Vamos a necesitar un cementerio más grande
“Juego muerto” suele decírsele de forma derogatoria a juegos online cuyos días de auge están lejos y su base de usuarios activos simultáneamente ha disminuido considerablemente. El gamer, con sus permanente necesidad de tirar hot takes, suelta el término “juego muerto” a títulos que aún tienen mucha actividad, pero que él, como ente magnánimo dentro de la industria, ha perdido el interés en éste y, por ende, ya nadie más ha de interesarle.
Sin embargo, sí que hay una lista interminable de juegos muertos y no me refiero a aquellos que tengan pocos jugadores concurrentes; ni siquiera a algo en la misma área, sino a juegos que dependían del componente online para existir y funcionar y que, simplemente, ya no cuentan con servidores -al menos no oficiales- funcionando. Estos, en efecto, son los juegos muertos.
Dónde entra Ubisoft
Aquí precisamente es donde traemos a la compañía francesa a la palestra, pues precisamente el primero de septiembre de este año cerrarán los servidores de nada más ni nada menos que once títulos diferentes, además de imposibilitar la compra de DLCs. Los juegos afectados por la decisión de Ubisoft son los siguientes:
- Anno 2070
- Assassin’s Creed 2
- Assassin’s Creed 3
- Assassin’s Creed Brotherhood
- Assassin’s Creed Liberation HD
- Assassin’s Creed Revelations
- Driver San Fransisco
- Far Cry 3
- Ghost Recon Future Soldier
- Prince of Persia: The Forgotten Sands
- Rayman Legends
- Silent Hunter 5
- Space Junkies
- Splinter Cell: Blacklist
- ZombiU
Muchos Assassin’s Creed y otros títulos grandes como Far Cry 3 y Splinter Cell: Blacklist. Si bien la mayoría de estos títulos podrán seguir jugándose, aunque no con todos sus componentes activos, claramente, Space Junkies no correrá la misma suerte pues es un juego enteramente en línea. Es decir, es otro juego que fallecerá permanentemente a menos que hayan fans dispuestos a crear servidores no oficiales.
Más allá de los gustos personales de cada quien, nadie debiese celebrar la muerte de un juego, pues no es solo una obra de arte realizada con sangre, sudor y lágrimas, más allá de que las intenciones de los inversores fuese solo ganar dinero, sino también son un fragmento de historia, un artefacto que enfrasca parte de lo que fue el escenario videojueguil del año en el que fue lanzado y que quedará perdido en el tiempo.
Las empresas colosales como Ubisoft pueden permitirse mantener servidores para juegos que, económicamente, no merezcan la pena y dados los inflados márgenes de ganancias que reciben con cada título que estrenan -entre el precio de compra, el precio de los DLCs, pases de temporada, ediciones coleccionista, microtransacciones y si les funcionara, por qué no, NFTs- debiesen tener el compromiso no solo moral, sino legal de mantener estos juegos vivos y, si piensan dejar darles soporte, entregarlos a alguna organización que sí pueda mantenerlos vivos aunque sea como en una especie de museo virtual al que acceder.
Si queremos tomarnos en serio la preservación del videojuego no solo debemos preocuparnos de los juegos abandonware, los juegos de consolas en peligro de extinción cuyas tiendas digitales están por cerrar, sino también de aquellos que aún tienen vida, por poca que sea y asegurarnos de que sigan así para siempre. O si no estaremos acumulando tarea para más adelante y esta broma de perder permanentemente videojuegos con el paso del tiempo no será un problema de ahora por no habernos preocupado desde el comienzo, sino que será un drama eterno que pasaremos a generaciones futuras y así sucesivamente hasta que salga un juego mejor que Silent Hill 2 y podamos definitivamente cerrar por fuera los videojuegos, porque en ese instante ya no habrá nada por superar.