Sumergidos en una historia
De vez en cuando me gusta pasearme por las secciones de videojuegos de cualquier hipermercado en busca de alguna ganga o de algún título raro. Y es que no han sido pocas las veces que me he encontrado juegos a precios mucho más bajos que en las tiendas especializadas por ser las “últimas unidades”, o títulos ya desaparecidos de los catálogos más específicos.
Y así me encontré con The Sinking City, un juego del que había oído hablar poco y mal. Pero, por suerte, tenía ganas de llevarme a casa algún juego nuevo, y sólo costaba 9’99 € así que me arriesgué. Una aventura de terror e investigación, ambientada en la fantasía oscura de H.P. Lovecraft por ese precio… Valía la pena probar. Y menos mal que probé, porque me encontré con un juego que si bien de primeras no me convenció del todo, me enganchó por completo en cuanto le dediqué unas pocas horas. A través de su atmósfera, de sus sonidos y su narrativa es capaz de suplir un aspecto técnico desfasado, que puede ahuyentar durante los primeros compases a los jugadores que busquen acción dinámica y gráficos de vanguardia.
The Sinking City es una aventura de acción e investigación que transcurre en la ciudad de Oakmont, a donde nuestro protagonista, el investigador privado Charles Reed, llega siguiendo la pista de unas extrañas visiones que inundan su mente. A partir de este momento nos sumergimos de lleno en el imaginario y el folclore de las historias de H.P. Lovecraft a medida que desenredamos los hilos de la ciudad y de sus habitantes. Oakmont ya sufre sus propios problemas cuando llegamos, por lo que no lo tendremos fácil para encontrar el origen de las visiones de Reed. En el proceso nos veremos envueltos en las desgracias de la ciudad y sus habitantes. Enredados en un enjambre de hilos argumentales que a menudo se entrecruzan. Y es que Oakmont es presa de una inundación progresiva e imparable que está arrasando y empobreciendo la ciudad, y que ha traído consigo una plaga de espantosas criaturas de pesadilla que están aniquilando a la población y atormentando a los que quedan vivos.
Así nos presentan un mundo de rencillas familiares, luchas de clases, conflictos raciales y riñas vecinales, todas envueltas en la niebla del misterio y lo sobrenatural, y que arrojaran a nuestro paso un montón de subhistorias que resolver, en paralelo a nuestra investigación principal. Podremos investigar la ciudad al completo desde el primer momento, moviéndonos a pie, o en lancha para salvar las zonas inundadas, y no serán pocos los personajes que tengan una historia que contarnos y en la que nosotros podamos tomar parte. No hay barreras ni zonas a las que no podamos acceder hasta completar X requisitos, la ciudad está a nuestra entera disposición desde el primer minuto. Lo mejor de The Sinking City para mi es la manera y el enfoque del juego para afrontar esas historias y encargos, y que rebosa de una libertad que encaja perfectamente con la posibilidad de explorar los barrios de Oakmont a nuestro antojo, sin orden establecido. Creo que aquí está el fuerte del juego, y es que en ningún momento nos aparece una flecha o un icono en el minimapa que nos indique el objetivo de nuestra misión. En cambio, nos dan unas pistas iniciales y nosotros mismos, observando y deduciendo, colocaremos marcas en el mapa a nuestro juicio para orientarnos. Al más puro estilo de una investigación policial de película, de estas en las que se colocan chinchetas e hilos sobre un mapa.
Y eso encaja con la atmósfera de hostilidad, desánimo y desapego que reina en Oakmont, nadie nos quiere ayudar, nadie nos quiere poner las cosas fáciles, y como extraño forastero que somos nos encontraremos obstáculos a cada paso. Nos veremos envueltos en un conflicto racista entre humanos “convencionales”, ictiomorfos o insmouthianos, y una estirpe de “hombres simios” colocados en los escalafones más alto del orden jerárquico de Oakmont. A su vez, este conflicto racial se ve enredado aún más por las luchas de clases sociales, las riñas entre familias de la élite y, como era de esperar, también por la invasión de criaturas y la inundación que amenaza con destruir la ciudad.
Todos estos conflictos dan lugar a una buena lista de misiones secundarias que, salvo escasas excepciones, resultan tremendamente interesantes, y cuyo principal incentivo será la propia resolución del misterio. Hacía tiempo que no me topaba con un juego en el que el contenido secundario no te “obligara” a resolverlo, “chantajeándote” con jugosas recompensas en forma de equipo nuevo, habilidades o trofeos. No se siente como si “nos pusieran una pistola en la sien” para obligarnos a completar esas misiones, al menos en mi caso me apetecía hacerlo por iniciativa propia, por descubrir de qué iba todo. Y es que las recompensas tangibles a menudo eran meros suministros para fabricar balas o medicinas para reponer las que gastamos en el mismo caso, además de un poco de experiencia para aumentar nuestros talentos. Creo que lo atractivo de estas sidequests se debe a tres factores, principalmente: la interesante narrativa del juego, la posibilidad de hacer uso del sistema de investigación y toma de decisiones incluso en estos encargos secundarios, y el satisfactorio sistema de progreso sin marcas en el mapa ni flechas guía, que nos hace sentir que de verdad hemos descubierto el camino nosotros mismos, que hemos desenredado un hilo más de esa maraña que ahoga a Oakmont.
En The Sinking City de verdad sientes qué tú mismo estás haciendo progresos, que es tu lógica la que desenreda los hilos, y que el juego no te grita qué hacer a continuación. Y tal vez por eso, porque hacía mucho tiempo que no encontraba un juego que me dejará “ser yo mismo quien se encargara de las cosas”, ha sido por lo que la aventura de Frogwares me ha llegado tanto. El sistema de investigación de The Sinking City se basa en una serie de puntos de los que extraer información (Ayuntamiento, biblioteca, hospital, comisaría, iglesia y universidad), que a su vez funciona si sabemos extraer el contenido clave de cada nota que leemos o diálogo que escuchamos. Por ejemplo, si estamos buscando la dirección o el nombre de un ciudadano escurridizo del que tenemos algunos datos inconexos podemos ir al registro del ayuntamiento para averiguarlo. Sin embargo, no será tan fácil como apretar un botón y “encontrarlo” mágicamente. En lugar de eso tendremos que contrastar entre varios criterios de búsqueda hasta dar con la información adecuada, y esos criterios, dependiendo de qué busquemos, serán cosas como el distrito de la ciudad en el que vive, un patrón criminal, una profesión, una disciplina académica, etc. Sólo cuando hayamos extraído la información clave de las pistas y la cotejemos adecuadamente se nos desvelará el siguiente paso.
La línea principal de misiones funciona de manera similar, y además se le añade una herramienta denominada “palacio de la mente”. En este apartado del menú podremos recopilar las pistas clave de cada caso y combinarlas a voluntad para esclarecer el siguiente paso que debemos dar. Lo más interesante es que en múltiples ocasiones podremos hacer que las pistas deriven en direcciones diferentes, en función de qué grado de información poseamos. Así pues, dependiendo de cómo interpretemos las pistas según nuestra moral y juicio, estas nos conducirán en direcciones distintas, y se nos permitirá tomar decisiones diferentes que tendrán un peso importante en el desarrollo de la trama. Gracias a todo este sistema de misiones, de toma de decisiones y de investigación podremos influir sobre qué personajes viven o mueren, qué ocurre con cada uno de ellos o si podrán ayudarnos en nuestra búsqueda o no. Y de la misma forma se podrá acceder a los tres posibles finales que tiene el juego.
En cuanto a la acción y el combate, The Sinking City nada entre dos aguas, entre el estilo de combate de los survival horror en cuanto a la cantidad de recursos y la gestión de los mismos, y el enfoque visual de cámara al hombro de un shooter en tercera persona. Sin embargo, no es un título que nos ofrezca una acción frenética y dinámica, sino más bien pausada y “torpe”. En parte puede deberse a las limitaciones técnicas del juego, pero lo cierto es que teniendo en cuenta la temática de terror y locura de la trama no le sienta mal esa “torpeza”. Contribuye a la sensación de indefensión y a empujarnos a racionar unas municiones. Y es que si no somos curiosos y dados a la exploración por cuenta propia no será raro que nos quedemos pronto sin balas o medicinas. Además, las zonas donde más recursos podremos encontrar son precisamente aquellas en las que habrá más presencia de enemigos, por lo que tendremos que valorar el riesgo/recompensa, y decidir si vale más la pena correr o combatir.
La última definición del sleeper contemporáneo
The Sinking City es, como decía al principio, una grata sorpresa. Un diamante en bruto que ha pasado desapercibido, tal vez, por “la suciedad superficial” que lo mancha. Sin embargo, si dedicamos un poco de tiempo a aclarar esa primera capa, más tosca, nos encontraremos con una aventura de terror e investigación profunda y bien escrita. Una historia en la que la atmósfera es exquisita y las decisiones del jugador se sienten importantes, y en la que el avance y los descubrimientos son más satisfactorios que en muchos otros títulos del género. Una joya en la que vale la pena sumergirse hasta el fondo.
Esta crítica se ha realizado con una copia física para PS4 adquirida por la propia redacción.