Navegar sin temor, en el mar es lo mejor
Hay pocas sagas que resuenen tanto como Monkey Island. La última aventura de Guybrush tuvo lugar allá por 2009 y de mano de Telltale Games, y a pesar del tirón que podía tener (y hasta cierto punto tuvo) tampoco es que se haya hecho mucho por mantenerla. Return to Monkey Island se plantea como una nueva aventura en la que revisitar a los viejos conocidos, comerse la cabeza con unos cuantos puzles y olvidarse del mundo exterior, pero también como un cuento sobre hacerse mayor y añorar esos momentos pasados. Bueno, más o menos. Abajo os cuento.
Vamos primero con la parte jugable: estamos en una aventura gráfica moderna, así que la era de los verbos queda muy atrás. Podremos realizar dos acciones con el ratón, principalmente observar o hablar e interactuar. Aparte, tenemos nuestro inventario de objetos que poder usar o combinar para avanzar en la aventura. El juego tiene dos modos de dificultad, uno que hará la experiencia bastante más agradable para los nuevos o los que se agobian si se atascan y otro que mantiene la dureza de los puzles clásicos, en lo bueno y en lo malo. Igualmente, si nos quedamos atorados tenemos un libro de pistas muy conveniente en el inventario, que sin decirnos mucho al principio nos hará pensar las cosas desde una perspectiva distinta. Las aventuras gráficas se caracterizan por no tener el hilo más lógico de pensamiento, así que esa ayudita está bastante bien. Además, contamos con una lista de objetivos bastante clara para no perdernos y con un botón podemos remarcar los objetos interactivos del escenario.
Hablando de escenario, Return to Monkey Island es precioso en movimiento. Entiendo por qué causó rechazo la primera vez que se vio precisamente porque no a mí no me agradaba: todo parecía confuso, muy mezclado y extraño. Es empezar a moverse la imagen y oye, qué maravilla. Todo está cuidado hasta la extenuación, desde los fondos y los personajes hasta las animaciones, que parecen sacadas de una serie. Disney, nunca te he pedido nada, pero tienes que hacer más de esta movida, necesito más. También hay que tener en cuenta que un mundo no es nada sin su música, y el apartado sonoro es excelente. Con una banda sonora cambiante según donde estés sin alterar la melodía principal (como en la segunda entrega), los temas enganchan y nunca cansan, cosa importante teniendo en cuenta el tiempo que pasaremos yendo de un lado a otro. Los actores de voz también lo clavan, y junto a esas animaciones tan curradas ayudan a que te metas aún más. La localización, por otro lado, también está muy bien, aunque algún chiste se puede quedar colgando.
Guybrush ha crecido y es papá. El juego empieza justo donde terminaba el segundo, pero se trata como una historia más que nuestro pirata favorito le cuenta a su hijo. De esta forma, no nos cargamos el canon y creamos una protuberancia temporal; todo bien. Ron Gilbert comentó que los Monkey Island bajo su mando eran creados siguiendo lo que sentía el equipo de desarrollo, y en esta nueva entrega se nota. Recorreremos Mêlée y otras tantas islas y sitios conocidos y todo es… distinto. En muchos casos no es ni mejor ni peor, es simplemente diferente. Han pasado más de 20 años del primer viaje, hay sangre nueva con una perspectiva concreta de lo que es la piratería y algún que otro enterado. Por ejemplo, hay un museo con objetos de las otras aventuras de Guybrush, el conservador es un chavalillo demasiado emocionado que prácticamente se ha inventado sus historias pero quiere sentirse parte de algo. Además, los nuevos jefes pirata son unos capullos que tienen al pueblo aterrorizado. Mientras tanto, mucho de lo que antes se tomaba como icónico ahora o está en peligro de extinción o ha desaparecido por completo. Nos quedan las referencias, pero no es lo mismo.
Return to Monkey Island es hilarante, echa mano de puzles clásicos de la saga y los integra bastante bien, pero hay un hueco extraño. Es una nueva aventura y estamos con la gente de siempre, se supone que tiene que ser un viaje ideal, ¿no? El juego dura unas diez o quince horas, y en ese espacio de tiempo se nota que no faltan nuevas ideas, pero tampoco las suficientes. No se puede vivir constantemente de viejas glorias, y hasta el juego es consciente de ello y se ríe de que ya hemos hecho ciertas cosas otras veces, pero eso no quitas que las estamos repitiendo. Sigue siendo una aventura muy sólida, por supuesto, pero el balance es raro. La aventura sigue y el mapa se abre, teniendo varias islas (alguna muy poco aprovechada) por las que ir pivotando para avanzar en busca del Secreto. Al final esa es la meta, descubrir cual es el dichoso Secreto de Monkey Island que da nombre al primer juego. Guybrush no se detiene y va casi por inercia: quiere saber lo que es cueste lo que cueste, pero eso tiene sus consecuencias.
A veces nos obsesionamos demasiado por algo en concreto, ya sea una meta personal, de trabajo o para demostrarle algo a alguien, y en el proceso hacemos daño a los que nos rodean sin querer. Le pasa a todo el mundo, pero tiene que haber algo que nos haga replantearnos si el objetivo merece la pena de verdad. Las noches sin dormir, las horas echadas por tierra, perderse compromisos o dejar de lado a los que más te quieren. Llegas al final, ves el resultado y no sabes si dar saltos de alegría o ponerte a llorar.
Lo que trato de decir es que el final me ha roto.
Desear una aventura interminable
No voy a decir cuál es el Secreto ni hablar de ningún final en concreto. Cada uno lo va a experimentar y asimilar de una forma distinta y eso es precioso, porque es uno de los mejores finales que se le podía dar al juego. Quizá no es el final que quería, o igual lo que realmente pasa es que no quería que hubiese un final. Quería una aventura interminable, estar dando vueltas con el barco, ver a Elaine y compañía y no volver a casa, como un niño en un parque de atracciones. Return to Monkey Island no es tanto una sobre hacer mayor como una sobre aceptar que lo importante no es llegar, sino disfrutar todo lo posible del camino. El día después de un viaje perfecto, cuando la realidad cae de verdad sobre ti, es el peor y mejor al mismo tiempo: sí, ha terminado, pero joder, qué guay ha sido. Este juego es quedar en un bar con el amigo que se mudó hace quince años a otro país por trabajo. No sabes cuándo vas a volver a verle, no sabes siquiera si vas a saber de él, pero eso no es lo que importa. Estáis juntos, recordando los buenos momentos y puede que incluso se os olvide poneros al día. Para mí ese es el verdadero Secreto.
Este análisis ha sido realizado con una clave para Steam cedida por Cosmocover.