Plecópteras bajo la luz
Que hace menos de un mes os diese la chapa hablando de Dreams: El Sueño de Art un año y medio después de que la campaña descargable llegase a nuestras PS4 no fue casualidad, y es que llevo meses completamente obsesionado con el concepto de videojuego de animación. En la recurrente comparación entre cine y videojuego, la existencia de un cine de animación tendría que conllevar, por naturaleza, la existencia de un videojuego de animación; no tanto en la medida de ser un producto audiovisual que presente rasgos técnicos del género (casi todos los videojuegos los presentan, al fin y al cabo), sino en el sentido de que verdaderamente se sienta como su equivalente en el celuloide. Y, definiciones aparte, es difícil no estar obsesionado con él cuando durante la última década y gracias a las capacidades técnicas de las dos últimas generaciones hemos sido capaces de presenciar verdaderas virguerías artísticas que poco o nada tenían que envidiar a sus iguales fílmicos; excelentes adaptaciones tangibles de sus mensajes, fondos y formas. Seguimos siéndolo a día de hoy, afortunadamente.
Hace poquitos días llegó a la redacción Stonefly, obra del estudio independiente Flight School Studio (Creature in the Well, Manifest 99) ya disponible para PS5, PS4, Xbox Series X | S, Xbox One y Switch, siendo esta última la siempre golosa versión que un servidor ha tenido la oportunidad de catar – la cual es, en términos de rendimiento, más que correcta, de paso sea dicho -. Aunque durante los días venideros mi compañero y amigo Manuel Casal os contará más sobre el juego en una extensa crítica, ya os adelanto que Stonefly es capaz de funcionar muy bien en las distancias cortas gracias a su magnífica puesta en escena, y es que, escondido bajo una capa de acción cenital, la propuesta no trata de disimular la existencia de un núcleo narrativo ampliamente basado en el diálogo tradicional, pero también en la fotografía y en el silencio. Al margen de la forma del discurso, la propuesta destaca en sus modelados, animaciones corporales y mensaje, hallándose en una muy agradecida intersección entre la expresividad de Nickelodeon, las metáforas de Pixar y el claymation de Nick Park (Wallace y Gromit, Chicken Run).
Con sus más y sus menos, Stonefly demuestra la capacidad de ciertas facturas artísticas para tirar del resto del conjunto, pudiendo bien fundirse coherentemente con su componente lúdico o, como en este caso, simplemente nadar en otra dirección. Y aunque yo también soy partidario de explotar la primera opción, no creo que esta última deba menospreciarse, tanto como no debe de menospreciarse a ese público que literalmente espera consumir muy lícitamente grandes dosis de cinematografía en sus títulos, pudiendo ser buenos ejemplos de esto las obras para heterazos de Quantic Dream. Sea como fuere, en parte, por la variedad visual que aportan y por ser una herramienta muy poco explotada en nuestro campo, necesitamos más videojuegos de animación, así como detenernos más en aquellos que, a cuentagotas, llegan a nuestras tiendas. En ese Ratchet & Clank: Una dimensión aparte que aterriza este mismo viernes en PS5, pero también en aquel increíble Little Devil Inferno del que tan poco recordamos y que hace de su apariencia timburtonesca parte intrínseca de su misiva. Acudir periódicamente a Untitled Goose Game por su infantilidad, pero también a Tearaway por su tremendo ritmo, casi heredado de los mejores hijos de Dreamworks, y por lo caricaturesco de sus personajes. Sacad el calendario, pero también el megáfono. Este año tenemos unas cuantas citas a las que no podemos faltar.