Un anárquico paraje de muerte y frenesí
Hace no mucho le dedicaba un tributo a un juego post-apocalíptico de la pasada generación y ahora, como amante del género que soy, le toca el turno a otro título que comparte ambientación, pero que es completamente distinto lo mires por donde lo mires. Hablo, por supuesto, de Rage, una singular obra de manos de id Software y Bethesda Softworks que se estrenó el 4 de octubre de 2011 para PC, Xbox 360 y PS3.
Puro frenesí, acción, adrenalina, y conducción se mezclaron en este cóctel impresionante para formar uno de los juegos más notables que pasaron por nuestras pantallas en aquel año y que, no obstante, quedó un tanto relegado al olvidado entre el público. Pese a ello, Bethesda parece no haber perdido la esperanza, y es que tenemos prácticamente a la vuelta de la esquina el futuro Rage 2. Quizá porque esta obra merece tener una continuación, quizá porque hay un nicho de jugadores que ansían su llegada, el caso es que el primer Rage se convirtió por méritos propios en una pieza casi de culto para muchos. ¿Qué tenía de especial? Vamos a rememorarlo juntos…
El anárquico futuro
Recuerdo quedarme sumamente sorprendido la primera vez que jugué a Rage y vi la increíble cinemática con la que abre su campaña, todavía hoy la recuerdo. En unos pocos minutos sabemos que en el año 2029 el mundo dejó de existir tal y como hasta entonces se conocía. Un enorme asteroide arrasó gran parte del planeta Tierra, llevándose consigo la vida de millones de personas. Ahora, los que quedan malviven en un mundo lleno de hostilidades, asentamientos, ciudades fortificadas y muertas, urbes destrozadas… El miedo y el hambre aprietan aquí, y la gente no duda en luchar y hacer lo que sea por sobrevivir. Hay grupos de bandidos y carroñeros por todas partes, pero eso no es lo peor, correrás peor suerte si te topas en tu camino con horribles mutantes con sed de sangre que ahora vagan por el exterior.
El jugador encarna a un hombre que despierta después de haber sido sometido a un largo sueño por el proyecto denominado “El arca”. Un proyecto creado antes de que el asteroide cayera sobre la Tierra, destinado a mantener con vida a unos supersoldados criogenizados en capsulas. Y esta condición hará que las personas tomen distintos tratos hacia nosotros a lo largo de la historia. Tras nuestro despertar, debemos ir en busca de respuestas para descubrir poco a poco cómo el mundo ha cambiado.
Rage fue un juego sumamente difícil en su día para id Software. Los creadores de sagas tan conocidas como Doom o Quake, encabezados por John Carmack y Tim Willits, estuvieron trabajando en su desarrollo durante más de cuatro largos años, tratando de perfilar todas las mecánicas de FPS para llevarlas a un nuevo grado de diversión y realismo. El mundo de Rage, además, pretendía ser orgánico y natural. Un mundo semi-abierto, sin llegar a ser un sandbox de escala tremendamente colosal, pero tampoco quedándose en una experiencia guiada o lineal. El juego propone misiones y es el jugador el que decide cuáles quiere ir abordando, a su ritmo, mientras la trama avanza por distintos derroteros (finalmente sin mucho interés, todo hay que decirlo, y es que seguramente sea en este apartado donde el producto termina flaqueando más).
Por lo que en realidad brilla Rage es por una gran jugabilidad y ambientación, si vas buscando eso en él, quedarás muy satisfecho. El juego quiere ser disfrutado y por ello ofrece una dificultad ajustada a cualquier perfil de jugador: fácil, normal, difícil (e incluso un nivel extra para los más expertos, llamado Pesadilla, donde los enemigos son mucho más fieros y nuestra salud puede durar muy poco). Una vez a los mandos enseguida se siente cómodo. Ese es su factor principal y el más pulido. Desde correr, saltar, agacharse, apuntar, conducir, crear objetos, trajes, accesorios… Hay decenas de elementos con los que modificar nuestra forma de afrontar el combate, y todos tienen su propio gusto. El juego da una gran variedad de armas y munición para cada una de ellas, se pueden usar pistolas, escopetas, fusiles, francotiradores, ballestas… También existen armas de corte más secundario como las granadas, las torretas automáticas, un ingenioso coche bomba a control remoto, o los wingstick, una especie de hélice que funciona como proyectil tipo boomerang, la cual es el arma más característica del juego y una de las más placenteras de usar.
Todo lo que respecta a los combates está ligado a dos palabras: fluidez y diversión. Los enemigos ofrecen siempre retos y escaramuzas entretenidas, desde grupos de bandidos que atacan en manada, a mutantes gigantescos que siembran el caos a su alrededor. Todos ellos reaccionan perfectamente a nuestra presencia, algunos más inteligentes buscan coberturas, otros nos atacan con tremenda furia… Nuestra vida se regenerará sola si nos cubrimos durante unos segundos, pero si cometemos el error de morir, aún tendremos otra oportunidad de devolvernos a la partida si nos aplicamos con éxito una descarga eléctrica en una suerte de minijuego. De todas formas, no puedes confiarte siempre a este salvavidas, ya que tarda un tiempo en poder volver a usarse, así que cuidado con intentar burlar a la muerte (porque a veces se echan en falta autoguardados más frecuentes).
Además, Rage también hace hincapié en la conducción, permitiéndonos conducir vehículos propios y recorrer grandes distancias gracias a ellos. Podemos ir mejorando estos buggies, equipándole armas, pinchos en los neumáticos, un mejor turbo, una carrocería con distinta estética… Todo con tal de rendir al máximo potencial en trepidantes carreras y enfrentamientos a toda velocidad contra otros conductores (algo que recuerda a los que años después veríamos en el juego de Mad Max). La conducción es, por supuesto, de estilo arcade, sencilla pero efectiva a partes iguales.
La belleza en el caos
Sin contar las misiones principales de las que disponemos, el juego despliega todo tipo de encargos secundarios para perdernos por su mundo con los que ganaremos dinero, mejoraremos nuestro arsenal u obtendremos distintas herramientas. Podemos acudir a los tablones de anuncios para recibir objetivos concretos, ir a los circuitos de carreras, entrar en una especie de arena de combate que se retransmite por televisión en un programa llamado Mutant Bash, trabajar como cartero, o incluso jugar a frenesí de Rage, un curioso juego de cartas.
Rage hace un intento por resultar todo lo variado posible y no aburrir al jugador. Su planteamiento semi-abierto, su mundo y su genial ambientación, logran con éxito que sea un gozo perderse por sendas secundarias (aunque, inexplicablemente, no podemos echar mano nunca de un mapa con el que ubicarnos mejor, solo tenemos la referencia de un minimapa). Descubrir por uno mismo zonas inexploradas y empaparse de su contexto es de lo mejor de la experiencia; visitar unas viejas cloacas en busca de buenos materiales, saltar con tu buggie por los distintos terrenos áridos, matar clanes de bandidos, hallar escondites secretos, charlar con los ciudadanos para que te den consejos, comprar o vender objetos…
No me olvido, por cierto, del modo multijugador que también incluía la experiencia. Un tanto escaso en cuanto a contenido, ya que tan solo permite competir con otros jugadores en varios modo de carreras online. Fue una faceta que en su día no llegué ni siquiera a degustar por mí mismo y, a pesar de que seguramente no era un desastre, tampoco es algo que engrandezca el producto (y parece más un añadido obligatorio para cumplir con los estándares habituales). Rage también cuenta con un modo cooperativo para dos jugadores en el que cumplir encargos secundarios y que se queda un poco a medio camino de la nada.
En su día, Rage impactó en gran medida por su gráficos. No cabe duda de que para su momento era un portento visual. No solo por moverse en unos estables y fluidos 60 frames por segundo (aunque sus tiempos de carga son elevados y flaquea un poco en sus texturas), sino también por contar con unas técnicas de iluminación espectaculares, una recreación de escenarios muy cuidada, y un excelente trabajo de diseño de personajes, animaciones y vehículos. La nitidez y el detalle de las armas era otro factor a destacar. id Software mimó hasta el último rincón de su mundo, y eso se nota y se contagia en el jugador, que en más de una ocasión querrá parar el motor de su coche para ponerse a observar las increíbles estampas del yermo. Un yermo, por cierto, que está cerca de recordarnos por estética y paleta de colores a los vistos en películas como Mad Max, o juegos como Fallout y Borderlands.
¡Viva el desenfreno!
Rage fue un paso adelante en la forma de crear videojuegos de id Software. Generó bastante hype, y puede que por eso después no alcanzase las expectativas de muchos, o que simplemente se perdiese entre la tremenda avalancha de FPS de la pasada generación. De lo que no cabe duda es de que fue una pequeña brisa de aire fresco para el género en aquellos años, y marcó el rumbo a seguir para algunas mecánicas que más adelante se perfilarían todavía más (como por ejemplo, en el Doom de 2016). Ahora su secuela se perfila en el horizonte con un tono marcadamente más desenfrenado y ligero, solo nos queda esperar para comprobar si, como el título original, mantendrá esa esencia tan buena de pura evasión y diversión a los mandos.