Death Stranding, en el punto de mira
Desde hace años, la comunidad de jugadores ha debatido sobre la falta de credibilidad en The Game Awards, y este año la polémica viene por partida doble, debido a las nominaciones de Death Stranding y la vinculación de Hideo Kojima con el evento. Death Stranding ha sido un título ligado a la polémica desde su anuncio, polémica que se intensificaba conforme se acercaba su lanzamiento. Finalmente, su numerosa cantidad de nominaciones, entre otros motivos, ha disparado las alarmas entre los más escépticos.
La ceremonia de The Games Awards surgió de un proyecto personal del periodista especializado Geoff Keighley, y acabó convirtiéndose en el evento que conocemos hoy en día. El primer motivo de sospecha para muchos radica en la relación de Keighley con Kojima, una relación muy cercana y que les ha llevado a trabajar juntos. Tanto es así que en Death Stranding podemos encontrar un holograma de un personaje basado en el presentador, a modo de homenaje. Por otro lado, Kojima es uno de los consejeros en la organización de The Game Awards, lo que, unido a lo expuesto anteriormente y al hecho de que Death Stranding tenga diez nominaciones, ha sido un caldo de cultivo para teoría conspiratorias. Por su parte, Keighley ha defendido la honestidad y neutralidad del proceso de entrega de premios, cuyas decisiones recaen en un jurado compuesto por 80 representantes, entre los que figuran medios de comunicación y empresas de la industria. Además, el 10% de los votos para elegir a los premiados recae en el propio público.
No se conoce hasta dónde podría llegar esa supuesta influencia de Kojima en el resultado de las nominaciones y, por ello, no se deberían realizar estas acusaciones sin pruebas que las respalden. Más allá de toda esa polémica, Death Stranding es un candidato más que válido a ser elegido juego del año, y también a recibir otros premios. Se trata de un título que se ha atrevido a incluir ideas nuevas y frescas en el videojuego, y que las ha traído con una calidad increíble en sus acabados. Está claro que tiene sus fallos, y que no tiene porqué gustar a todos los usuarios, pero también está claro que se trata de una obra excepcional que se desmarca de la mediocridad. No es cuestión de engañarse, muchas de las críticas que ha recibido se originan en un desagrado personal de muchos jugadores por la figura de Kojima, e incluso por sus campañas de marketing y publicidad. Ahí se encuentra uno de los síntomas más tristes de la situación; el rechazo a que un autor se entusiasme con su obra y crea en ella.
Por otro lado, en las redes sociales se ha ido gestando una especie de campaña de odio contra el juego, instigada por algunos influencers de distintas redes, fomentando, entre otras cosas, la absurda guerra de marcas. Esto no hace más que vincular erróneamente a las obras con las compañías, haciendo que aquellos usuarios a los que no les agrada PlayStation critiquen Death Stranding solo por estar relacionado con la compañía, y no por la obra que es. Obviamente, no se trata de algo totalitario, por supuesto que hay usuarios que critican el producto en sí mismo. También se habló del review bombing, es decir, de sabotear las puntuaciones del juego en portales como Metacritic, haciendo llamamientos para que muchos usuarios lo puntuaran con un 0 para bajar la nota media. Diez horas después de que el juego se hubiera puesto a la venta ya había usuarios puntuándolo con un 0, algo sospechoso si se tiene en cuenta que el título requiere unas 50 horas para exprimirse medianamente. Todo esto deja clara una cosa, el problema no es Death Stranding: el problema es la toxicididad y el fanatismo que se mueve en la comunidad de jugadores. Un problema que está en nuestra mano erradicar.