Uncharted: El Retorno de los Ladrones
Hay historias, en todos los formatos narrativos habidos y por haber, a las que vale la pena regresar. Historias, como le dijo Sam a Frodo, que llenan el corazón. Normalmente son historias con un importante valor sentimental en las que conectamos con los personajes, como despedidas entre amigos que se han acompañado durante alegrías y penurias (y a nosotros al otro lado de la pantalla), finales felices que nos dejen el corazón calentito, o caminos de unión personal acabados con una mentira agridulce que no sabemos como nos hace sentir. Como esa que le contó Joel a Ellie en el asiento de un coche. Otras veces, por el contrario, no hay una carga tan profunda en las historias que decidimos revivir, sino simplemente la pureza de una diversión simple y eficaz, y la belleza de lo visual. Y hay ocasiones en las que se combinan ambos factores, en las que un videojuego logra ser apetecible para repetir tanto por lo que nos cuenta como por lo que nos hace sentir apretando los botones. Y ese es caso de Uncharted 4: El Desenlace del Ladrón, aunque no tanto de El Legado Perdido, que sigue valiendo la pena revisitar por eso de la jugabilidad, las mecánicas y el gamefeel, pero que se desinfla enormemente en lo sentimental frente a la cuarta entrega de la franquicia, y más aún cuando lo jugamos juntos como parte de un “mismo juego”. Ambos juegos llegan a PlayStation 5 en una entrega titulada Uncharted: Colección Legado de los Ladrones para seguir la estela de los tan prolíficos remasters, y para darnos una oportunidad de revisitar esta versión ligeramente vitaminada de los últimas aventuras de Nathan Drake y compañía.
Siempre que me siento a jugar, analizar y escribir sobre un título remasterizado me enfrento a la misma duda. “¿Analizo el juego en sí mismo o las novedades/mejoras que aporta?”. Sinceramente, creo que cada vez que me lo he preguntado me he contestado algo distinto, creo que depende del juego. Por un lado, es cierto que el título (o títulos) en cuestión ya se han analizado con anterioridad, que ya se ha dicho lo que tenía que decirse de ellos. Sin embargo, también pienso que, sea novedad o relanzamiento, estoy analizando la obra en sí, y no solo el conjunto de mejoras que lo diferencian del lanzamiento original. Además, habrá mucha gente que no haya probado nunca Uncharted 4 ni su spin-off, y que tampoco haya leído nunca sobre ellos. Así que, en este caso, teniendo en cuenta eso y que se trata de uno de los exclusivos más potentes que pasaron por la cuarta sobremesa de Sony, me he decidido a analizarlo como si se tratara de un juego que acaba de llegar a nuestras manos por primera vez, al que nos lanzamos sin saber qué nos vamos a encontrar. O bueno, a medias, porque, aunque no fueran remasters, hablamos de la quinta y sexta entregas de una franquicia.
Además, seas nuevo o veterano en estos juegos, creo que las novedades técnicas de esta versión son de los datos menos interesantes que pueden reflejarse en una reseña, así que prefiero despacharlos pronto y rápido. El salto a PlayStation 5 se aprecia, más que en cualquier otro aspecto, en la fluidez y casi inexistencia de las pantallas de carga, ya que desde el menú principal apenas tardamos dos segundos en estar a los mandos de la partida. También podemos destacar la posibilidad de “tener ambos juegos abiertos al mismo tiempo”, y saltar de uno a otro en cuestión de segundos sin necesidad de volver a puntos de control, exactamente donde lo dejamos. Por último, en la calidad visual hay algunas mejoras suaves y discretas, y una mejora y estabilización de la tasa de frames.
“Me prometí dejar esa vida”
Uncharted es aventura en el sentido más clásico de la palabra, el que nos evocan a las historias que conectan las edades moderna y contemporánea con todos esos periódos históricos del pasado y todo su misticismo. Aventura de la que te guarda una sorpresa al doblar cada esquina, de tesoros perdidos, ciudades legendarias y paisajes increíbles. Esas cosas que rara vez no gustan o que rara vez cansan. Ambas entregas contenidas en esta colección nos ofrecen aventuras de acción y plataformas que tienen como espina dorsal la búsqueda de tesoros legendarios, normalmente motivadas por asuntos personales que llevan a los personajes a dejarse la piel en la tarea. Naughty Dog siempre ha trasladado estas ideas a la pantalla y al mando con mecánicas de shooter en tercera persona que alterna entre tiroteos, secciones de plataformas, exploración y sencillos puzles.
En estas dos últimas entregas se refina esa fórmula con ese gamefeel tan detallista que ya es marca de la casa en Naughty Dog, con un gunplay muy satisfactorio, y, en general, un sistema de control increíblemente eficiente e intuitivo que convierte el juego en una experiencia fluida, cinemática y satisfactoria para el jugador. Con escenarios muy bien pensados para balancearnos desde una cuerda, caer en medio de un puñado de paredes en ruinas que usar como cobertura y disparar a un par de enemigos, justo a tiempo para volver a saltar y evitar una granada. No nos quedamos con el mismo arma durante demasiado tiempo, agotamos la munición y corremos disparando las últimas balas del arma de mano para coger el fusil de un enemigo caído. Y nada más terminar el enfrentamiento nos ponemos al volante de un todoterreno con el que huir del lugar esquivando derrumbamientos y logrando saltos imposibles. Dinamismo y espectacularidad, esos son los objetivos que mejor describen a la franquicia. Uncharted siempre ha sido el cine de aventuras llevado al mando de una consola, las secuencias de Indiana Jones o La Momia, pero con protagonistas controlados por nosotros. Y con estas dos últimas entregas, gracias al músculo de PlayStation 4 y 5, y al exhaustivo nivel técnico de Naughty Dog, se ha logrado un nivel de espectacularidad que a día de hoy sigue siendo impresionante, seis y cinco años después de los lanzamientos originales, respectivamente.
Uncharted se define por su fluidez y acierto en el ritmo. En la mayoría de las ocasiones, las distintas secciones del juego están perfectamente medidas para dar al jugador los altibajos necesarios, para no saturarlo. Pasamos de un paseo tranquilo amenizado con la charla de dos personajes a una sección “tranquila” de plataformeo que nos lleva hasta una fascinante cámara o edificio en ruinas, dándonos algo de tiempo para la contemplación. Pero no demasiado, no tardaremos en vernos envueltos en un violento tiroteo, y probablemente, poco después, arrastrados a una vertiginosa persecución. E incluso en este último tipo de secuencias, el equipo de Naughty Dog saca a relucir esa creatividad aplicada al gamefeel y el espectáculo puro, con uno de los resultados en el que los videojuegos han estado más cerca del cine y su espectacularidad, sin necesidad de integrar una secuencia cinemática. Con el jugador a los mandos, el juego es capaz de ofrecer una serie de herramientas y situaciones para que sea muy fácil lograr una secuencia de juego en tiempo real que luzca espectacular. Es como si el mando y nuestros comandos se convirtieran en un guión y una cámara de cine de acción. Saltos de un camión a otro mientras las balas vuelan a nuestro alrededor, un forcejeo con el conductor de un jeep para robarle el volante, o un salto en el último momento para engancharnos al brazo de una grúa y ser arrastrado a través de andamios de bambú en una frenética destrucción. Y todo eso, sin perder el control, sin saltar a una cinemática pura. Ese es uno de los pilares básicos de Uncharted, el dinamismo de sus situaciones, y su espectacularidad cinematográfica presente mientras seguimos a los mandos.
El otro es el potente nivel visual y técnico de sus paisajes, escenarios y animaciones. Estos dos títulos nos regalan estampas de un realismo y colorido impresionantes, que da gusto recorrer y observar. Desde ciudades perdidas en ruinas hasta amplios valles que recorremos en coche o a pie, explorando cada uno de sus rincones escondidos en busca de tesoros o restos de antiguos aventureros o civilizaciones aún más antiguas. La belleza de sus texturas, los efectos lumínicos o el realismo de los efectos climáticos conforman un conjunto visual que muy pocos juegos de su generación han podido igualar. Y ese detallismo se traslada también a elementos más sutiles del apartado visual, como las ropas mojadas y manchadas al caer en el barro, o los coches sucios por el mismo motivo y que vuelven a quedar limpios al pasar bajo una cascada. Incluso el movimiento de las correas de cuero que sujetan un arma o los movimientos de Nate o Chloe a los mandos de un coche, utilizando la palanca de cambios de forma realista, son pequeños detalles que sumados logran un realismo visual satisfactorio, que no se reduce únicamente a la potencia gráfica, sino que contribuye a lograr esa sensación cinematográfica.
El corazón de los ladrones
En estas dos entregas, especialmente en Uncharted 4, se hace evidente la influencia de The Last of Us en el trabajo posterior de Naughty Dog, y las relaciones personales de los protagonistas están mucho más trabajadas y profundizadas. Este cambio le da a la franquicia un matiz que no se explotaba en entregas anteriores, y además de todas las persecuciones y tiroteos, además de los tesoros antiguos, nos crean un interés en lo que sienten los personajes, un interés que, de hecho, desplaza la búsqueda del tesoro a un segundo plano. Las aventuras vividas son una consecuencia de las situaciones personales, y los sucesos que provocan hacen mella en las relaciones entre personajes, aportando otro tipo de realismo, y haciéndonos empatizar con ellos mucho más de lo que lo hicimos en las tres entregas anteriores. Las relaciones de Nate con Elena, Sam o Sully se exploran con cuidado, así como los sentimientos y motivaciones de personajes como Nadie o Chloe, haciendo hincapié en su pasado, sus errores y sus debates internos según el momento. No llega a ser un drama humano tan profundo y directo como lo es The Last of Us, pues esto no casaría con el componente cómico y aventurero en el que se basa el juego, pero si que se permite ser más serio y coherente que las entregas anteriores.
De hecho, en Uncharted 4 nos encontramos con un Nate retirado de su vida de cazatesoros, y que se ve obligado a retomarla no por interés en el tesoro en cuestión, sino por motivos personales. Mientras tanto, Uncharted: El Legado Perdido combina en el viaje de sus protagonistas redención personal y superación, muy por encima de la búsqueda de un tesoro y sus riquezas. De esta forma, estas dos entregas de la franquicia son una forma de cerrarla con un giro hacia la madurez y profundización en sus personajes e historias, y un reflejo del viraje del estudio hacia las obras cada vez más personales y centradas en explorar las relaciones interpersonales y los dramas humanos. También son la llegada al techo técnico de la pasada generación, tanto en lo visual como en lo jugable, y nos regalan una de las experiencias de acción y exploración más completas del medio. Sí, Uncharted 4 y Uncharted: El Legado Perdido, salieron hace años y fueron valorados en su día, pero siguen siendo auténticas joyas, y deben seguir valorándose como tal.
Este análisis ha sido realizado con una copia digital para PlayStation 5 cedida por PlayStation España.