Todo lo que sube tiene que bajar
Mi sueño es viajar a Japón. La comida, la arquitectura, el ambiente nocturno o la geografía son solo algunos de los aspectos del país que merecen la pena destacar. Por no hablar de su cultura, un aspecto a tener en cuenta y que; por lo que cuentan, es como estar en otro mundo. No obstante, y a pesar de todos los encantos que ofrece el país, hay otro aspecto de este por el que me gustaría ir. Lo habéis adivinado: los videojuegos. Creo que todo “gamer”, “otaku” o —obviando etiquetas absurdas— amante de la cultura japonesa que se precie, ha pensado alguna vez en visitar la cuna de la cultura pop contemporánea más influyente de las últimas décadas.
Una de las paradas obligatorias que haría sería entrar en uno de los salones arcades que residen en el la capital del pais, en Tokio. En España, entendemos como salón recreativo una bolera que tiene algunas máquinas para conseguir tickets y gastarlos por peluches; o, si tienes pocos tickets, una goma de borrar o un chupachups. De hecho, si buscáis en Google Maps “Salón recreativo” probablemente el único resultado sean casas de apuestas. En Japón es mucho más que eso. Un salón recreativo japonés es un centro de reunión para quedar con tus amigos y conocer gente, pero, sobre todo, para jugar a videojuegos. Y resulta que los japoneses, tanto en este como en muchos otros aspectos, pueden llegar a obsesionarse con ser los mejores en la máquina que les gusta. Las puntuaciones, los rankings y el esfuerzo por mejorarse a si mismos y masterizar una recreativa es una ideología que resulta admirable y que puede ser complicada de entender en occidente. Sin embargo; y como podéis imaginar, los salones arcades no están pasando por su mejor momento. Ni en Japón ni en el resto del mundo.
El cierre de un edificio mítico para los videojuegos
Recientemente, el salón arcade de SEGA Ikekuburo Gigo ha cerrado permanentemente sus puertas tras 28 años abierto. Un momento triste para todos los fans de las recreativas, tanto para los que iban prácticamente a diario al local, como para aquellos como yo, que deseaban viajar al país para entrar en un edificio tan emblemático como este. El salón arcade, ubicado en Ikebukuro, llevaba abierto desde julio de 1993. Desde entonces, el local se ha convertido en un edificio icónico, y no solo por el arcade, sino por lo que representa para los videojuegos y para la ciudad.
Quiero aclarar que escribo estas palabras desde la ignorancia de un millenial que no ha conocido un salón arcade clásico en la vida. Al fin y al cabo, desde que prácticamente todo el mundo puede permitirse una consola o un móvil, pocos son los salones recreativos que quedan en todo el mundo. Aún así, siempre he tenido la esperanza de que al viajar al país del sol naciente me encontraría con un paraíso de arcades y videojuegos. Al final, nos guste o no, los cambios acaban llegando. Según medios como Famitsu o Kotaku, el local se ha visto obligado a cerrar por un acuerdo de renovación del edificio. Sin embargo, todos sabemos que no es el momento más adecuado, ni para llevar un local de recreativas, ni para llevar un local, a secas. Lamentablemente, la decadencia de las recreativas y la pandemia de COVID-19 son factores que se deben tener en cuenta en un sitio como este.
Innovación y creatividad en un mercado moribundo
Y sí, soy consciente de que hoy en día tenemos acceso a una infinidad de juegos de recreativas de forma gratuita al alcance varios “clicks”. Sin hacer apología a la piratería, existen múltiples proyectos y páginas web que recopilan todos los juegos arcade que puedan existir para preservarlos y poder jugarlos en un emulador. Sin embargo, hay que reconocer que la magia de sentir que estás en un santuario de los videojuegos compartiendo tu afición con otras personas, es un sentimiento que ha ido desapareciendo con el paso del tiempo.
Pero no quiero terminar así, dando una imagen deprimente del mundo de los arcades. Quiero terminar dando esperanza. Tras la noticia del cierre del popular salón arcade, Sega anunció que haría una fiesta conmemorativa el día antes de su cierre. Una aglomeración de nipones amantes de las recreativas se reunieron en la entrada de SEGA Ikekuburo Gigo el día antes del cierre permanente para darle una despedida por todo lo alto. Como he dicho antes, pocos son los salones recreativos que aún perduran en occidente. Pero no han desaparecido por completo. En España podemos encontrar algunos proyectos que luchan por preservar la cultura del arcade. Un ejemplo es el local Arcade Levels, situado a las afueras de Zaragoza. Un local con el objetivo de conservar y compartir con el público general cientos de recreativas clásicas y modernas.
Uno de los problemas que tenían los antiguos centros de recreativas era que tenías que pagar por cada partida y, si morías, no podías continuar a no ser que pagarás más. Bien, pues Arcade Levels ha solventado este problema cobrando únicamente la entrada al local y permitiendo al público jugar de forma ilimitada a todas las máquinas durante las seis horas que están abiertos. Una solución eficaz y modernizada al ya obsoleto negocio de las recreativas. En conclusión, si sois grandes amantes de las recreativas o si no habéis tocado una en vuestra vida, sabed que no todo está perdido y que aún existen negocios que apuestan por preservar este nicho. ¡Vivan las recreativas!