El videojuego como reivindicación del pasado y proyección futura
El pasado 28 de septiembre, el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğan celebraba el 482 aniversario de la batalla de Prevenza (1538), en la que el Imperio Otomano infligió una importante derrota a la Liga Santa, liderada por el emperador hispano Carlos V. En una fastuosa celebración cerca del Bósforo, se utilizaron potentes proyectores tridimensionales para recrear este combate naval y ensalzar a los almirantes que comandaron el triunfo contra los “infieles” cristianos. A raíz de tal acontecimiento – cuya recuperación no deja de provocar sorpresa al no obedecer a una cifra más simbólica y redonda, como podría ser un siglo, quinientos años, o un milenio – se publicó un libro sobre tal evento en el que el líder turco reivindicaba el pasado del país como base para proyectarse en el futuro. Semanas después, y como consecuencia de la victoria electoral de Ersin Tatar en la autodenominada República Turca del Norte de Chipre, salió en los medios internacionales el término “Patria Azul”, para hacer referencia al deseo turco de controlar plenamente el Mediterráneo Oriental a costa de Grecia o Egipto. Días después, en el 97º aniversario del nacimiento de la República de Turquía, Erdoğan depositó una corona de flores en el mausoleo del padre de la patria otomana contemporánea, Mustafa Kemal Atatürk y declaró que “con el coraje de nuestro glorioso pasado lleno de victorias, continuaremos caminando hacia nuestro futuro común en unidad, solidaridad y hermandad”. Esta pretensión de expansión territorial y de reafirmación en el plano internacional ha tenido otros precedentes cercanos con la Guerra de Siria, que han servido de justificación a Ankara para reforzar su posicionamiento en Oriente Medio e intensificar su acción contra la minoría kurda de sus fronteras.
Tal y como hemos constatado en anteriores artículos de esta sección, ya sea en el caso indio o norcoreano, a medida que se intensifica el discurso nacionalista y se acude a la evocación de un supuesto pasado “glorioso”, se impulsan todo tipo de productos culturales con los que alcanzar la máxima difusión de los mismos. Desde el Cine, la Televisión, el Arte, la Literatura y, por supuesto, los videojuegos, se elaboran multitud de creaciones con los que reforzar este posicionamiento. Turquía, por supuesto, no es una excepción a esta regla. Es interesante, además, en este estudio de caso observar el intenso papel que la industria videolúdica ha llevado a cabo para acallar también toda voz discrepante hacia estos planteamientos. Varios ejemplos muy significativos los tenemos a raíz del fallido golpe de Estado de julio de 2016, que ocasionó la muerte de casi trescientas personas y, a la postre, el reforzamiento del partido islamista AKP y de su máximo representante. No en vano, se inició una dura purga con el despido de más 130.000 funcionarios y la detención masiva de casi 70.000 personas (mayoritariamente militares, académicos, periodista y seguidores del predicador Fethullah Gülen, al que se culpó de instigar esta intentona golpista).
Para conmemorar la “heroica y ejemplar” actitud de la ciudadanía ante este suceso, el Estado impulsó la creación de la fundación 15 Temmuz Destani (“Épica del 15 de julio”). Al amparo de este organismo, y solo unas semanas después de esta señalada efeméride, comenzaron a desarrollarse – en muchos casos por creadores amateur – numerosos juegos para móviles en honor a los “mártires” caídos. En esta línea podíamos encontrar decenas de título (hoy en día ya borrados de las principales plataformas digitales, como Google Play), que se caracterizaban por su tono irónico, su brevedad y simplicidad gráfica. En Darbesavar (İsmail Yaşar, 2016) aparecía un tamborilero, vestido con los colores de la bandera turca, que se enfrentaba en las calles a los tanques, debiendo llegar en última instancia a la residencia del opositor Gülen en Pennsylvania y acabar con él. Por su parte, en Halk Özel Harekat: Darberatör (Burak Gündüz, 2016), el personaje principal – imitando las mecánicas de Super Mario Bros – tenía que saltar sobre los golpistas para eliminarlos. Otro ejemplo destacado fue Fetö Tokatla (Cineworks Games, 2016), cuyo objetivo principal era ridiculizar – a través de una extrema violencia (abofeteándolo, dándole palazos), lo que provocó su censura – al referido líder religioso. Dejando de lado este género de creaciones, el videojuego más completo y afamado sobre esta temática fue Darbe (U&U Software, 2016), en el que el usuario tomaba parte activa de la multitud, a la que tenía que insuflar ánimos y espíritu de resistencia a través del uso de un megáfono o enarbolando la bandera turca. Con una completa contextualización, que combinaba imágenes y videos reales, permitía al jugador convertirse en un “mártir de la democracia” si no era capaz frenar los movimientos de los insurgentes.
La asociación entre política, nacionalismo e historia en la industria del videojuego turco no es nueva. Uno de los primeros títulos impulsados en Anatolia, Hançer (Future Dreams, 1992), tenía como eje el ascenso del Imperio Otomano. Según el informe Turkey Game Market Report 2019, entre los juegos con mayor número de ventas, aparte de los archiconocidos, se encontraban dos títulos de carácter histórico y de tintes militaristas. El primero de ellos es Nusrat – Battle of Gallipolli (T.C. Gençlik ve Spor Bakanlığı’nın Katkılarıyla, 2018), que con más de un millón de descargas nos permite hacer frente a las tropas británicas y francesas en la famosa batalla de la Primera Guerra Mundial en el estrecho de los Dardanelos. La victoria otomana es uno de los mitos fundacionales de la República turca, ya que en la misma se destacó Atatürk, que a la postre sería el primer presidente del nuevo régimen político. De igual manera que cada año más de dos millones de personas visitan el Parque Histórico Nacional de Galípoli para conmemorar este hito, en la actualidad a estos actos se les une el recrear los escenarios de este cruel episodio de la Gran Guerra mediante un videojuego online gratuito. La tecnología digital al servicio de la exaltación / reconstrucción del pasado del país entre el público en su más pura expresión.
Junto a la representación de episodios pretéritos, la industria del videojuego nacional también ha puesto sus miras en las intervenciones más actuales de sus Fuerzas Armadas, como es el título Adalet Namluda (Rigbak Games, 2018). Se trata de un first person shooter enmarcado en la “Operación Rama de Olivo”, en las que las Fuerzas Especiales turcas ocuparon en enero de 2018 el distrito de Afrin, en el noroeste de Alepo, con el fin de expulsar a los kurdos de esa región. La carga ideológica es muy intensa, ya sea a través de elementos visuales o sonoros. En el tráiler oficial de este título, así como a lo largo de las diferentes misiones, suena constantemente el himno del Ejército turco, con la clara intención de apelar a la emotividad y patriotismo del usuario. De igual manera, aparecen barracas, edificios y tanques con el lema “Hudut Namustur”, es decir, “la frontera es honor”. Como es lógico, este género de producciones tan sesgadas políticamente pueden causar el rechazo de aquellos jugadores no circunscritos a la cultura turca. Una de estas voces críticas fue la de Tolhildan Efrîn en Google Play, destacando que este título era “una vergüenza para la Humanidad” ya que enaltecía una operación militar contra una minoría étnica. Los medios informativos estatales turcos dieron la máxima publicidad a esta incursión en suelo sirio y no dudaron en emplear imágenes del afamado Medal of Honor (2010) para ejemplificar ante la audiencia los enfrentamientos con los “terroristas kurdos”. Un claro caso de manipulación que enseguida fue destapado en diferentes webs y blogs especializados.
Es difícil confrontar esta visión hegemónica, máxime desde Internet. Cualquier producto digital que contradiga el discurso oficial de las autoridades turcas tiene que hacer frente a la todopoderosa Ley n.º 5651 de mayo de 2007. Por medio de la Presidencia de Telecomunicaciones y Comunicaciones se bloquea cualquier página o creación que vaya en contra del Ejército, del sentimiento nacional, que proceda de “grupos terroristas” o difamen la política del país, entre otros delitos (pornografía, corrupción, violencia). De esta manera, desde su entrada en vigor miles de websites han sido eliminadas y numerosos usuarios investigados. Especialmente activa fue esta medida en referencia a los videojuegos que se crearon a raíz de las protestas de un reducido grupo de ecologistas para salvaguardar el Parque Taksim Gezi de Estambul. Este acto, duramente reprimido por la policía, alcanzó una gran difusión en las redes sociales y generó un movimiento social y antigubernamental que se extendió a otras ciudades.
El activismo digital, de la mano de desarrolladores amateurs totalmente contrarios a la deriva autoritaria de Erdogan, impulsó la GeziJAM (2013), en la que se mostró al mundo – el tiempo que lo permitió la censura, hoy en día es imposible acceder – en formato pixelado lo acontecido en Turquía a lo largo de la primavera de 2013. Iniciativas de esta índole prueban que no existe Ley, ni Política ni maniobra administrativa capaz de acallar la cultura contestataria y el pulso de la iniciativa popular. Frente a los gritos patriotas de Adalet Namluda siempre existirá un jugador que anhelará la libertad, ya sea través de sus gritos en las calles o a mediante el manejo de un avatar en un medio digital.
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Serie ‘Videojuegos y Política’