Rock 'n' roll
2011 fue un año de buenos títulos: Portal 2, L.A. Noire, The Witcher 2, Dark Souls, Saints Row: The Third, Bastion, The Elder Scrolls V: Skyrim… Entre tanto bombazo, puede que quedaran en un segundo plano juegos como el indie Rock of Ages que, aun no siendo comparable a estos títulos, merecía una oportunidad. Y la sigue mereciendo, vaya.
Sísifo – personaje de la mitología griega- hizo enfadar a los dioses, siéndole impuesto el castigo de empujar una gran roca hasta la cima de una montaña que, resbalaría siempre antes de llegar a la cima hiciese lo que hiciese. Puedes hacer, a partir de aquí, un libro existencialista como Camus, o… un juego de rocas. Sí, un juego de rocas suena mejor.
¿Ingenioso o estúpido?
Tras esta premisa la primera conclusión es que es un juego en el que impera el humor. Nada más lejos de esto: el modo campaña se trata de batallas entre Sísifo y distintos personajes célebres del mundo clásico: Napoleón, Da Vinci, Carlomagno, Platón, Aristóteles, etcétera. Es muy apropiado jugar el modo campaña en primer lugar ya que, a pesar de la escasa dificultad que a veces ofrece el NPC, es una forma perfecta de introducirse en el juego. Nos va desvelando de forma progresiva los diferentes mapas también disponibles en el multijugador y los elementos del juego. Se nos otorga el tiempo suficiente para explorar diferentes estrategias aunque, ya profundizaremos más por nuestra cuenta al adentrarnos en el multijugador.
Los tower defense tienen dos etapas: una defensiva en la que colocamos los diferentes obstáculos y otra ofensiva en la que recibimos en el escenario a la oleada enemiga, comprobando como de bien colocamos las defensas y, en ocasiones, existe la posibilidad de gestionarlas mientras nos atacan. La segunda fase es casi más contemplativa que activa.
Me encanta este tipo de juego. Cuando comienzas un juego de este género por primera vez, todo es un soplo de aire fresco pero tras un tiempo se repiten las estrategias, mecánicas, y enemigos. Es realmente difícil hacer que siempre sea algo novedoso. Rock of Ages hará las cosas diferentes llenando todos los huecos de acción. El juego consiste en desplazar nuestra roca por un recorrido hasta su final, en el que hay una gran puerta. Dicho obstáculo tendremos que derribarlo a bases de golpes –uno por ronda, por lo que repetiremos el proceso como mínimo un par de veces más – para completar la partida que termina al aplastar al avatar del contrincante que se encuentra atrincherado detrás del portón.
El escenario se trata en realidad de un circuito de sprint. Cada jugador tiene exactamente el mismo recorrido, pero esto no quiere decir que circulen por el mismo. Esto se debe a que llenamos de obstáculos el mapa por el que se va a desplazar nuestro adversario ya que lo que nos conviene es retrasarlo o, a ser posible, que ni se acerque a su objetivo. Hay multitud de trampas, pero podríamos dividirlos en estáticos y dinámicos. Los estáticos sería torres o explosivos, los cuales no tienen otra función que dificultar tu paso. Los dinámicos te persiguen, van a por ti. Aquí hay torretas que te disparan, elefantes que tratan de echarte del mapa, edificios que se encargan de lanzarte proyectiles desde el cielo… También podemos optar por la parte activa y disparar desde el cielo a nuestro rival a vista de pájaro, siendo una opción que añade considerable profundidad al conjunto jugable. Compramos estos obstáculos con dinero que generamos al jugar la ronda en la que atacamos a nuestro enemigo derribando edificios, o golpeando el propio portón. Este mismo dinero lo podemos invertir en mejorar nuestra roca para la ronda que juguemos, pudiendo añadirle una coraza, hacerla de fuego o incluso darle literalmente alas.
Es fácilmente comparable, en su parte jugable, a Super Monkey Ball. Poseen ambos un componente de habilidad muy alto, en el que los reflejos y el equilibrio son vitales. La bola posee unas físicas: no frena en seco, sino que tiene una distancia de frenado; hay un tiempo de aceleración hasta que alcanzamos nuestra máxima velocidad; al saltar la bola y caer del cielo, sentimos su peso… Todo esto es extremadamente necesario, ya que un control demasiado tosco o, por el contrario, uno que respondiera inmediatamente a nuestros movimientos echaría abajo todo. Rock of Ages pide ser construido desde unos cimientos fuertes.
Cabe decir que el título tiene una estética cartoon que, aunque simplona, no deja de tener estilo. No se trata de un escenario realista. De hecho… el juego pretende desprenderse de esa coraza y hacerte ver que no es más que un videojuego muy bien hecho sobre rocas móviles. Referirse al mapa como “escenario” nunca antes fue tan acertado. Está construido de tal modo que parece un decorado de alguna función con paisajes vastos, edificios y personajes creados como si de recortables se trataran. Los efectos de sonido refuerzan el absurdo. La bola de piedra grita al caerse, los enemigos al aplastarlos generan una sonora ventosidad. Sirenas, estallidos, estruendo de un público que no vemos, chillidos, aplausos…
Pero, donde hubo fortaleza, hoy flaqueza. Su mutlijugador merece mucho la pena aunque, a día de hoy, está vacío de jugadores. Solo podrás jugarlo en pantalla dividida o con un amigo. Es una pena porque en este apartado reside la riqueza de esta obra.
A falta del online, hay un par de modos extras: Carrera de Obstáculos y SkeeRoca. El primero elimina el componente de estrategia para que solo te preocupes de esquivar los escollos que nos dejó la IA y el segundo hace lo mismo solo que, al final en lugar del portón hay una rampa y una serie de agujeros con distintas puntuaciones en los que encestar la roca. En fin, menos da una piedra… (espero que me riais el chiste desde casa).
Tan interesante como extravagante
De acuerdo, no es Portal 2 ni Dark Souls. No obstante, Rock of Ages es una buena opción de juego multijugador que debe ser recuperado. Envejece bastante bien: a día de hoy el apartado gráfico y sonoro no ha perdido el interés y las mecánicas están bien pulidas. Tenedlo pendiente en las rebajas del año, que, de gustaros este título, quizá sería inteligente plantearse ir a por su secuela.