Música silenciada por el odio
Nuestro mundo está lleno de odio. En él hay muchas cosas buenas por las que tener una razón para vivir, pero son los sentimientos negativos los que más ruido suelen hacer en esta época de las redes sociales y la inmediatez en la comunicación. Cada día hay una polémica nueva que nos salpica, con cientos y miles de mensajes a sus pies llenos de usuarios sacando a relucir su rencor y su toxicidad, sin ni siquiera pararse un momento a pensar en todo el contexto que rodea al tema en cuestión. Por ello, es curioso pensar cómo toda la polémica que ha rodeado a The Last of Us Parte II durante su lanzamiento se puede trasladar al mensaje que intenta enseñarnos el propio juego. Hace unos días, mi compañero Ricardo Guerrero hacía en esta misma web una disección de ese jugador, o ese Gamer™, que, viendo cómo su definición de videojuego se veía arrastrada a una nueva era, no hacía otra cosa que llorar y patalear en redes sociales, intentando boicotear uno de los lanzamientos más importantes de los últimos años a base de ceros en Metacritic y mensajes de odio en Twitter. Y es que no han sido pocas las respuestas llenas de rencor que han recibido Neil Druckmann y parte del equipo de desarrollo y actores de The Last of Us Parte II durante estos últimos días, la gran mayoría de ellas, curiosamente también, sin entrar en ningún momento al trapo de los reportes de crunch que se han ido sucediendo dentro de la propia Naughty Dog durante los últimos años.
Parece que es mucho más importante que haya personajes con distintas desviaciones sexuales en el juego, o que el devenir de un personaje como Joel no haya sido del agrado de uno, que la propia explotación laboral. Puedes tener las peores condiciones del mundo, pero a mi personaje favorito no me lo toques. Aún así, y como digo, es curioso ver toda esa vorágine de odio alrededor de este juego en particular. The Last of Us Parte II es una historia de venganza, de odio, de rencor y de cómo estos sentimientos tan malignos nos van carcomiendo por dentro si les dejamos. Es ver cómo pierdes todo lo que querías en este mundo en cuestión de segundos y te adentras en un viaje de violencia sin fin, con la esperanza de calmar esa rabia que va creciendo en tu interior. Pero, en parte, la historia de Ellie y Abby, y en consecuencia la de su propio universo apocalíptico, es una historia de empatía -o de la falta de ella- que podríamos trasladar a nuestro propio mundo sin necesidad de estar en una invasión zombie.
En The Last of Us Parte II nadie es mas que nadie. Por mucho que te llames Joel, Ellie o Dina, no eres especial. Ellie lo era en el primer juego por ser inmune, pero Joel, con sus actos al final del mismo, le arrebató su motivo para vivir, así como la vida de la persona que podría desarrollar la cura. El padre de Abby era la esperanza para que el mundo tuviera un futuro y su muerte fue la causa de que este se perdiera, junto con el destino de los Luciérnagas. Así empieza de nuevo un infierno en la Tierra, un sálvese quien pueda en el que prima la ley del mas fuerte, sin hacer distinciones. Es por ello que creo que The Last of Us Parte II plantea todo este conflicto de una forma sobresaliente. Consigue reventar las expectativas de los jugadores, diciéndoles directamente a la cara que “esto no va a ser como te lo esperas”. Esto no es un videojuego mas. Es una obra que intenta probar cosas distintas, demostrar algo y no simplemente quedarse en la superficie a la que estamos acostumbrados dentro del panorama Triple A. Es un lanzamiento que nos pide que abramos un poco la mente, que empaticemos con sus personajes, sus actos y el contexto que les rodea.
Aquí entra toda la polémica con Abby, un personaje -con un físico para muchos no normalizado- que aparece literalmente de la nada para matar a Joel durante las dos primeras horas de juego, sin darnos una mínima explicación. En ese momento es normal sentirse aturdido, o incluso decepcionado por lo que acabamos de presenciar. ¿El protagonista del primer juego quitado de en medio así y sin ningún tipo de despedida con Ellie? Es duro, pero es que en el mundo que introduce The Last of Us Parte II la vida es así: cruel, despiadada y sin ningún motivo para permanecer en nosotros mas tiempo del necesario. En ella todo el mundo es un monstruo, no solo los infectados. Para Abby, Joel lo era por haber matado a su padre. A su vez, para Ellie, Abby era un monstruo por haber matado a su padre adoptivo, al igual que ella lo es para todas las víctimas que nos encontramos durante su camino de venganza.
Si nos paramos un momento a pensar, la espiral de violencia y odio que vivimos con Ellie durante las primeras quince horas de juego son exactamente las mismas que vivió Abby buscando a Joel. Las dos cuentan durante todo el juego con un paralelismo muy obvio entre sus actos, y es curioso pensar en que si Ellie hubiera acabado matando a Abby al final del juego, culminando su venganza, lo que se hubiera encontrado después es con prácticamente lo mismo que vivimos controlando a Abby durante los tres días en Seattle: ha culminado su venganza, sí, pero tras esto se ha dado cuenta de que ello no ha llenado el vacío por la muerte de su padre, y ahora busca una redención a través de Lev y su hermana. Por eso mismo perdona la vida de Ellie en hasta dos ocasiones aunque ha matado a sus seres queridos, porque sabe que eso no le va a llevar a ninguna parte. La propia Ellie, por su parte, no culmina su venganza, dándose cuenta de esto mismo cuando está a punto de matarla, pero por culpa del camino del odio ha perdido todo lo que le importaba en esta vida, como es su relación con Dina, el bebé y el poder tocar la guitarra, el último vínculo que le quedaba con Joel.
De la misma forma, podemos trasladar este tema al conflicto que hay entre Scars y Wolfs durante el juego. Los primeros, una secta religiosa que ha malinterpretado las lecciones de su líder en pos de la violencia gratuita, habiendo aquí una clara referencia al cristianismo y sus años de guerra mas negros. Los segundos, buscan aniquilar a los Scars simplemente dejándose llevar por el odio, sin intentar comprender en ningún momento cuáles son las razones de sus actos. Esto lo podemos ver de una forma muy evidente cuando Isaac se encuentra con Abby, Lev y Yara, obligando a esta a matarlos simplemente por ser Scars, a pesar de que Abby le asegura constantemente que son solo niños que nada tienen que ver con el conflicto. Uno que origina, de nuevo, un nuevo infierno en la Tierra, con la isla de los Scars completamente aniquilada. Así, en el mundo de The Last of Us Parte II, todos los caminos del odio llevan a la destrucción del propio ser humano.
Todo estos sucesos, con los evidentes mensajes de repulsa de cierta parte de los personajes hacia las minorías LGTB, nos deja claro que The Last of Us Parte II no es simplemente un juego de zombies y supervivencia, sino que intenta ser algo más. Es una crítica a la sociedad actual, a la del odio, a la del bullying, a la de la homofobia y la transfobia. A la de perseguir a alguien simplemente porque no piensa igual que nosotros. Una que no se para a pensar en ningún momento cuáles son las circunstancias del de al lado, su contexto, por qué hace lo que hace, por qué siente lo que siente y por todo lo que ha pasado. Una que acosa a través de redes sociales y plataformas tóxicas a desarrolladores, trabajadores y actores tras leer tres filtraciones y darse cuenta de que su juego favorito no ha cumplido con las expectativas que había puesto en él. Una que nos muestra de una forma cruda y sin adornos cómo es la verdadera naturaleza del ser humano.
Y esa es la ironía del asunto que nos trata hoy. Que un juego que critica duramente el odio hacia el del al lado, que intenta demostrar que ningún tipo de violencia está justificada, que nadie es mas o mejor que nadie, se vea envuelto en eso mismo: en ese odio de una parte de su propia comunidad. Además, siempre se nos llena la boca pidiendo innovación en el medio, videojuegos que se arriesguen con nuevos enfoques, mas cuando uno lo intenta se ve destinado a ese habitual ostracismo al que por desgracia estamos acostumbrados por estos lares, simplemente por ser diferente. Y todo por esa falta de empatía o de ver el contexto que rodea una obra al completo, al igual que pasa con los conflictos que trata la obra de Naughty Dog. Quizás al final de The Last of Us Parte II ese círculo de rencor llegue a su fin, pero aquí, en este mundo, las cosas no son tan sencillas. Hoy este juego es la víctima de ese odio, pero, ¿quiénes serán las próximas Ellie y Abby?