El dilema de atraer nuevas audiencias o fidelizar a los que ya están dentro
En conmemoración al aniversario número veintitrés de Pokémon, y visto que los juegos de la octava generación ya están confirmados y anunciados a través de un directo de Nintendo, he querido venir a hablar sobre la saga y los cambios que ha tenido a lo largo de su historia. Los cambios hechos a nivel de filosofía de juego más que los avances técnicos o las mecánicas que hayan ido agregando con el tiempo. Antes que todo, quiero aclarar que soy un fan desgastado de la saga Pokémon. He jugado desde los juegos de la tercera generación -incluyendo los remakes de los de la primera- hasta la séptima, incluyendo Pokémon Go. Todo lo demás o bien lo he jugado muy poco como para que merezca mención, o bien simplemente no lo he jugado.
Mucho antes de ser un fan de los videojuegos, fui seguidor del anime. Tenía alrededor de siete años cuando se emitió en mi país por primera vez la serie y la seguí sin falta hasta la mitad de la temporada de Johto, cuando finalmente me cansé de su estructura repetitiva. De ahí, no tuve mayor interacción con la franquicia hasta hace unos ocho años cuando jugue Pokémon Fire Red en un emulador de Game Boy Advance. Rápidamente me enamoré de los videojuegos, jugándolos uno tras otro hasta que tuve que esperar a la salida de la sexta generación; Pokémon X & Y y así consecutivamente hasta Pokémon Sun & Moon, las últimas entradas de la saga que jugué.
Desde los últimos títulos mencionados, no pude sino evitar notar cierta tendencia en mi forma de afrontar los juegos. Con algo de vergüenza debo admitir que el juego anterior a estos, Pokémon White 2 y Black 2 -particularmente el segundo- lo jugué por más de 500 horas en mi recién adquirida 3DS, totalmente inmerso con el post-game que éste título entregaba. Al Pokémon X, en cambio, le dedique quizás un quinto del tiempo que le dedique al último juego de la DS y a Sun & Moon la mitad de éste. En un principio me costó encontrar la razón de mi desprendimiento con la saga. Por un lado, jugué seis títulos seguidos -desde Fire Red hasta Black 2– sin ningún síntoma de agotamiento. En cambio, cuando tuve que esperar un año entero por una nueva entrega, no sentía el mismo entusiasmo por estos.
Ahora, que ha pasado ya tiempo, sé bien cuáles fueron las razones que fueron apagando mi cariño hacia estos títulos y el de muchos otros que, también como yo, o incluso más, siguieron esta saga desde sus inicios.
Apelar a nuevas audiencias
Desde la quinta generación, que Pokémon comenzó a cambiar de rumbo, a girar en torno a una experiencia más amable con aquellos nuevos con la saga, castigando menos a sus jugadores ante la derrota, bajando el nivel de los líderes de gimnasio y los campeones de la liga, entre otras cosas.
Algo tan sencillo como que, para obtener la primera medalla, te faciliten un Pokémon que es fuerte contra los que usa el líder de gimnasio demuestra una línea de pensamiento totalmente diferente a lo acostumbrado. Peleas emocionantes como la inolvidable Miltank de Blanca en Pokémon Gold & Silver ya no existían. Y todo desafío fue desvaneciéndose más y más con cada entrega. La derrota fue volviéndose cada vez más escasa, al punto de que, en vez de sentir que la Liga Pokémon sea ese desafío casi inabarcable que funciona como un clímax tras una larga aventura, se siente como un punto de partida, un obstáculo entre el verdadero juego -el endgame– y el jugador.
Detalles como dar desde, prácticamente, el inicio, un repartidor de experiencia para que todos los Pokémon del equipo vayan subiendo de nivel casi a la par o un indicador que muestra qué ataques son súper eficaces frente a cuáles enemigos y cuales son poco efectivos.
Usar la nostalgia
Debo admitir que la primera generación es mi favorita. Pero, también, es la que más cansado me tiene. Atesoro la quinta generación porque fue la única que no dependió de ningún Pokémon anterior a ésta, limitándose a usar sólo los nuevos en todo el juego. Una tendencia que no volvió a aparecer en ningún título futuro, sino que, por lo contrario, con cada título que salía, dependían más y más en los Pokémon antiguos, especialmente en los de la primera generación. Primero fueron las Megaevoluciones, las cuales eran, en su mayoría, pertenecientes a la primera tanda de monstruos de bolsillo. Luego, las formas de Alola, que se basaron extrictamente en la primera generación y, con el arribo de Pokémon Let’s Go, se cimentó completamente la base de que la nostalgia vende. Si es cosa de notar que en el tráiler de Sword & Shield la primera criatura en hacer acto de presencia no es ni más ni menos que Pikachu. Otro claro ejemplo es Pokémon Go, que si bien ya va en la cuarta generación, no puede evitar que en eventos especiales salga una versión de colección de la rata amarilla o que se centren en los Pokémon más antiguos.
Las razones y una reflexión
Sé cual es el motivo tras estos cambios que ha ido aplicando Nintendo -o bien Game Freak-, y es que, anterior a esto, la saga iba cediendo terreno ante títulos como Yo Kai Watch, que apelaban al público más joven con una fórmula muy similar. Y Nintendo, siendo una compañía, siempre buscará la forma de generar más dinero, siendo esto algo tan demonizado en nuestro medio, cuando tiene todo el sentido del mundo.
Pero no puedo evitar sentir lástima en perder el hilo de una saga tan querida, con un abandono gradual de aquellos fans acérrimos que esperábamos no sólo nuevos desafíos, sino también nuevas criaturas en vez de las antiguas de siempre con nuevas formas y tipos elementales. Tampoco es por querer ser elitista, pero los Pokémon actuales son claramente más fáciles que los antiguos y esto, al menos para mí, es una oportunidad perdida.
Algo relativamente simple como un selector de dificultad podría ser un gran cambio a favor de nosotros, los fans olvidados, pero en cambio, debemos, o conformarnos con el nivel de desafío actual, o bien buscar nuestra propia dificultad, ya sea con desafíos como el Nuzlocke o desactivando herramientas que facilitan el juego, como el repartir experiencia.
De una forma u otra, algo se perdió en el camino. Para mí y para muchos más, pero, visto lo visto, se ganó más para la mayoría, siendo Pokémon Go el juego más exitoso de la saga. No por nada salió su secuela espiritual –Let’s Go– para Nintendo Switch. Aún así, espero a Sword & Shield, pero no con ansías, sino con cierto recelo. Lo compraré y será el momento de evaluar si será otra saga que dejar atrás o si podré decir con gusto ¡Atrápalos a todos!