(Entre otros males)
A menudo vemos cómo muchos de los títulos que iban a llegar a una o varias plataformas tienen que verse cancelados, o en su defecto, pospuestos indefinidamente por diversos motivos, creando en ocasiones una falta esperanza en unos fans que esperan que aquel proyecto por el que tanto sufrieron vea la luz en algún momento. Otros, en cambio, apenas traspasan la barrera del proyecto interno que tan siquiera llega a ser anunciado. Esto no deja de ser algo normal, estandarizado tanto dentro como fuera de la industria: hay ideas que no acaban cuajando como parecían en un principio; mecánicas que en la práctica acaban siendo menos divertidas de lo esperado, así como otras incontables variables como la falta de presupuesto, la carencia del impacto deseado o incompatibilidades dentro del estudio. Sea como fuere, existen varios motivos que pueden hacer que el juego no convenza a aquellos encargados de dar el visto bueno al proyecto, impidiéndoles llegar al mercado.
Esto es exactamente lo que ha pasado con un juego que se inspiraba en el Rey Arturo, a manos nada mas y nada menos que de Mike Laidlaw, el diseñador de Dragon Age que en 2018 contrató Ubisoft, y cuya incorporación generó un hype en los fans de la desarrolladora esperando al parecer acompañada del anuncio inminente de un gran título, que acabó yéndose al garete tras su marcha un año después. El RPG que había visto la luz, bajo el nombre de Avalon, se inspiraría en el Rey Arturo y la Mesa Redonda, transportándonos a un mundo de fantasía repleto de caballeros, brujas y leyendas. Es obvio que ahora, conociendo esto, muchos se llevarán la mano a la cabeza y buscarán al responsable del porqué un título con estos ingredientes – cuya existencia sin duda alegría a muchos fans – nunca llegó a ver la luz. Por fortuna o por desgracia, el motivo tiene nombre propio: Serge Hascoët.
Tras su dimisión por los escándalos sobre el presunto acoso sexual en la compañía, al señor Hascoët se le suma la reciente polémica sobre el posible boicot al juego que desarrollaba Mike Laidlaw para Ubisoft. Tras una publicación de Jason Schereier en Bloomberg hemos podido conocer que el motivo aparente de la cancelación fue, en resumidas cuentas, poner un listón muy alto desde el principio, llegando a decir que ‘si se hacía un juego de fantasía, debía ser mejor que [la fantasía de] Tolkien‘. “Desarrolladores actuales y antiguos aseguran que Hascoët rechazó ideas con gran potencial”, logrando así limitar las posibilidades de mercado de Ubisoft. Pero todo no queda aquí: antes de que Laidlaw tomase la decisión de irse, habría presentado nuevos proyectos a Hascoët con ambientaciones distintas, tanto de ciencia ficción como basado en la mitología griega. Ambos serían rechazados.
Ver la paja en el ojo ajeno
Es obvio que cuanto más apoderado eres, con más potestad te ves para decidir qué está bien y qué está mal, pero cuando algo está bien y es tu posible ego o tus preferencias personales lo que imposibilitan a un proyecto alzar el vuelo, empiezas a adentrarte en un mundo donde al final tendrás consecuencias. Es posible que gracias al nada desdeñable asunto del acoso sexual – y a que, por tanto, ahora los focos están encima de Hascoët – este tema haya visto la luz y se ponga en duda si realmente hacía bien su trabajo, pero esto no deja de ser algo que explicita cómo las desarrolladoras deberían de mirar de vez en cuando a quién le dan estos galones para decidir si un juego sale adelante o no, ya que es algo que repercute de manera muy negativa ya no solo en su propia base de usuarios, sino también en la empresa en sí, imposibilitando algunas ideas rompedoras que podrían marcar un antes y un después, y acaban por tan siquiera llegar al horno. Porque, si nos paramos a pensar, es obvio que Ubisoft, pese a contar con grandes títulos en tu biblioteca, pide a gritos nuevas IPs como las que Laidlaw podría haber dirigido.
Esperemos que tras la marcha de Hascoët las cosas cambien en Ubisoft, y pronto veamos nuevos proyectos con tan buena pinta como la que prometía Avalon.