Un vistazo al género de cara a Cyberpunk 2077
Desde que pudimos ver el tráiler debut el 10 de enero de 2013 de la nueva apuesta y ahora inminente apuesta del estudio polaco CD Projekt RED por el RPG con tintes first-person shooter – el cual se basará del ya antiguo Cyberpunk 2020, un juego de mesa que salió en 1988´en constante actualización -, pocos han sido aquellos que han podido resistirse al deseo general de visitar la decadente Night City, el sueño de un empresario que buscaba con anhelo recrear su ciudad idílica. Nacida como el estándar en el que las diferentes ciudades del mundo se deberían de fijar, acabó consumida, según el lore original, por la pobreza y la desigualdad, principalmente debido a los privilegios que tenían las megacorporaciones allí asentadas, a las cuales se les permitía explotar a sus trabajadores hasta la extenuación. Guerras callejeras, cuerpos de seguridad inútiles, grandes empresas insensibles; lo que conocemos como cyberpunk.
Origen y disección del género
El término cyberpunk fue utilizado por primera vez en la década de 1980 en el ámbito literario, concretamente por Gardner Dozois en 1984 en un artículo donde hablaba sobre la ciencia ficción de los 80. En un principio, cuando se hablaba de cyberpunk se pensaba como un subgénero de la ciencia ficción donde la avanzada maquinaria y los gigantescos pasos en el mundo de la tecnología habían derivado en una sociedad tremendamente avanzada, muchas veces en cuestión de poco tiempo. El propio juego de mesa Cyberpunk 2020 sitúa estos avances el año que viene, e incluso en una de sus versiones – creada en 1990 – se basa en el año 2013. Además de la estética que he mencionado anteriormente, destaca una de las principales características del género: la desigualdad, el caso, el desasosiego. La distopía.
Los mundos “fantásticos” donde transcurren tales historias suelen verse corrompidos hasta la médula debido a las megacorporaciones que en secreto o no gobiernan los barrios, ciudades e incluso estados y países enteros. El avance tecnológico ha permitido una prematura evolución en la sociedad, la cual no logra adaptarse ya sea porque no tiene el capital necesario o porque ni siquiera se le permite. La fragmentación entre los dos principales bloques de la misma comienza a separarse más aún de lo que ya estaban (o están): las élites gobernantes disfrutan de todo el trabajo realizado por una mayoría semiesclavizada que apenas logra sobrevivir a duras penas, recurriendo al consumo de drogas sintéticas o diversas maneras de “ocio actual”, como la simulación, para poder alejarse de la rutina que destroza sus vidas. Esta disgregación no es exclusiva de las personas que conforman las ciudades. No queda solo en sus historias o en sus palabras, no, sino que el mundo es una clara muestra de qué está pasando.
Podríamos hablar de una sociedad de clases totalmente separadas una de la otra, sin ambigüedades o restos residuales que provoquen la más mínima duda, y con mirar los entornos donde viven estas las vemos claramente. Uno de los mejores ejemplos para ilustrar esta situación sería Akira con su reimaginación de Tokyo mediante la moderna Neo-Tokyo. La disparidad entre adinerados y pobres, entre empleadores y empleados, queda explícitamente reflejada en la situación de la vivienda de cada uno. Podemos ver los altísimos rascacielos, las mega-construcciones que adornan la ciudad con esas luces y colores que parecen invadir todo lo que la vista permite, pero todo lo que vemos no es más que las extensas pertenencias de una minoría. Esa no es la ciudad de Neo-Tokyo donde la gente vive. Más abajo podremos encontrar suburbios, distritos abandonados, inundados o gobernados por mafias locales. Abajo la vida es diferente: la luz no llega, los edificios que se ven en la lejanía no son más que el recuerdo de donde estás y a lo que aspiras, el recuerdo de una muerte que no te elevará pues tu situación jamás te lo permitirá. El cielo queda más lejos que nunca del infierno, una relación que nadie mejor que Ruiner sabe ejemplificar.
Ruiner es un título de acción frenética en el que contaremos con diversas habilidades para destrozar a nuestros enemigos. Se sitúa en el año 2091 en Rengkok, una ciudad dominada por el conglomerado de empresas llamado Heaven que domina todo lo que ocurre en la ciudad. Nuestro protagonista, conocido como Puppy, es un hombre enmascarado el cual deberá seguir las instrucciones dadas por diferentes personas durante el transcurso de la historia para poder encontrar a su hermano tras haber perdido la memoria. Durante el gameplay iremos visitando diferentes lugares de la metrópolis, desde el impecable edificio que corona la ciudad hasta lo más oscuro y retorcida de las entrañas de la misma. La sociedad está devastada por la pobreza extrema, por el crimen organizado, las drogas, por todos los factores que poco a poco se han incluido en el día a día de personas que aspiran vivir un día más. Nos veremos obligados a ir recordando quienes somos accediendo a los estratos más profundos y oscuros, los cuales se encuentran en las profundidades, y es en estos sitios donde veremos lo que implica el género cyberpunk.
En una de nuestras misiones cercanas a la recta final llegaremos a la granja de virtualización, un complejo donde se tienen recluidos a sujetos de los más bajos estratos sociales para que sean hosts de unas máquinas de realidad virtual que Heaven comercializa para los civiles. Este desprecio por la vida humana nacido desde las más altas cúpulas es, en esencia, el núcleo del género: tendremos como justificación de la brecha social un prematuro e increíble avance tecnológico, pero lo que ello conlleva es el ascenso de unos pocos y la desesperación de muchos.
Con todo esto quiero redirigirme a Cyberpunk 2077 y lo que cabe de esperar de un título así.
Con CD Projekt RED detrás, actualmente uno de los estudios más respetados de la industria y creadores de una saga que ha relucido con su último título, es difícil que las cosas salgan mal, pero siempre es conveniente estar preparado. Actualmente he empezado The Witcher 3, un juego que he tenido parado demasiado tiempo y que quiero disfrutar ahora poco a poco, pero lo he empezado principalmente por un motivo, y es para conocer cómo trabaja el estudio polaco. Cabe esperar (y por el gameplay que pude ver en la Madrid Games Week apunta a ello) un portento gráfico a la altura y, dentro de lo esperable para la próxima generación, unos buenos niveles de destrucción, pero sobre todo diversas formas de enfrentar los combates. No obstante, no puedo evitar preocuparme por si el título homónimo estará a la altura de un género que sin lugar a dudas es difícil de interpretar, y que puede llegar a provocar cierto vértigo. A la hora de enfrentarnos al título de aquí a unos meses deberemos de ser críticos, con los ojos bien abiertos y, si hace falta pararnos, contemplar lo que nos rodea; encontrarnos con los más desvalidos e indagar la causa.
Hablar de cyberpunk significa hablar de estructuras infinitas que se extienden hasta el cielo, de realidades virtuales en el día a día, de cientos de armas que jamás habríamos imaginado. También de drogas, de muerte, de una sociedad marginal al borde del colapso, de gente viviendo a costa de multitudes. Implica hablar de la peor cara de la humanidad.