(Para todos)
A veces tendemos a menospreciar el sector de los móviles por lo que se refiere a la industria de los videojuegos. Lo vemos como un espacio plagado de títulos gratuitos, llenos de microtransacciones y, en general, de pocas obras ambiciosas, sean RPG de cientos de horas o grandes indies como Celeste. En cierta manera la situación es así, con lo que es habitual que el público de consolas y ordenadores responda de manera negativa frente a las intenciones de distribuir sus juegos en este formato. Existe un miedo a perder todo aquello que es querido de la industria más clásica. “Activision Blizzard quiere llevar todas sus franquicias a dispositivos móviles”, titula Vandal y, automáticamente, afloran los malos pensamientos: ya la están cagando estos tíos y ahora quieren ir al siguiente nivel. Sí, todos sabemos que la empresa de Robert Kotick muchas veces se comporta como un demonio, pero no seamos tan simples. Expandir los videojuegos hacia los móviles comporta dos potenciales ventajas.
Una de ellas es el incremento enorme de la comunidad videojueguil, pues el mercado móvil es gigantesco. La mayoría de personas llevamos un smartphone en nuestros bolsillos y, actualmente, hay 5,19 billones de usuarios únicos de estos dispositivos en todo el mundo, según We Are Social y Hootsuite . Creo que gran parte de los que estamos por aquí disfrutamos viendo que más gente se une a nuestro hobbie, ya no solo por nuestros valores, sino por los beneficios que aporta a nuestra vida social. ¿A quién no le gustaría que hubiese más personas con las que hablar de videojuegos? Que dejáramos de oír tanto sobre la polémica del último partido del Real Madrid y hubiera más conversaciones sobre Crash Bandicoot o Diablo, por citar algunas producciones de Activision Blizzard. En mi opinión, pienso que todos agradeceríamos encontrar más semejantes.
La segunda virtud de los móviles es su portabilidad. Es la oportunidad que tenemos de disfrutar de nuestros juegos favoritos en nuestro propio móvil, sin tener que hacer un desembolso extra en consolas portátiles. Y aquí entran todo tipo de propuestas: desde aquellos que ansíen lanzamientos potentes gráficamente -estos sistemas tienen capacidad de sobra- a los amantes de los juegos tácticos, pasando por los fans de lo retro. Precisamente, he jugado a los dos primeros Sonic de Megadrive en unas versiones móviles que lucen espectacular y que se controlan de forma bastante cómoda con el panel táctil. No obstante, es cierto que en propuestas de este estilo, que requieren de unos controles ágiles, los smartphones pueden tener dificultades a la hora de adaptarse. Esto es algo que en muchos casos es imposible de mitigar, pero también es verdad que una estandarización de pads adaptables supondría un avance. Lo que no me parecería adecuado sería la implementación de mandos vía Bluetooth, ya que disminuiría en gran medida la portabilidad.
Con todo ello, si la voluntad de Activision Blizzard se transforma en acciones, y a ese movimiento se le suman otras compañías importantes, podríamos ver un enriquecimiento del sector de los juegos móviles. Esto es porque, como consecuencia de una fuerte inversión, el número de jugadores y de obras podría verse incrementado. Así, se podrían mitigar los defectos del catálogo actual, aportando más diversidad de propuestas. Si se lleva a cabo este avance, no veo que mal pueden aportar los móviles a la industria del videojuego. No creo que en un futuro próximo esta expansión venga acompañada de la destrucción del mercado de las consolas y de los PC. Ambas partes siguen facturando millones y tanto Sony como Microsoft están apostando fuerte por la nueva generación. Así pues, todo lo que comporte más opciones para el usuario es bienvenido. Y los móviles son una plataforma que, pese a sus actuales defectos, tienen suficiente potencial para ofrecernos experiencias atractivas.