Pero siempre peores que los libros
Siempre se habla de las películas de videojuegos como algo generalmente malo, y la verdad es que los precedentes que tenemos no son muy buenos. Personalmente, la mejor película que se ha hecho de videojuegos es Detective Pikachu, ya que tiene un mínimo afán por tomar caminos algo distintos y funciona bastante bien. Por otro lado, tenemos las series y los animes que, en los últimos años, están teniendo una calidad bastante superior a lo esperable, o incluso superando a sus juegos de origen, como es el caso de Sonic Boom. La percepción es bastante diferente a los estrenos en la gran pantalla, y es posible que sea por la forma en la que se estructuran los diferentes medios.
Ayer recibimos las noticias de que el anime de Castlevania terminará en su siguiente temporada para centrarse en otros nuevos proyectos en el mismo universo, y se ha estrenado un nuevo tráiler del anime de Resident Evil: Infinite Darkness, que tiene una pinta espectacular. Se habla mucho de cómo los videojuegos quieren tender al cine al ser su medio más cercano y de si debe alejarse del mismo para que evolucione, pero nunca se habla de cómo las series pueden llegar a influir. El esqueleto (salvo en contadas ocasiones) se basa en tramos cortos que te cuentan una historia independiente o troceada en cada uno de ellos, y es cierto que no todos los juegos se dividen en capítulos, pero sí en partidas. Tú decides cuánto tiempo quieres dedicarle a una sesión y si avanzas más o menos, y en la mayoría de casos fundirte un juego de continuo es agotador o directamente imposible. En los Hasta la última década, si piensas en una serie de un videojuego piensas en Pokémon, en pequeñas aventuras que tenían como objetivo venderte el muñeco de turno; en cambio, las películas quieren venderte que en un rato medianamente largo te van a comprimir todo un juego, pero las reglas han evolucionado.
Uno de los cambios más importantes que ha sufrido la industria audiovisual es la duración de los metrajes, llegando fácilmente a las 2 horas y media en el cine y a 45 minutos en una serie, y esta tontería es clave: ya no se está limitado a historias breves de 20 minutos máximo ni a los escasos 90 que te da una película. El punto medio que se está imponiendo cada vez más es perfecto, puesto que deja contarte esa historia ampliándola y dejando que respire sin tener que hablar más de la cuenta o darte prisa porque no llegas. Es más difícil que esto se aplique a animes, pero en lo que respecta a imagen real la cosa cambia: cada vez vemos más horas de seguido y el público es más adulto, así que series como la de The Last of Us tienen más cabida, y en nuestro propio medio lo vemos a menor escala con los “juegos” de David Cage. Recapitulando: las series son cada vez más largas, los niños no son exclusivamente el público objetivo y la compartimentación de la historia permite que respire y de digiera mejor pudiendo cortar en cualquier punto. Ahora solo queda el gran problema: las mecánicas.
Los que piden una película de Metroid o de Metal Gear Solid son los mismos que vieron la película de Super Mario Bros. y no les pareció tan mala. Van a ser dos ejemplos muy tontos, pero valen para explicar por qué no todo funciona en todos los medios. Con Metroid es bastante obvio: puesto que la chicha no está en su historia sino en el diseño de niveles y cómo el jugador aprende mientras el mapa se abre. Se sugiere que podría parecerse a Alien, pero para eso ya tenemos a la propia Alien. Metal Gear Solid tendrá todas las cinemáticas que quieras y se te apagará el mando de no tocarlo, pero pensemos, fuera de eso, qué queda que hace a Metal Gear única: la infiltración. Si estás jugando parece que el tiempo pasa mucho más lento debido a la tensión a la que estás sometido, y si bien es cierto que hay muchas películas que también saben mantener esa tensión, el juego te atrapa e implica mucho más por el mero hecho de olvidarte por los nervios cómo se controla a Snake cuando te detectan. La relación del espectador con la obra cambia radicalmente, pero eso es un tema aparte. Una película nunca será un juego y un juego nunca será una película, pero las series al menos lo ponen un poco más fácil.