Lo mejor (y lo peor) de un viaje por la tranquila (y salvaje) Alaska
Pasarán los años o los días, pasará el tiempo y con eso nuestra vida, pasarán los meses al igual que lo hace la gente, pasará de todo, aunque lo que importa al final es dónde lo pasamos. Nuestro lugar en el mundo no es algo fácil de describir, pues cada persona hallará la comodidad en un lugar diferente. Habrá quien diga que nuestro hogar es donde está nuestro corazón, otros que lo hallaremos donde esté nuestra familia o amigos, algunos mencionarán que será el viaje de nuestra vida el que nos llevará a nuestro destino, pero sigue sin haber una verdad única. No, nuestro lugar en el mundo no puede ser decidido por otros, ni por mi que me refugio tras estos textos. Y es ahí, en este momento, donde nos encontramos frente a The Red Lantern, el agridulce viaje que, presuntamente, nos llevará al lugar que hemos estado buscando durante todo nuestro trayecto.
The Red Lantern es una propuesta atípica por parte de Timberline Studio, pues desde el primer tráiler hasta el resultado final el juego ha ido evolucionando de una manera que se escapa a mi control. Cuando, por primera vez, vi el anuncio, esperaba un juego de exploración o un modo más libre donde disfrutar de los paisajes y de mi peluda compañía. Sin embargo, el resultado es radicalmente distinto, sin ser peor por esto, pues el gameplay acabó siendo similar a un rogue-lite, pero con una propuesta algo más distintiva. El componente aleatorio será algo inamovible dentro del título, pues nuestras decisiones nos llevarán a unos eventos u a otros. Nuestro viaje comenzará tras reclutar a unos cuantos perros de carreras que tirarán de nuestro trineo, nuestros fieles seguidores en el viaje, cada uno con sus taras y virtudes, pero todos dando lo mejor de sí mismos. El objetivo final será llegar a The Red Lantern, donde definitivamente nos asentaremos. Para este viaje siempre se nos plantearán dos opciones llegados a ciertos puntos, que serán girar a la izquierda o a la derecha, todo para avanzar hasta la meta, aunque llevándonos cada opción por diferentes partes del mapa, con sus correspondientes eventos. Desconozco el presupuesto que ha existido para el desarrollo, pero habiéndomelo pasado relativamente rápido por primera vez, algunos de estos se han repetido, tal vez más de lo que deberían, pues al transitar de nuevo por una zona por donde ya hemos pasado con anterioridad, saltan una y otra vez. Esto no debería de ser problema si vamos variando la ruta, pero esa sensación de repetición perdura en el fondo como los posos del té.
Lo que convierte a este juego en una mutación de rogue-lite es gracias a su mecánica de supervivencia, ya que tanto nuestros perros como nosotros mismos deberemos de alimentarnos, descansar, y curarnos si es necesario, pero para satisfacer cada una de estas necesidades necesitaremos de objetos que, de primeras, se nos otorgarán en menor medida. Si acabamos desfalleciendo, por ejemplo, de hambre, nos despertaremos de la mala pesadilla que ha sido ese viaje, solo para recordar, mientras conducimos de nuevo la furgoneta que nos lleva a Alaska, lo escaso que andamos de víveres. Conforme más avancemos y más eventos completemos, más objetos iniciales recibiremos, al igual que si investigamos durante el viaje, de vez en cuando encontraremos objetos únicos que no se agotarán y que irán facilitando poco a poco un viaje que puede llegar a parecer imposible en algunos tramos. Es curiosa esta decisión, pues nuestra libertad de movimiento queda totalmente reducida para darle importancia a lo que se ha acabado convirtiendo en la rueda principal del juego, los eventos, luz y sombra de este.
La decisión de adaptar The Red Lantern a este género no es para nada cuestionable, pues bien he de decir que aporta algo fresco a lo que parece la segunda época dorada de los rogue-lite y roguelike, dando algo diferente entre tanto título similar. A pesar de esto, siento que está llevado de manera regular. La aleatoriedad de los eventos impide que avance una narrativa corta y sin apenas desarrollo, pues los únicos momentos donde la protagonista reflexionará sobre su viaje será en algunos tramos entre los propios eventos, momentos dados por cuentagotas. Estamos en 2020, y The Red Lantern no es el primer juego que habla sobre el viaje de la vida ni de encontrar nuestro sitio en el mundo. Por poner dos ejemplos, querría mencionar Celeste y Stardew Valley, dos juegos que, pese a sus diferencias, vienen a simbolizar el viaje en si y el final, donde encontramos definitivamente nuestro hogar. Celeste logra transmitir bajo su dificultad lo que implica realizar un viaje para autodescubrirse a sí mismo, mientras que Stardew Valley nos transporta a la realización del mismo, dejándonos justo en la recta final, donde empezamos a disfrutar de la tranquilidad que implica estar en el lugar correcto. Sin embargo, The Red Lantern anda entre dos aguas, entre un viaje que no termina de aportar nada a la trama y un final donde no podremos gozar del sitio que pasará a ser nuestro hogar, junto a los fieles compañeros que nos han acompañado durante el trayecto. Y todo esto viene por lo mencionado anteriormente, por unos eventos que, a pesar de la dificultad que añaden al viaje, no logran aportar a la narrativa, dejando un producto a medio hacer en ese sentido.
La belleza como principal virtud
No quiero dejar un mal sabor de boca, pues no se lo merece. The Red Lantern sigue siendo un título decente, una nueva apuesta en mitad del tsunami de títulos aparentemente similares que hemos ido encontrando los últimos meses. Tiene cierto pico de dificultad, sobre todo al inicio, que te insta a seguir descubriendo, a seguir encontrando objetos o eventos que dejan un recuerdo bonito. Avanzar por las montañas, por los lagos congelados o por una tundra nevada es algo precioso y que normalmente no encontramos, por lo menos de manera tan vistosa, pues los desarrolladores saben que la belleza es uno de los puntos fuertes de su juego, y la intentan explotar. He disfrutado el viaje, he disfrutado los descansos con mis enérgicos compañeros cánidos, acariciando a todos y cada uno de ellos cada vez que nos tomábamos un respiro, alimentándoles con cariño o vendando sus heridas con preocupación, pero siempre sabiendo que estaré ahí para ellos y que los protegeré a toda costa, pues logra transmitir lo que es tener un perro y querer cuidarlo, y que sin ellos, no somos prácticamente nada.
Este análisis ha sido realizado con un código de descarga para Nintendo Switch cedido por popagenda.co.