Más pronto que tarde aparecerán en nuestras consolas
Quinientos doce días. Ese es el tiempo exacto que ha pasado desde que la Organización Mundial de la Salud declarara al COVID-19 pandemia. Desde entonces nuestra vida ha transcurrido por unos derroteros que jamás hubiéramos imaginado. Confinamientos, toques de queda, mascarillas, distancia de seguridad, procesos de vacunación masiva, etc. Conceptos que tradicionalmente hemos atribuido a la literatura, al cine o a los videojuegos postapocalípticos o ambientados en un mundo distópico. Porque sí, episodios parecidos han ocurrido en otros capítulos de la historia, pero tendemos a pensar que esas situaciones son propias de una época pasada y que es imposible que sucedan en la actualidad. Pero suceden. Y aunque nos pueda resultar extraño aplicar esas medidas —o al menos nos resultaba en un principio—, lo cierto es que ninguna de ellas era del todo desconocida para la mayoría de nosotros. ¿Cuántas películas versan sobre cómo un virus se ha apoderado del mundo? ¿En cuántos videojuegos hemos tenido que llevar dispositivos que filtran el aire por la presencia de un extraño patógeno? Mi respuesta a ambas preguntas sería: demasiados.
Pero no fue hasta ayer cuando me di cuenta de que aún no había jugado nada relacionado con el COVID-19. Arrastrado por mis amigos, me dispuse a ver Inmune, un largometraje que trata sobre el futuro COVID-23, una variante ficticia mucho más letal que la que nos azota actualmente. La cinta no era gran cosa, la típica peli que pones para matar el rato. Pero me hizo caer en la cuenta de que la industria de los videojuegos no había explotado todavía la situación sanitaria actual. Será por pudor o por respeto a todas las víctimas que aún padecen esta enfermedad, pero lo cierto es que ese momento no ha llegado. Pero llegará, como ya se han explotado innumerables hechos históricos.
¿Cómo serán esos videojuegos ambientados en el mundo del ahora? Barajo dos opciones principales: realistas o fantasiosos. En este último grupo se englobaría la película que os mencioné antes. En ella el mundo del 2024 ha sido arrasado por el COVID-23. La mortalidad por este germen es tremendamente elevada a pesar del confinamiento intransigente que se prologa ya por más de cuatro años. Solo una ínfima parte de la población identificada con una pulsera tiene permiso para recorrer las calles con libre albedrío: los inmunes. El protagonista —una suerte de rider que entrega pedidos por la ciudad gracias a su inmunidad— se ve forzado a conseguir un salvoconducto para su amada, pues ha sido contacto de un positivo y las autoridades proceden a recluirla en una zona especial para infectados. Y bueno, no os cuento más por si os apetece verla. La realidad es que el argumento no es muy original, y el único atractivo real que tiene la cinta es que esa pandemia está causada por un primo —esperemos que lejano— del COVID-19. Es por la falta de originalidad que mientras veía el largometraje lo relacionaba con diversos videojuegos, entre ellos The Last of Us. Con sus diferencias, ambos mundos eran razonablemente semejantes. En especial durante el arranque del título de Naughty Dog, cuando Joel y Tess huyen de una estricta zona de cuarentena en la que los trapicheos y las cadenas de favores juegan un papel fundamental. Personalmente ese ambiente hipervigilado y sazonado con un alto control gubernamental me atrae sobremanera para ambientar un videojuego. Pero no creo que el coronavirus sea una pieza clave de ese puzle, puesto que el patógeno en cuestión se podría llamar de cualquier otra manera. Es por ello que, de crearse videojuegos sobre el COVID-19, me gustaría que fueran algo más serios.
Al final los videojuegos son una plataforma perfecta para dar a conocer historias o eventos reales a través de una inmersión inigualable. Creo que de una u otra manera el medio podría ser el trampolín definitivo para que nos concienciemos de la realidad que nos ha tocado vivir en todas sus facetas. Por una parte, hablo de las consecuencias físicas de la pandemia: falta de recursos, pobreza, muerte, etc. Esto ha causado situaciones de verdadera penuria y desesperación que muchos de nosotros no nos podemos ni llegar a imaginar. Para representar este apartado me viene a la cabeza Valiant Hearts: The Great War, un título que ofrece una experiencia muy emotiva y reveladora sobre la Primera Guerra Mundial. Desde su precioso estilo artístico consigue realmente conquistar nuestro corazón a través de una historia cautivadora y fidedigna. Por otro lado, también se podría hablar de las consecuencias psicológicas de la situación que hemos vivido. Creo que los videojuegos son particularmente buenos transmitiendo este tipo de sensaciones a través de un mundo introspectivo y entrañable. Sobrevivir en un entorno conflictivo durante un confinamiento, las altas dosis de tensión y responsabilidad a las que fueron sometidos los sanitarios, o la agonía de muchos enfermos en los hospitales, entre otros, podrían ser el punto de partida de una historia humana, creíble y respetuosa con las víctimas de la pandemia. Me imagino un videojuego al estilo de Limbo o Gris, juegos no necesariamente realistas pero que sí transmiten un sentimiento o una experiencia real. Siento que tratando el COVID-19 desde cualquiera de estas dos perspectivas el uso de esta tragedia estaría más justificado y no respondería a un reclamo para vender más videojuegos.
El coronavirus ha abierto un nuevo horizonte para las desarrolladoras del sector: les ha brindado un nuevo escenario en el que ambientar sus obras. Estas pueden sacar tajada del morbo que produciría jugar a un videojuego ambientado en un mundo sumido en el caos por el coronavirus —como si no hubiera sido suficientemente dantesco todo lo que hemos vivido—, o podría ser una baza a través de la cual contar una historia que merezca la pena. Tratándose de un tema de rigurosa actualidad por el que incontables personas sufren cada día preferiría que los títulos que fueran saliendo a la luz trataran este tema desde un respeto sin paliativos, evitando parodias o exageraciones. Como ya he dicho antes, si tu videojuego solo busca sacar rédito de la palabra «coronavirus», mejor llama a tu patología de otra manera.