La historia de nunca acabar
Como siempre que se acerca la llegada de una nueva generación de consolas, la eterna pregunta acecha, ¿son necesarias, en el más puro sentido del concepto, las generaciones de consolas tal y como las hemos conocido hasta ahora? Antaño, en la época de PlayStation 2 o Wii (por poner ejemplos de compañías distintas, en las que las nuevas consolas eran compatibles con la biblioteca de su predecesora), tal vez la pregunta pudiera considerarse algo absurda, teniendo en cuenta las mejoras a nivel técnico que permitía la consola de Sony (un reproductor de DVD integrado en la consola, por ejemplo). Pero ahora, en el que aparentemente, y dejando de lado la cuestión de la potencia, sin la que no habría motivo siquiera para plantear el concepto, la mayor mejora que van a traer PlayStation 5 y Xbox Series X va a ser, de cara al usuario, mejores tiempos de carga, ¿tiene sentido el concepto de generaciones que defiende Sony, frente a la continuidad de Microsoft entre consolas?
Evidentemente, ambos modelos tienen sus pros y contras, pero a mi juicio, unas tienen que ver con beneficio de cara a los usuarios, y otra de cara al marketing de la compañía. Hablando en plata, la cuestión no va de potencia, pero sí de exclusivos y servicios integrados. En la época de Xbox 360 y PlayStation 3, Sony podía utilizar la baza del servicio online gratuito, pero la perdió haciendo obligatoria la suscripción a PlayStation Plus para utilizar esta funcionalidad. La guerra de los servicios complementarios, en forma de PlayStation Now, enfocado al streaming, y Xbox Game Pass, dispuesto a ser una biblioteca completa, también parece ir, sino en igualdad, muy a favor de Microsoft, por catálogo disponible.
Nos quedaría, pues, analizar el papel de los exclusivos en cada plataforma. Microsoft, manteniendo su concepto de continuidad, lanzará todos sus títulos tanto en Xbox One X, como en su sucesora, Xbox Series X, haciendo que, en la práctica, no haya ningún exclusivo de peso que motive a los usuarios a dar el salto a la nueva generación. Sony, siguiendo el camino contrario, sí que motivará a los usuarios a avanzar, aunque sea a costa de perder ventas a nivel de software por el camino. Nadie a nuestro nivel está capacitado para juzgar los motivos detrás de cada decisión comercial, pero lo que está claro es que, al menos de cara a los usuarios, está claro quien busca atraer usuarios de forma más ambiciosa, posiblemente debido al parcial descalabro que supuso el inicio de Xbox One, con un precio superior y un Kinect obligatorio que nadie pedía ni quería.
Desde luego, si pertenecemos a esa parte de la comunidad que ve a las companías de consolas como competidoras, con un bando elegido del que celebrar éxitos, y uno o varios rivales a los que eliminar, evidentemente lo lógico será celebrar la posición de Sony, que, exceptuando el caso de que su precio de partida sea excesivo, debería dominar en ventas el principio de la nueva era. Si, por el contrario, defendemos a la industria en su conjunto, con los usuarios en el centro, y sin desdeñar la posición de Sony, deberíamos celebrar la iniciativa de Microsoft, que no priva a los jugadores del acceso a título que perfectamente pueden funcionar en máquinas actuales. Evidentemente, todo esto es un negocio, y no hay que ser ilusos, la táctica de Microsoft tiene un motivo, pero claramente, al jugar al largo plazo, queda tiempo para verla, en caso de que este primer paso resulte exitoso, y no haya cambios bruscos en el timón del barco.