Desafiando al destino
Es curioso ver que, después de toda la expectación que ha generado el lanzamiento de Final Fantasy VII Remake desde su anuncio, de lo único que se debata durante estos días en redes es de su final. Dentro de la comunidad de fans de la franquicia el miedo ha sido muy real durante todos estos años previos a su salida. Algunos querían simplemente un lavado de cara importante al clásico, pero manteniendo al 100% todas las localizaciones y sucesos que en él pudimos vivir en 1997. Otros querían algo más. No se contentaban con una copia a escala 1:1 de un videojuego que podemos seguir disfrutando en cualquier plataforma hoy en día, querían mejoras, más desarrollo de la historia y sus personajes y, en definitiva, que se convirtiera en la mejor versión posible de la obra maestra de Square Enix. Es por ello que la propia compañía, conscientes de la titánica tarea que tenían entre manos, se puso como objetivo primordial el contentar a todo tipo de jugadores. ¿Lo han acabado consiguiendo? En su mayoría sí, por lo menos hasta que llegamos a su capítulo 18.
Creo que a Final Fantasy VII Remake se le pueden achacar un buen puñado de cosas si nos ponemos a analizar un videojuego como lo que es: un videojuego. Su diseño de niveles llega a ser demasiado lineal y agobiante una vez llevamos un par de decenas de horas a los mandos, y el combate, si bien han conseguido crear una mezcla interesante entre JRPG por turnos y de acción, en futuras entregas podría estar más pulido. Sin embargo, al César lo que es del César, y el trabajo de adaptación por parte del equipo de Tetsuya Nomura para recrear Midgar y sus personajes ha sido tal, que podríamos catalogarlo como uno de los mejores Remakes de la historia. FFVIIR brilla cuando debe brillar, en sus cinemáticas, en esos paseos por el Sector 7 y cuando vemos a sus protagonistas interaccionar entre ellos de la forma más natural posible. En ese sentido, la parte más difícil de un desarrollo de estas características ha salido bien, pero también hay que tener en cuenta que estamos hablando de un proyecto tan ambicioso que contará con varios lanzamientos para contarnos toda la historia del original. Es por ello que, dentro de Square Enix, como propios fans de uno de sus juegos insignia, formaban parte de ese segundo grupo. Uno que quería una buena recreación del original, sí, pero que necesitaba que esta nueva saga fuera más allá.
Después de pasarme el juego y viéndolo ya con un poco de perspectiva, me doy cuenta de que Final Fantasy VII Remake mantiene durante el 99% de su desarrollo toda la historia original de aquella Midgar de 1997. Con adiciones, obviamente, pero la base es la base, y en todo momento sabemos que estamos jugando a ESE mismo videojuego, con mejoras. Ahí es cuando nos acomodamos, sabemos en gran parte lo que va a venir a continuación, y no somos conscientes de que mientras vislumbramos esa recreación a gran escala, hay detalles que están creando una subtrama hasta llegar al capítulo 18, donde todo explota. Detalles que tienen nombre propio: los Ecos, esos seres que van saliendo de vez en cuando en momentos clave de la historia, y que se encargan de que todo ocurra como tiene que ocurrir. Cuando Cloud vence a Reno en la iglesia de Aerith y lo intenta matar, los Ecos lo impiden porque éste no está destinado a morir así. Al igual que interrumpen al profesor Hojo cuando está a punto de contarle a Cloud la verdad sobre su pasado. Pero, ¿por qué? Porque todo tiene que pasar como sucedía en el videojuego original.
Aquí podríamos hacer un paralelismo entre los ecos y esa base de fans que no quiere que nada cambie en este Remake. Se podría decir que es una representación por parte de la compañía nipona de aquellos que se niegan a que su videojuego favorito sea con esta nueva versión una cosa completamente distinta. Como los ecos, se aferran a que la historia siga su curso con normalidad, como en 1997. Así, seguimos avanzando, hasta que en las dos últimas horas del juego Square Enix nos dice, literalmente en la cara, que a partir de ahora todo lo que vendrá a continuación es desconocido. Cloud y el grupo han vencido, motivados por un Sephiroth que quiere cambiar su futuro, al presagio que anticipaba cómo iba a acabar todo: con la muerte de Aerith, el meteorito cayendo y Cloud enfrentándose a él de una vez por todas. Sin los Ecos obligando a la historia a caminar por un sólo pasillo recto, las posibilidades son infinitas y sólo las próximas entregas definirán cuál es el nuevo rumbo que el grupo tomará a continuación.
Y, creo personalmente, que es en esta interpretación del final donde mucha gente se está equivocando, al menos en principio. Que el futuro ahora mismo en este Remake sea desconocido no quiere decir que vaya a cambiar absolutamente todos los sucesos del Final Fantasy VII original. Aquí estamos viendo a una Square Enix que quiere quitarse de encima todo ese peso que hay ahora mismo sobre ellos en este proyecto, diciéndole al jugador que necesitan libertad para crear la obra que ellos mismos quieren, sin olvidar tampoco en ningún momento de dónde vienen. En la desarrolladora no son tontos, son todo lo contrario, y sabían que necesitaban con esta primera parte crear de nuevo esa anticipación por el siguiente juego que se ha vivido desde aquel E3 de 2015. También saben que no pueden cambiar a su antojo una obra de culto como ésta, sin ningún motivo más allá de dar una nueva perspectiva. Es por ello que, bajo mi interpretación personal, con el futuro Final Fantasy VII Remake 2, el planteamiento será prácticamente el mismo. Mantendrán toda la base del original, pero desarrollando y haciendo cambios que nos hagan mantener el interés más allá de revivir los sucesos en mejor calidad. Así sigues atrayendo tanto a nuevo público como a los fans que quieren saber qué es lo que pasará a continuación, porque ahora mismo no lo saben. Con esto no quiero decir que no sea normal reaccionar de una forma negativa, pero creo que viendo el buen trabajo que se ha hecho con este juego, hay razones para tener esperanza en el futuro. No es fácil atreverse a desafiar al destino, ya te llames Cloud, Tetsuya Nomura o Square Enix, y creo que esa valentía es la que hace falta para hacer una obra que pueda trascender, ser especial y recordada, tal y como lo fue Final Fantasy VII en 1997. Sólo el futuro decidirá si mereció o no la pena.