le haga soñar. De hecho, podría haber alguien que prefiera algo que no sea té. Es más, ¿es necesario que quiera algo? Wanderstop es una tienda de té, pero es un lugar de paso y reposo. No hay nada malo en sentarse a hacer la tarea más importante: existir.
Preparar un buen té es simple en forma, aunque es el fondo lo que interesa. Utilizar la gran máquina que protagoniza el centro de la tienda es lo básico, pero podremos añadir hojas de té secadas previamente, calentar (o no) el agua, mezclar frutos de diferentes sabores, etcétera. Estos frutos, de hecho, podemos plantarlos nosotros e incluso podemos generar híbridos, ampliando las variedades con combinaciones determinadas. A menudo basta con una planta, pero siempre podemos replicar las que nos parezcan majestuosas. Al fin y al cabo, tienen un aspecto curioso y quizás queden bien como decoración ¿no?
Pero oye, Boro nos ha echado más manos de las que tiene y seguro que anda sediento. ¿Por qué no prepararle una taza a él de vez en cuando? ¿O por qué no a ti misma? Hasta donde sabemos, eras una gran guerrera, construida en torno a la idea de batallar por encima de todo. Pero asúmelo, te apetece un té calentito. ¡Qué bien sentaría uno sentada en el banco cercano a los pluffins! Pero cuidado, no dejes la taza en el suelo, estos pingüinos cejudos están ansiosos por cualquier bebida y puede que te persigan pidiendo más. Tener a cuatro bichejos con cejas gordotas mirándote mientras haces té a ver si alguna gota cae al suelo es una experiencia… intensa.
A veces está bien parar un poco. Los clientes de Wanderstop suelen querer varios pedidos, pero no presionarán para que se los entregues. Además, el último cliente había pedido algo que pintaba de diez, ¿por qué no disfrutar de un trago tú también? Si no, siempre puedes aprovechar para sentarte sin más, seguro que algún pensamiento te viene a la cabeza. ¡Nada productivo! Esa es la única norma. Puedes barrer si te apetece, pero no es necesario. O quita las malas hierbas, a veces encuentras alguna sorpresa.
También puedes hacer alguna foto si te apetece y colgarla por la tienda, charla con Boro o acaricia un pluffin. Es más, levántate del ordenador, coge un libro y lee un rato entre que preparas un té y otro. Nadie te lo impide ¿verdad? Es una de las cosas interesantes que tiene el libre albedrío, querido lector. Existen algunas “directrices” sociales, pero nadie te dice cómo pasar tu tiempo (más allá del que estás obligado a cumplir para tu supervivencia). Puedes pasarte horas remodelando los jardines del claro alrededor de Wanderstop para que los clientes lo vean más acogedor o puedes preparales un té y seguir adelante.
Lo único de lo que debo advertirte es del cambio. Las cosas no suelen permanecer estáticas. Nunca, en ningún lugar. Siempre hay cambio, es parte de la temporalidad que nos rodea. A veces es una mierda. A veces es emocionante. A veces crees que lo tienes controlado, pero abruma igualmente. No hay que temerlo, hay que saber que pasará y, siempre que sea necesario, hacer una pausa. Hay clientes que vienen, pero igual no vuelven a venir. Se estaba bien con ellos dando vueltas ¿verdad? También se estuvo bien en tantas otras situaciones… Pero bueno, ya es difícil replicarlas, quizás sea mejor buscar nuevas experiencias.
Nada puede impedir que te sientes en un banco y escuches el viento.
Estas últimas líneas quería plantearlas con una voz menos “narrativa” para reiterar, si no se aprecia en los párrafos anteriores, la recomendación de jugar a Wanderstop sin ninguna pretensión en mente. Las decisiones estilísticas de esta crítica han pasado por varios planteamientos para intentar no destripar nada de las cuestiones narrativas. Al final, ganó el “escribe lo que salga tras terminar”. Simple, pero efectivo. Como Boro, o el propio Wanderstop. Aprovecha tu tiempo aquí para reflexionar sobre el cambio, la temporalidad, el dejar cosas atrás y el iniciar nuevas. O simplemente disfruta de un buen rato donde no tener que gestionar nada.
Ivy Road estaba sometido a cierta expectativa: Davey Wreden (The Stanley Parable) y Karla Zimonja (Tacoma), entre otros nombres, son tan llamativos en el mundo indie que colocaba al estudio en el punto de mira de una comunidad que siempre espera el juego más revolucionario de la historia. Wanderstop no lo es. No pretende serlo. Solo pretende cogerte de la mano, sentarte y prepararte un té. Para despedirnos te dejo aquí una pista de la banda sonora. No hay prisa, puedes quedarte todo lo que te apetezca.