Conectar, amar, odiar y temer
Iba sobre nosotros. Siempre fue sobre nosotros y nuestras cosas. Sobre lo que queríamos y lo que temíamos. Todo lo demás no era más que un simple escenario, una parafernalia y un decorado sobre el que trabajar. Un lienzo, no en blanco, sobre el que plasmar un relato. Tal vez un sustrato super vitaminado en el dejar germinar una historia contundente que, tal vez de otra manera, no hubiera llegado con tanta fuerza. O quizás, en otro marco más adecuado, hubiera cobrado aún más fuerza. ¿Quién sabe? La realidad es que seguimos hablando (y no solo por la serie de HBO) de una obra que nació en 2013. Diez años después, sigue siendo un nombre en boca de la comunidad y, le pese a quien le pese, eso no lo consigue una obra mediocre. Ha habido altibajos, claro, como es natural, y no siempre ha sido el tema de moda a lo largo de esta década, pero nunca ha caído en el olvido. The Last of Us es, sin ninguna duda, una de las grandes historias de este medio. No solo de su generación o de la década, sino del medio en general. Además, inherentemente, ser una de las más grandes historias de un medio la convierte en una obra importantísima de la narrativa audiovisual, en general.
¿Por qué es tan importante? ¿Por qué caló tanto cuando hay tantas otras historias postapocalípticas plagando todos y cada uno de los medios? ¿Por qué tanto impacto si estas historias copan películas, series y videojuegos como zombis en una ciudad vacía? Pues porque es una historia de personas (y sí, lo sé, esto ya lo ha dicho mucha gente). Y esto, en los videojuegos era (y es) más raro de ver, aunque en otros medios sea habitual. Es una historia llena de pequeñas historias con las que podemos conectar, llena de personajes a los que podemos querer y odiar. Y sentimientos tan fuertes apegan cualquier obra a su público, y al colectivo de la cultura popular. No son historias mediocres ni que dejen indiferentes. Y hablo tanto de los videojuegos desarrollados por Naughty Dog como de la serie de HBO, porque, aún con sus diferencias e interpretaciones, comparten un corazón: hablar de nosotros.
Antes de seguir leyendo, ten cuenta que este texto contiene spoilers.
Lo hace explícitamente, porque, ¿a quién no le iba a gustar un rancho de ovejas en la Luna? ¿Quién no querría aislarse de un mundo de mierda (sin necesidad de que lo pueblen zombis fúngicos) y vivir amando y cultivando fresas? Joder, si creo que todos hemos pensado en montar una comuna hippie con nuestros amigos en algún momento… Y no ha hecho falta el Cordyceps para ello. ¿Quién no querría mudarse a un pueblecito idílico y autosostenido para dejar de luchar y dedicarnos a aprender a tocar la guitarra? ¿A quién no le va a gustar? The Last of Us habla, por encima de todo, sobre los deseos y los miedos de la gente. Y, cuando el mundo se empeña en no dejarte vivir, esos deseos se vuelven casi primitivos. Se vuelven esenciales y primarios. Una vez que bajamos a ese nivel es mucho más fácil conectar, todos compartimos una raíz común, y unos anhelos básicos, sea cual sea nuestra filosofía. Sin importar cuáles sean nuestros sueños más elaborados, estos últimos alimentados por los constructos sociales más que por nosotros mismos. Yo nunca he soñado con tener un rancho, ni nada que se le parezca. De hecho, probablemente yo sería un absoluto desastre en una vida tan rural. Sin embargo, cuando estoy metido en la historia que me quiere contar The Last of Us, cuando conecto con Joel, yo también deseo ese rancho de ovejas en la Luna.
Creo que ese es el secreto de The Last of Us, la capacidad para la reducción y la simplificación a lo más primitivo y visceral, la reducción a la esencia más primaria y pura del ser humano. Para lo bueno y para lo malo. Cosas con las que es fácil conectar, cosas que es fácil amar u odiar, pero nunca ignorar. A veces, incluso, cosas que en algún punto odiamos y luego llegamos a amar, como ocurrió con toda la dinámica Joel/Abby/Ellie. Creo que todos la odiamos cuando alzó ese palo de golf. Joder, estaría mintiendo si dijera que no sentí más que rechazo y hastío cuando el juego me puso a los mandos de “esa asesina despiadada” a mitad del juego. Pero fue solo para descubrir, al cabo de un rato, que también era muy fácil querer a Abby. Y para descubrir que nos pasamos un juego entero queriendo a “ese asesino despiadado”. Ya lo sabíamos, en realidad, todos lo sabíamos. Joel era una persona sin escrúpulos, lo sabíamos desde que observó impasible la muerte de un hombre rendido en un callejón, a punta de pistola. Sin embargo, The Last of Us supo cocinar todo eso, supo plantearnos un mundo de matar o morir, y lo que es mucho más importante, supo hacernos ver el porqué de Joel, y supo hacernos conectar con una faceta de él mucho más impactante: la de las cosas que más deseaba, un rancho de ovejas en la Luna o ser cantante. Y también supo hacernos conectar con lo que más temía: volver a perder una hija. Y estando en ese punto, disparamos a ese cirujano sin pararnos a pensarlo, creo que todos lo hicimos. No nos paramos en pensar en su historia y sus miedos hasta que mucho después se nos reveló una verdad terrible, y es que ese cirujano también tenía gente que no quería perderlo. Pero en ese tiempo no era nuestro problema, nuestro problema y nuestra conexión estaban con los miedos y deseos de Joel. Quería sacar a Ellie de esa camilla, por encima de encontrar una cura para la humanidad.
Es cierto que hay trampas por el camino, podríamos haber disparado a una pierna o un brazo. Podríamos incluso no haber disparado en absoluto. Pero, al final, cuando un autor quiere contar una historia, esa historia debe estar conducida. Ya sea por raíles más o menos flexibles, dependiendo del medio y el género, pero siempre estará guiada en mayor o menor medida. Naughty Dog quería contarnos una historia en la que un hombre (volvía) a convertirse en bestia para poder salvar lo que no pudo salvar en el pasado. Aunque fuera en una acción egoísta. Y yo quería que lo lograra. No sé con que enfoque lo vio cada uno, pero cada vez que vuelvo al juego. Al igual que me pasará cuando lo vea en la serie, yo no pensaba con la mente fría y racional. No me inclinaba hacia ese sacrificio en beneficio del total de la humanidad. Yo quería la felicidad de Joel, porque era con quien había conectado. Y, de cualquier manera, ambos casos requerían un sacrificio, y en ambos casos en beneficio de la humanidad, porque al final es el concepto principal de toda la obra. En una alternativa se salvaría la humanidad como especie, en la otra se salva la humanidad de Joel. Si él hubiera perdido a Ellie en ese momento, su humanidad se hubiera ido con ella. Vamos, como casi se escapa la de Ellie cuando su padre muere.
Al final, todo trata sobre los deseos y los miedos. No es algo demasiado elaborado, es más bien simple. Porque es lo último que queda de nosotros cuando todo está al límite: miedos y deseos. Frank, Bill, Ellie, Joel, Marlene, Tess, Tommy, María… Todos ellos, esencialmente, temen y desean. Apenas tienen tiempo para nada más, y todo su desarrollo, sus vidas y su papel en la obra orbitan en torno a esa idea. Ya sean fresas frescas, un rancho de ovejas en la Luna, o perder a un padre o a una hija, lo último que queda de nosotros son los deseos y los miedos.