Limpia sus males, limpia tu nombre
Este 2022 está marcado por un curioso auge en el género de los simuladores, especialmente de granjas y de vida. Está situación fue fácilmente reconocible a lo largo del querido periodo de conferencias veraniegas (E3 o no E3, no importa), donde han sido decenas los juegos anunciados para el futuro cercano cuya base radica en el cultivo y cuidado de un terreno, edificio o institución. Esta situación hacía imposible terminar una jornada sin pensar: “vaya, cuantas granjas”.
Pero en grandes o pequeñas dosis, es innegable que estamos hablando de un género con una fanbase considerable, que suele acoger muy positivamente cada juego que engrosa la lista. En esta ocasión, le llega el turno a Potion Permit, la obra más reciente de MassHive Media, donde se apuesta por mantener la esencia de títulos como Story of Seasons o Stardew Valley, pero cambiando la regadera por la jeringuilla, y los cultivos por pociones. En este caso, trabajaremos como alquimistas, recién llegados al pueblo de Moonbury, responsables de mantener la salud de sus habitantes y de poco a poco, recuperar la reputación perdida del gremio.
Los simuladores de vida conforman un género habitualmente terapéutico. Sirviéndome de la misma referencia que Marta Trivi en su análisis del título, los juegos sobre el cuidado, el cariño y la protección generan respuestas bioquímicas en una porción considerable de jugadores, igual o superiores que las provocadas por el frenetismo de la supervivencia en los juegos de acción y mucho menos tenidas en cuenta en el medio. Quiero pensar que, pese al estado de la situación, el crecimiento del género se debe a la respuesta de sus seguidores, posiblemente mal interpretada en la mayoría de los casos, pero igual de efectiva.
Haz amigos, pero no te esfuerces demasiado
Al igual que en muchos simuladores de granja, una gran parte del tiempo de juego en Potion Permit lo pasaremos interactuando con los habitantes del pueblo, haciendo nuevas amistades y fortaleciendo vínculos. Por desgracia, este sistema no cuenta con el peso necesario para hacer justicia a la importancia que se le ha dado a este apartado en los anteriores párrafos. Recién llegados al pueblo, no se nos nos recibirá como en un lugar acogedor, cuyos ciudadanos agradecen nuestra presencia. Tiempo atrás, los alquimistas cometieron terribles errores en sus investigaciones y destruyeron la fauna y flora locales. Poco a poco, la naturaleza volvió a reclamar lo que es suyo alrededor de Moonbury, pero siempre quedó una gran cicatriz, difícil de curar, imposible de olvidar.
De esta forma, nuestros primeros compases estarán acompañados de una sensación de odio generalizada. Ningún aldeano querrá hablar con nosotros si no es para echarnos en cara algún problema. ¿La taberna? bonita, pero mejor mírala desde fuera. Tendremos que trabajar duro para conseguir subir nuestro nivel de aprobación (en forma de chapa) y lograr que los ciudadanos empiecen a confiar en nosotros. Por suerte, la situación se facilitará ligeramente cuando comiencen a darse cuenta de que nuestras habilidades sanitarias superan con creces a las del matasanos local.
Una vez lograda esa chispa de amabilidad, podremos dedicarnos a mejorar las relaciones con el resto de personajes, con un sistema notablemente más simple que el visto en títulos similares. Cada día podremos hablar con ellos una vez y disfrutar del escaso repertorio de frases con las que nos responderán, así como darles regalos (en forma de un único objeto para todo el mundo) con los que dar un pequeño empujón a la barra de amistad. Una vez completada esta barra, sucederán encuentros fijados en distintas ubicaciones que dispararán pequeñas misiones secundarias con las que mejorar el nivel de relación y conocer algunos detalles sobre sus trasfondos. Estas conversaciones y misiones, se puede decir que estar, están, pero parecen más debidas a la necesidad de ser incluidas que a responder a un sentimiento o un interés más complejo. Por suerte, los sistemas de progresión y farmeo llegan a la carga para darle la vuelta a la situación, generando una experiencia más satisfactoria.
Recolecta sin piedad, esta solo es para los humanos
Para curar las dolencias de aldeanos y del propio terreno, tendremos que fabricar distintas pociones sirviéndonos de un pequeño puzle, donde tendremos que completar figuras geométricas con distintas piezas, en función de los materiales. Nuestra tarea será recogerlos, atravesando un amplio terreno con varios biomas donde procederemos a recolectar de forma incansable. Por una parte, se agradece la variedad de plantas, árboles y minerales, separados por rangos y para avanzar en los cuales necesitaremos actualizar nuestras herramientas, pero, por otra parte, es un lastre que no haya sitio para la aleatoriedad, de forma que cada mañana aparecerán en el mismo sitio, los mismos elementos. Esta situación da lugar a una monotonía que podría ser un factor terminal en caso de que el título contase con una mayor duración (es posible completarlo en 20-25 horas). Por suerte, a lo largo de mi viaje no he llegado a rozar el tedio, pero si que me he sentido muy compenetrado con Munic, levantándome cada mañana al grito de “Voy pico y pala”.
Para añadir un cierto nivel de tensión al proceso de recolección, nos toparemos con diversas criaturas, algunas violentas y otras no, a las que tocará dar muerte si queremos obtener sus recursos. Por suerte, el sistema de combate, si bien simple, funciona mucho mejor que el de otros juegos, como Stardew Valley. De esta manera, antes de darnos cuenta, nos habremos sumido en una sesión intensiva de deforestación y control de plagas. Es cierto que, una vez que el mapa comience a expandirse, tendremos que enfrentarnos a la decisión de gastar nuestra energía en obtener materiales exóticos, o volver a recorrer las zonas iniciales para aprovisionarnos de elementos básicos, que siempre faltan, dando a cada día cuanto menos, varios objetivos que cumplir.
Además, contaremos con otros sistemas y minijuegos, como la evaluación de los pacientes en nuestra clínica, donde tendremos que superar pruebas del tipo “Simón dice” o juegos de ritmo. Junto a estas, podremos llevar a cabo varios oficios para ganarnos un sobresueldo extra, que, de la misma forma, son lo suficientemente simples para no calentarnos la cabeza, pero no dejar de ser un trámite bastante monótono. Y como no podía ser de otra manera, también hay pesca. Y para sorpresa de nadie, pescar es la tarea más ardua de todas a las que nos vayamos a enfrentar. No será necesario aumentar mucho el nivel de la zona de pesca para comenzar a sudar intentando atrapar cada pez. Para evitarnos esas pesadillescas enciclopedias rellenables, lo único importante de cada ejemplar es si nos suministra un tipo de carne u otro. Carne para cocinar, porque claro, también hay cocina. Esta nos servirá para recuperar energía si no queremos viajar hasta el balneario a darnos un baño reparador a mitad de mañana.
Más que un juego bonito
No podemos irnos sin hablar de su apartado visual, que desde el primer momento llama la atención. Este es sin lugar a duda, uno de los puntos fuertes de Potion Permit, con una apuesta por un pixel art muy trabajado, donde destaca la sencillez y el cariño por el diseño de escenarios. Acompañado de esto, la banda sonora del título aboga por las pistas simples con melodías capaces de acompañarnos durante largas sesiones sin llegar a ser cansinas.
Siendo cierto que ninguna de las partes que forman Potion Permit destaca sobremanera, la suma de todas ellas da lugar a un resultado mucho más positivo. Tomando la esencia de los juegos de granjas, podremos disfrutar de una progresión de duración razonable y de un rato agradable. La falta de aleatoriedad, tanto en recursos como en interacciones es un gran lastre en la experiencia, que no deja de ser una recomendada para los amantes del género. Bonito como él sólo, se trata de un viaje en pos de mejorar nuestra imagen que no dejará indiferente a mucha gente.
Esta crítica ha sido realizada mediante una copia digital para PC cedida por Best Vision PR y con otra para PS4 cedida por Meridiem Games.