Más que la suma de sus partes
Los usuarios de Metacritic han elegido recientemente los mejores videojuegos del 2020, otorgando el primer premio a The Last of Us Parte II por delante de Ghost of Tsushima y Cyberpunk 2077. Un título, el de Naughty Dog, con unos aciertos tremendos entre los que sobresalen un argumento basado en la confrontación de unos personajes interesantísimos que sufren un desarrollo durante la aventura, presentando de esta manera más bien a unas personas que a un montón de píxeles. No obstante, la obra no está exenta de varios defectos como su disonancia ludonarrativa y la explotación laboral que llevaron a cabo los jefes del estudio para crear este grandioso proyecto. Aun así, la comunidad de Metacritic ha considerado a The Last of Us Parte II como lo mejor del año pasado, dando a entender que estamos ante un juego excelente, algo que un servidor también comparte. Pero, ¿es posible alcanzar la excelencia mientras cometes errores?
A la hora de analizar un videojuego es habitual tener en cuenta varios aspectos básicos que recogen la mayoría de medios de comunicación. Ahí aparecen la jugabilidad, el argumento, el apartado visual y el sonoro. Todos ellos suelen servir para ordenar tus pensamientos y darte una idea de lo que te ha parecido el producto. Estas partes, pese a que tienen un cierto grado de subjetividad, sí que sirven para plasmar una especie de dictamen lo más “frío” y justo posible. Sin embargo, puede suceder que un juego obtenga, según tu criterio, puntuaciones muy buenas en todos las secciones y aun con todo notes que esa valoración no se ajusta a tu opinión real. Es en estas ocasiones cuando cobra protagonismo la experiencia global que has tenido; es decir, lo que has sentido al jugar y, en consecuencia, la percepción general que tienes de ese lanzamiento.
Por ejemplo, llevo unos días jugando a eFootball PES 2021 Season Update. Aplicando los apartados comentados diría que su jugabilidad, acompañada de una presentación visual notable, es excelente porque nos plantea un simulador de fútbol donde todo cuenta, incluida la posición al chutar o el físico del que dispone un jugador para aguantar las tarascadas con el rival, y en el que el ritmo de los partidos es mucho más parecido al que disfrutamos en el estadio. En cambio, sus modos de juego -categoría que podríamos usar en sustitución del argumento- son pobres, incluido una Liga Master con una gestión de los fichajes menos trabajada que en FIFA. Incluso la música no es tan potente como en el juego de Electronic Arts que, dicho de paso, cuenta con una esencia jugable notable -pese a que siempre es igual-, luciendo correcto en su faceta visual. Si aplicara solo estos puntos, podría decir que ambos títulos me gustan por igual, pero al mismo tiempo me estaría mintiendo.
En realidad, me gusta mucho más la versión nueva de PES que FIFA, aunque este último pueda ser un videojuego más sólido faceta por faceta. Prefiero la obra de Konami, ya que su estilo me divierte más y consigue esconder las deficiencias de la propuesta. Por esta razón, entiendo que The Last of Us Parte II tenga una calificación excelente, puesto que sus fallos no consiguen opacar su grandeza. Esto lo que demuestra es la relevancia de incorporar esa capa de sensaciones a los escritos. Por supuesto que el lector quiere saber características concretas sobre la jugabilidad o sobre los gráficos, pero también ansía conocer tu experiencia general. Y, si no la reflejas -lo dice uno que ha cometido esa falta en multitud de textos- le estarás escondiendo partes de tu opinión, lo que equivale a entregar un análisis incompleto.