El eterno olvidado de la Batfamilia
A estas alturas en la que nos encontramos dentro de la cultura pop no sorprendo a nadie diciendo que el universo de Batman es uno de los más ricos que ha dado el cómic americano durante toda su historia. No por nada es su gran referente junto con Superman y Spider-Man. Hemos tenido infinidad y todo tipo de adaptaciones a la gran y a la pequeña pantalla con el detective más famoso del mundo protagonizándolas, siendo algunas de ellas las más inolvidables del género de superhéroes, incluso antes de todo el movimiento cultural que ha ido generando durante los últimos años el Universo Cinematográfico de Marvel. Batman es y será siempre una leyenda, un icono, una marca que funcionará -mejor o peor- con casi total seguridad, ya sea en ventas o en acogida. Ha sido siempre una apuesta segura para cualquier estudio a cargo de una de sus producciones. Es por ello mismo que sorprende en cierta medida que dentro del sector de los videojuegos no haya triunfado hasta hace relativamente poco. Pero lo que no sorprende es que, de nuevo, haya sido el referente para todo un subgénero dentro del mismo.
La desarrolladora inglesa Rocksteady lanzó al mercado Batman: Arkham Asylum en 2009, dando comienzo a la edad de oro del hombre murciélago dentro de los videojuegos. Antes, por supuesto, habíamos tenido otras producciones bajo la tutela de DC, pero servían más como marketing para películas u otras producciones que como un juego que intentara sentar cátedra para así empezar a explotar la mina de oro que es el género de superhéroes en general. No fue hasta que nació la saga Arkham cuando por fin pudimos ver el verdadero potencial de éste, con tres lanzamientos bajo la firma de Rocksteady que consiguieron que Batman sobrepasara los límites de la mediocridad a la que nos tenía acostumbrado el medio, para regalarnos ese subgénero que ahora mismo disfrutamos. De hecho, el último juego de Spider-Man de Insomniac Games bebe notablemente de la propuesta del estudio inglés para empezar su propio universo del trepamuros en consolas PlayStation.
Sin embargo, el crear escuela viene de la mano de las continuas comparaciones cuando tenemos una nueva obra del estilo -como pasa por ejemplo con Dark Souls-. Personalmente, siempre que veo un videojuego de aventuras basado en superhéroes siempre me viene a la mente Batman y Rocksteady. Incluso con el ya mencionado Marvel’s Spider-Man lo primero que pensé durante su anuncio es eso mismo: un Batman: Arkham pero con Peter Parker en vez de Bruce Wayne. Las comparaciones son odiosas, sí, pero no tiene por qué ser algo malo. Todo lo contrario. Sino que se lo digan a Warner Bros. Montreal con su Batman: Arkham Origins.
El origen de este videojuego es curioso, ya que su existencia se debe simplemente a que Rocksteady ya estaba trabajando en su nuevo juego del murciélago para PlayStation 4 y Xbox One (Arkham Knight) y Warner cogió al estudio que se encargó de algunos DLCs de anteriores entregas para, mientras tanto, lanzar otro juego al mercado. ¿El resultado? Un videojuego que consiguió estar a la altura de la franquicia para brindarnos un original y muy peculiar origen a la historia de Bruce Wayne, a pesar de que no las tenía todas consigo por no llevar la firma de Rocksteady. Aunque se trata de un lanzamiento bastante conservador en su fórmula -posiblemente su punto más negativo- su historia con un Batman mucho más inexperto funcionaba a las mil maravillas y te dejaba enganchado a la consola hasta que no llegabas a los créditos finales.
Junto a ello, el gran fuerte de Batman: Arkham Origins es su ambientación, introduciéndonos en una preciosa -a su peculiar manera- Gotham en plena Navidad. Al murciélago siempre le ha sentado de lujo esta etapa del año en algunas de sus publicaciones más célebres, con especial mención a El Largo Halloween, y desde WB Montreal lo sabían. Sobrevolar las calles de la ciudad llena de adornos navideños mientras suena un remix de Carol of the Bells y dejamos colgados a los enemigos con un gorro de navidad es un pequeño placer culpable que sólo este juego me ha podido regalar. Porque eso es lo que es realmente este Arkham Origins: un placer culpable del que eres consciente de sus fallos, pero aún así disfrutas como un crío al que le acaban de regalar su primer cómic de Batman.
Aún así, jugablemente, como comento, si habéis jugado a alguno de los otros juegos de la saga Arkham -sobretodo a Arkham City– no os vais a encontrar prácticamente nada nuevo. La fórmula de combates, exploración y progresión de personaje es prácticamente un copia y pega del trabajo de Rocksteady: combate basado en combos y esquivas, infiltraciones, desbloqueo de habilidades a medida que subimos de nivel, coleccionables, etc. Un cóctel demasiado familiar que a muchos fans de la franquicia no acabó por cuajarles del todo. Pero…¿es eso algo realmente malo como para mandar el juego al ostracismo? Si algo funciona, ¿para qué tocarlo? Obviamente no es un videojuego perfecto -tampoco lo es el último Arkham Knight y su famoso Batmóvil-, pero de ahí a olvidarse por completo de él por parte tanto de los jugadores como de la propia Warner Bros -que incluso ni lo incluyó dentro del pack de remasterizaciones de la saga-, hay un paso bastante grande. Más de lo mismo a veces no está tan mal, y Arkham Origins es un juego notable, que consigue seguir de cerca a sus hermanos mayores, le pese a quien le pese.
Al final del día es curioso pensar que la obra de WB Montreal y su propio recorrido es la que más similitudes guarda con la historia de Bruce Wayne, siendo ambos abandonados a su suerte desde prácticamente su nacimiento, sin nadie que apueste por ellos simplemente por su naturaleza y su pasado. Ahora solo les queda remar a contracorriente, para intentar ganarse el hueco que deberían haber tenido desde el principio. Quizás ese nuevo y tan rumoreado Batman: Gotham Knights sea esa banda de murciélagos que les dará el impulso para salir de esa oscura cueva. De momento no sabemos qué es lo que deparará el futuro, pero es el momento de que el hijo olvidado empiece a crecer y se convierta de nuevo en leyenda.