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Okay, lo hemos pillado. Horizon Forbidden West está guapísimo. Es, como dirían los Chiclana, un pepino cósmico; una rara avis dentro del mundo de los videojocs, que además de permitirnos echarle una ojeadilla al futuro del medio a través de sus modelados fotorrealistas y de su tremenda, absoluta, pluscuamperfecta escenografía, se ha permitido el total lujo de habérnoslo hecho saber hasta cuatro días antes de su lanzamiento. Afortunados de la crítica especializada —pero con un mínimo de tirón, claro; no nos miréis a nosotros, que somos unos muertos de hambre— llevan perdidos en el Oeste Prohibido desde finales de enero, y han confirmado en las últimas horas las dulces sospechas que muchos aficionados podrían haber llegado a gestar durante estos últimos meses (y que nosotros, por supuesto, reconfirmaremos en unas semanas). Ha salido niña, y ha salido bien. Todos contentos. O eso espero.
Servidor, sin embargo, no puede evitar tener la cabeza en otro sitio; concretamente, en las naciones rivales de Keves y Agnus, reveladas una semana atrás. No es porque el nuevo Horizon no sea de su interés —de hecho, comparte bastantes rasgos, que personalmente me atraen sobremanera, con lo nuevo de Monolith Soft, como ese apartado puntero que exprime hasta la última gota del hardware que lo ejecuta, un componente de exploración vibrante y orgánico del que resulta complicado despegarse y una fijación por los robots gigantes que reparten tollinas como panes—. Si por algo pienso y reflexiono y cavilo y medito y razono sobre Xenoblade Chronicles 3 es, simplemente, porque argumental y artísticamente apunta a ser deliciosamente diferente a lo visto hasta ahora en la saga. Y porque afortunadamente no tendré que esperar mucho para descubrirlo, claro está.
No sabéis cuánto agradezco que la nueva aventura de Noah y Mio haya decidido desmarcarse conscientemente de ser una secuela directa de Xenoblade Chronicles 2; casi tanto como agradecí en su día que la susodicha propuesta protagonizada por Rex y Pyra renegase de su destino como continuación del original. Sin embargo, pese a los intentos de la desarrolladora coautora de The Legend of Zelda: Breath of the Wild por acoger en el amparo de su saga numerada historias independientes entre sí y perfectamente disfrutables como cápsulas individuales (cual Final Fantasy), espero y deseo que ese tres que apellida y define al nombre del título tenga un significado especial, y que la obra tome buena nota de sus predecesores a la hora de saber cómo ampliar su universo de manera grácil, interesante y oportuna.
Hablo de tomar buena nota y no simplemente de recordar porque, al contrario de lo que ha ocurrido con Forbidden West, el desarrollo de Chronicles 3 se ha visto salpicado por cambios importantes en la dirección de la saga, habiendo esta sido retomada por Tetsuya Takahashi (Xenoblade Chronicles X) en lugar de por Koh Kojima, padre de las dos primeras entregas numeradas. Esperemos que no por ello la franquicia principal se olvide del desorbitado peso que tiene en ella su guion y narrativa, que tantos premios, buenas notas y reconocimientos por parte del público le ha otorgado a lo largos de estos últimos años, y que deliberadamente decidió dejar en su segundo plano en X en pro de favorecer una más profunda exploración de su abrumador mundo abierto.
Dicho esto, me conozco de alguien que se va a empezar esta misma noche Xenoblade Chronicles X, y que a buen seguro durante los próximos siete meses soñará con esa misteriosa melodía de viento más de una vez y más de dos. Ahí os quedáis con vuestros dinosaurios robots. Para mí, pueden esperar.