La obligada y autoimpuesta necesidad de ver todo el contenido

Para muchos, y especialmente para aquellos que ya llevan un par de décadas surcando los azarosos mares de la industria, identificar un juego como un buen título o incluso como uno de sus favoritos puede llegar a ser una tarea muy difícil. Hay que tener en cuenta muchos aspectos para incluirlo en ese Olimpo personal que tenemos cada uno de nosotros, y todos y cada uno de esos apartados clave para la identificación pasan por un análisis subjetivo del jugador. Cada uno tiene sus propios gustos y su propio criterio, por lo que la gran mayoría de juegos de esa lista no van a coincidir. Y para mí, uno de los aspectos claves que debe cubrir todo juego que ose entrar a dicha lista es la rejugabilidad, es decir, si estoy dispuesto a pasármelo de nuevo, y si al hacerlo lo disfrutaré lo mismo o más que en mi periplo original. Este segundo viaje suele ayudarme a revalorar propuestas que quizás originalmente no acabaron de enamorarme, por lo que podríamos decir que este aspecto es como un bonus track; un comodín para el desarrollador, y una segunda oportunidad para diferenciar un juego correcto de un absoluto juegazo.

Por supuesto, he de aclarar que los juegos de los que voy a hablar han sido elegidos de entre mi lista de indispensables, ya que hay decenas de juegos que a pesar de habérmelos pasado mil veces no han conseguido consagrarse como mis favoritos, aunque no por ello hayan dejado de ser propuestas realmente atractivas de las que he disfrutado como un niño chico. Muchos podrán pensar que no he incluido juegos clave de la industria que para ellos son los mejores, pero, reitero, estoy hablando desde una perspectiva personal, en la que intentaré ilustrar cómo una segunda vez en un juego puede deslumbrarnos con las claves para su disfrute.

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Como ya he citado en alguna ocasión, Kingdom Hearts II es, con permiso de tantísimas otras obras de relevante calado personal y popular, mi videojuego favorito de todos los tiempos, mas no se convirtió en mi juego estrella a la primera – nada más lejos de la realidad -, a diferencia de otros juegos de los que hablaré más adelante que sí supusieron, en primera instancia, algo revolucionario para mi perspectiva de jugador. Con la segunda parte numerada de la franquicia de Square Enix pasó algo peculiar, y es que aquello que hizo que me marcara fue el mero hecho de, tras haber vivido la aventura completa de Sora, comenzarla de nuevo y revivir ese comienzo con Roxas en Villa Crepúsculo. Por la época en que me compré el juego yo no tenía memory card de PS2, por lo que cada vez que apagaba la consola tenía que volver a empezar la historia desde el principio, obligándome a enamorarme de Roxas, mi personaje favorito de la saga, una y otra vez. Cuando que me compré la memory card pude proseguir la historia, pero nada a lo largo del juego, exceptuando el final, pudo comparárseme con todas esas horas vacías empleadas en el principio del juego; horas que, a pesar de que sabía que eran en vano, seguía empleando gustoso.

Una vez completé el juego pensé, dada la injustificada y artificial melancolía que me había autoimpuesto, que la magia estaba en el principio del título, pero al comenzarlo de nuevo volví a quedar embobado no solo con el prólogo, sino también con el resto de contenidos que le seguían; con todas esas historias y batallas épicas intermedias que conformaban el nudo de la historia, tanto en los mundos de Disney como en los mundos de Square Enix, quedando los extremos de la propuesta como meras guindas del pastel. A pesar de todo esto, no fue hasta hace unos pocos años cuando decidí darle una tercera o cuarta vuelta, y fue ahí donde definitivamente me sentí con la suficiente potestad como para coronarlo como mi juego favorito, pues era capaz de hacerme sentir lo mismo que la primera vez que lo jugué, volviéndome a emocionar como entonces y permitiéndome volver a una infancia que se me antojaba atemporal.

Kingdom Hearts III 3 KH3 Box Art main

Esta experiencia me está volviendo a suceder con Kingdom Hearts III, cuyo final supuso un nuevo flechazo para mi identidad gamer, considerando originalmente el resto del juego como un mero trámite. No obstante, en mi segunda partida actual estoy redescubriendo la magia de la parte intermedia del juego; basta con decir que a día de hoy llevo en esta segunda partida unas 30 horas y aún me queda medio juego, cuando en la primera partida a las 35 horas lo había completado.

Ciertos capítulos de la saga estrella de Nomura conforman algunas de las mejores respuestas a la retórica de porqué merece la pena rejugar videojuegos.

No obstante, y aunque parezca mentira, hay otros muchos juegos a los que les he echado incluso el doble de horas en rejugarlos, y uno de ellos es Halo, el titán de los exclusivos de Xbox. Disfruté muchísimo con los dos primeros Halo, pero no fue hasta Halo 3 y hasta Halo Reach – en especial, hasta este último – cuando sentí la real necesidad de explotar todas las posibilidades que me ofrecía su sistema de combate. La saga Halo está en la corriente de acción lineal, como toda campaña de shooter que se precie, hay determinados capítulos y determinadas misiones para completar la historia, y no hay ningún tipo de variación respecto de la primera vez que completas un juego con la segunda, tercera e incluso cuarta. La primera vez que me pasé Halo Reach estaba emocionado, por el simple hecho de haber seguido con la saga, aunque esta historia fuera independiente, pero me lo volví a pasar, y la emoción seguía latente. Es un juego que merece mucho la pena volver a completar, por su historia y su jugabilidad, puede que no fuera el mejor halo ni el mejor juego de la época, pero era suficientemente bueno como para hacer que te lo volvieras a jugar y lo volvieras a disfrutar, aunque no como el primer día. A diferencia de otros juegos, los de acción lineal pueden llegar a ser extremadamente repetitivos, básicamente porque es repetir la historia una y otra vez y de ahí la lógica de la repetitividad. No obstante, este tipo de juegos, merecen ser rejugados, puede que no mil veces porque si no te cansas, pero si un par de veces ya que la carencia de posibilidades de juego, la compensa, casi siempre, con una gran calidad argumental, de la que no eres del todo consciente hasta que vuelves a jugar.

Halo TMCC The Master Chief Collection

Esto mismo podríamos aplicar para Star Wars: El Poder de la Fuerza, un hack and slash de acción lineal que contaba una historia alternativa a la conocida por los fans de Star Wars. Este juego me lo pasé también unas cuantas veces, por el mismo motivo que Halo Reach o Halo 3, tenía una historia buenísima que iba acompañada de un gameplay envidiable en el que el combate con espadas laser era sumamente satisfactorio, y este fue uno de los principales motivos para rejugarlo, introducirme en una historia alterna al universo de Star Wars y utilizar los poderes Sith/Jedi para controlar la fuerza y seguir tu propio camino. Pero volvemos al mismo problema de antes, no ofrece nada más allá de lo visto en la primera vez que te lo pasas, por lo que puede pecar de lo mismo, repetitividad lógica. No obstante, esto es con la mentalidad actual de juegos que te dan muchísima libertad de actuación y que cada vez que te los pasas puedes hacer mil cosas distintas, sin embargo, en una época en la que el sandbox sonaba a nombre de Pokemon, los precedentes antes dichos ya eran suficiente motivo para la rejugabilidad.

Fallout ShelterY de libertad es de lo que trata la rejugabilidad, si un juego te da la oportunidad de hacer las cosas de distintas formas, que menos que aceptarla, y volver a jugar, y esto es lo que pasa en juegos como Skyrim o Fallout. De todos es conocido que Bethesda hace juegos enormes, que te brindan mil posibilidades en una misma partida por lo que con una sola vez no basta para disfrutar de la experiencia completa de uno de sus juegos. En Skyrim, al igual que en Fallout, hay un arco principal, una historia sobre la que giran todos los acontecimientos notorios del juego, no obstante, también hay muchos arcos más pequeños que junto al principal te hacen disfrutar de la rejugabilidad en estado puro. Yo mismo me habré creado mil personajes en Skyrim, personajes para la historia de la hermandad oscura, del gremio de ladrones, de los compañeros, el colegio de magos etc. Son historias que no podría cuadrar todas a la vez con el mismo personaje, básicamente porque las habilidades y estadísticas elegidas son de distinto requerimiento en cada arco. Este tipo de cosas hacen que rejugar un juego sea la única forma de sacarle todo el jugo y de disfrutar la experiencia completa, y que menos que hacer esto si te dan la oportunidad. Además, con cada partida nueva que empiezas en Skyrim, descubres nuevas cosas, tesoros, enemigos, lugares únicos etc. cosas que de no ser por una decisión repentina un jueves por la tarde de volver a jugar Skyrim, nunca habrías descubierto.

Ahora bien, no todos los juegos con capacidad de rejugabilidad son de acción o aventura, pueden ser de todos los géneros y uno de los títulos que ofrece más posibilidades a la hora de rejugar es FIFA. En FIFA hay muchos modos distintos de juego, está el camino de Alex Hunter, que básicamente es un roleo en FIFA, el modo carrera como entrenador o como jugador, los torneos etc. por no hablar de las posibilidades online. Yo no soy bueno al FIFA, es por eso que prefiero jugar contra la máquina, y por esta razón puedo hablar de todas las carreras distintas que he creado a lo largo de la historia de los FIFAS. Este modo del juego es la a la que más partido se le puede sacar, empezar con clubs distintos, fichar a jugadores distintos, elegir posiciones distintas etc. Por eso también incita a rejugar, pero a diferencia de los juegos anteriores, en este no se acaba nada hasta que tu no lo decidas, si te apetece crearte un jugador que juegue de extremo y llevarlo a ganar un balón de oro, puedes hacerlo y no por eso la carrera se acaba, o puedes, como entrenador, ganar todos los títulos habidos y por haber y continuar con tu carrera como si nada. Esta es una de las maravillas de FIFA, cada partida nueva puede ser totalmente distinta, el único límite eres tú. El problema es que, para gente que no le atrae muchísimo el juego en sí mismo, es el pecado del que hemos hablado antes, la repetitividad. Jugar un partido, y otro, y otro, y otro, puede llegar a aburrirte a pesar de que hayas empezado mil carreras distintas con mil posibilidades distintas, porque el núcleo del juego es jugar partidos, y ahí da igual el equipo, la posición las estadísticas etc. al final, cuando te acostumbras a todos los cambios realizados de una partida a otra, siempre vuelve a ser lo mismo, aunque eso no impide que puedas volver a empezar y rejugar una carrear, o torneo.

FIFA 19 FUT TOTW

Por último, y para completar el elenco de géneros aptos de la rejugabilidad, debo de hablar de otra saga en la que he invertido muchísimas horas rejugando, la saga Assassin’s Creed. He tenido la suerte de poder jugar y completar todos y cada uno de los Assassin’s Creed, desde el 1 con Altaïr, hasta el Odyssey, con Alexios o Kassandra, el juego ha ido evolucionando y cambiando la forma de actuar del jugador, desde juegos que se basaban sobretodo en el sigilo, los 3 primeros, hasta juegos en los que prima el RPG, pasando por puntos más intermedios. Con esta saga me pasa algo peculiar, y es que me he pasado los primeros muchas veces y en cambio los dos últimos solo una, siendo estos dos los que te brindan las mil posibilidades adicionales y la toma de decisiones. Assassin’s Creed 1, 2 y la Hermandad son mis tres favoritos, y gracias a esas historias de venganza pura acompañadas de un gameplay basado en el parkour y en la pelea rápida de contraataques, me enganché a todos y cada uno, a pesar de conocer perfectamente la historia y lo que sucede en cada parte. No obstante, llegados a los juegos en los que puedes actuar de distintas formas con equipamiento alterno o con distintas habilidades, es decir, juegos aptos para la rejugabilidad, es tan escasa la importancia de los aspectos originales que pierde la gracia de la saga, y por esta razón puedes pasar de querer rejugarlos a no querer volver a tocarlos, cosa que con los originales no me pasó. Sí que es cierto que, en cuanto a calidad argumental, los primeros son sumamente superiores, y solo rejugandolos puedes advertir detalles que en una primera visita no se perciben. A diferencia de algunos de los juegos anteriores, los tres primeros Assassin’s Creed, no se me hicieron repetitivos, a pesar de tener una historia lineal que no puedes modificar, pero la razón de que esto sucediera está en la exploración, antes de cada misión puedes explorar el mundo como te venga en gana, y este es uno de los principales atractivos de la saga, y posiblemente la que marca la diferencia a la hora de rejugar.

La conclusión es tan breve como sencilla. En mi experiencia a lo largo de infinidad de videojuegos, solo unos pocos han conseguido llamar mi atención suficientemente como para rejugarlos, y esto se traduce directamente en que, para mí, son buenos juegos, ya que si no me he quedado satisfecho de juego con una primera partida, es que quiero repetir plato, y solo si realmente me ha gustado siento la necesidad de volver a empezarlo, por lo que para mí la clave de un buen juego reside, parcialmente, en su rejugabilidad. ¿Y para vosotros? ¿Consideráis esta capacidad como algo relevante dentro del conjunto narrativoo jugable? ¿Conocéis otros ejemplos que creáis que expriman dicha característica, como bien podría ser el más que sobresaliente NieR: Automata? ¡Nos leemos en los comentarios!