Llegamos a Paldea, y al menos, yo no quiero irme
Ha llegado el momento de hablar en profundidad de Pokémon Escarlata y Púrpura (siendo esta última la versión analizada en esta ocasión). Tras pasar más horas en Paldea de las que sería responsable admitir, es el momento de abrir la puerta a emitir un juicio que en apenas un par de años será reescrito por la nostalgia y la novedad de la próxima entrega, como ha sucedido siempre con la franquicia. Rara vez se da el caso de que una nueva pareja de ediciones recibe aclamaciones en global a las primeras de cambio. Estas suelen llegar con el paso del tiempo, con un par de visitas nuevas una vez que la excitación inicial y el sueño de que este sí será el juego con el que todo hemos soñado desde pequeños, y con Pokémon Escarlata y Púrpura no va a ser diferente. Todas las generaciones que han ido llegando desde que tengo uso de memoria han tenido lacras. Rubí y Zafiro, la incompatibilidad con las primeras 2 generaciones. Diamante y Perla, el lento ritmo que presentaban en general. Blanco y Negro son posiblemente los menos criticables como juego, pero las ventas fueron las que hicieron de juez en dicha ocasión. Y podría seguir así hasta llegar hasta hoy, con los remakes de por medio con la coletilla de que son simplemente eso, y que no añaden un valor real más allá de una brillante capa de pintura. Y si estas nuevas entregas han destacado por algo de forma negativa, irónicamente ha sido por el apartado técnico, que nunca ha sido algo en lo que nadie se haya fijado a la hora de jugar a cualquier versión de Pokémon, y creo que eso es algo que habla mejor de lo que parece del trabajo de Game Freak.
Porque si algo se ha criticado insistentemente al estudio de desarrollo es por su conservadurismo extremo a la hora de seguir una fórmula que, siendo honestos, les ha funcionado a las mil maravillas en cada iteración que ha tenido. Con pequeños ajustes, modificaciones aquí y allá, adaptaciones al nuevo hardware (el uso de las diagonales, antaño impensables, con el salto a Nintendo 3DS, por ejemplo), pero la base ha sido siempre la misma. Hasta ahora. Porque si Pokémon Espada y Escudo, con el salto a la híbrida de Nintendo, ya atisbaron un pequeño giro (pero que seguía anclado en el pasado) con áreas más abiertas, en Pokémon Escarlata y Púrpura ya podemos hablar plenamente de un juego de Pokémon de mundo abierto. Es lo que todos queríamos, ¿no? Y la respuesta es que sí, pero como en toda escala, hay blancos, negros y grises en la misma.
Me atrevería a decir que se trata de un salto al vacío como el de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, en cuanto a abandonar la estructura clásica que durante décadas ha sustentado a la licencia, y apostar por algo totalmente nuevo, que, spoiler, funciona a las mil maravillas. Porque bromas aparte, dada la ambientación en referencia a la Península Ibérica del juego, si hay algo que esta entrega supura es libertad. Como en todo juego de mundo abierto, hay objetivos principales, pero nada ni nadie te obliga a cumplirlos en ningún momento ni ritmo. Y el hecho de apostar por 3 tramas diferenciadas, independientes pero hasta cierto punto entrelazadas, es otra magnífica decisión de diseño que le hacía falta a la saga desde hace tiempo.
Porque si bien está esa faceta competitiva por la que muchos hemos pasado en algún punto, a la vez se da la circunstancia de que en la inmensa mayoría de casos, a la hora de jugar al juego de verdad, los combates son una molestia a evitar en la medida de lo posible. Y el hecho de que ahora, quitando los que son inequívocamente obligatorios por cuestiones de la trama, todos los combates con Pokémon salvajes y entrenadores sean totalmente opcionales es una mejora tanto para el ritmo de juego, como en calidad de vida para nosotros, los jugadores. Si veo a lo lejos un punto interesante al que quiero ir, ya no tengo que preocuparme de las zonas de hierba altas, o de que pueda haber entrenadores que me hagan pasar un aprieto, ahora es cuestión de decidir el camino, y esquivar lo que surja. Puro control para el jugador.
Pero antes de hablar de lo concreto, y sin entrar en las partes avanzadas de la historia (porque sí, hay trama), toca hablar del diseño de la misma, con sus 3 secciones. Siguiendo el estándar de la saga, comenzamos nuestra aventura en casa materna (y sin figura paterna, para variar), y en esta ocasión es el Profesor Clavel, director de la Academia (Uva en Pokémon Púrpura, y Naranja en el caso de Escarlata) el que hará las veces de introductor al mundo de Pokémon, nos proporcionará nuestro inicial, y nos dará las primeras indicaciones para movernos por Paldea.
Una vez completamos este pequeño tutorial, tendremos libertad total para hacer lo que queramos. ¿Nos apetece completar la aventura clásica, completar los 8 gimnasios y desafiar al Alto Mando? Adelante. Incluso en el orden que quieras, si puedes llegar al teórico último gimnasio antes que el primero, nada ni nadie te impide afrontar el desafío. ¿Te gusta la exploración y prefieres desafiar a las misteriosas bestias que rondan por según que zonas de la región? Adelante, tienes vía libre para ello. ¿Te motiva más plantar cara al autodenominado Team Star e ir rastreando sus bases? Adelante, tienes la libertad para ello.
Siempre seremos el mejor que habrá jamás
Y en relación a la narrativa, ya que en Game Freak tampoco se han comido excesivamente la cabeza para montar la historia global, cada una de estas secciones va “asociada” a un personaje distinto. Sin entrar tampoco en destripes, pero Mencía, la que hace las veces de nuestra rival, está ligada a la “Travesía de la Victoria” (en otras palabras, gimnasios y Liga Pokémon), como no podía ser de otra manera, al igual que Damián, hijo de un investigador Pokémon, está presente en los desafíos de los Pokémon Dominantes, que pueblan áreas concretas de Paldea, y que tiene tras de sí un objetivo misterioso. Así, Pokémon rompe el corsé pasillero que tradicionalmente le había acompañado, en el que muchas veces la partida habitual consistía en atravesar las diferentes rutas como si de un pasillo muy largo se tratase, arrasar con los gimnasios y la Liga Pokémon, y a otra cosa. Dicho esto, seguimos siendo, como siempre, ese entrenador especial, ese elegido, y en esta ocasión se representa con la aparición de Miraidon (en el caso de la edición Púrpura) o Koraidon (en el caso de Escarlata), como Pokémon Legendarios de cada edición, que nos elegirán como su compañero en el propio tutorial, y que podremos utilizar como montura para avanzar más rápido por Paldea, pero también con su propia trama a desvelar. De esta manera, tampoco tenemos una ayuda excesiva desde el principio de la aventura, pero seguimos teniendo ese rol especial dentro del plantel de personajes que se nos presentan.
En esta ocasión, podemos ir a nuestro ritmo, igual que siempre hemos podido detenernos en una ruta hasta que nos salía la especie que nos interesaba, o para subir niveles, pero en esta ocasión el fin que nos mueve es libre. Heredadas de Pokémon Espada y Escudo, siguen presentes las incursiones, que podremos completar en solitario (con ayuda de la Inteligencia Artificial) o en cooperativo con otros jugadores, y que al menos yo he utilizado como vía de entrenamiento, ya que al completarlas podíamos obtener Caramelos de experiencia que me permitían evitar los enfrentamientos como entrenadores. Además, y ligando directamente con la mecánica especial de combate para esta generación, tenemos la Teracristalización, que nos permite una vez por combate desbloquear una forma cristalizada de nuestro compañero (que puede o no incluir un cambio de tipo, abriendo la puerta a gran variedad de estrategia para la parte más competitiva) y que refuerza la efectividad de los ataques que se correspondan con su teratipo, como si del clásico STAB (Same Type Attack Bonus) se tratase, siendo acumulable en caso de que sean coincidentes. Y son estas incursiones una vía de conseguir Pokémon con tipos raros de Teracristalización, además de las diferentes recompensas ya mencionadas, y que al fin y al cabo, están repartidas por todo el mapa, por lo que pasar al lado y como mínimo investigar que especie y Teratipo nos presentan es algo recomendable.
Porque hablando de la exploración, realmente no hay una gran distinción a lo largo del juego, en el sentido de que, más allá de que la ambientación de cada zona pueda ser diferente, todo se siente una unidad. En cualquier ruta vamos a tener Pokémon vagando por ahí, en solitario o en grupo (comandados normalmente por su versión evolucionada), objetos esperando a que los recojamos, materiales que podremos utilizar para construir las MTs (Máquinas Técnicas, que vuelven a ser de un solo uso, pero siendo obtenibles de manera infinita, por lo que el cambio no es tan a peor), entrenadores desperdigados (que ya no acuden a nuestro paso, sino que somos nosotros los que decidimos entablar combate o no) y en definitiva, un camino a nuestra disposición para ir donde queramos, recorriendo todos los recovecos que nos apetezca.
Sin embargo, y aquí entra la primera puntada de la escala del producto final, es que a cambio la peor parte se la han llevado los distintos Pueblos y Ciudades, a cuyos edificios ya no podemos acceder libremente, que era algo que aportaba esa sensación de realismo, de que estábamos en un mundo más o menos creíble. Ahora, se quedan en simples menús de interfaz en el mejor de los casos, con distintos NPCs recorriendo el lugar como ha pasado siempre. Por el contrario, y siguiendo la línea de no forzar los combates obligatorios, ahora las previas a los Gimnasios se sustituyen por minijuegos o puzles de verdad. Por ejemplo, resolver un acertijo basado en distintas pistas repartidas a lo largo de la ciudad, o un minijuego del tipo “Simón dice”, o un pequeño recorrido con obstáculos. También hay combates, ojo, pero esa variedad, más allá del típico puzle de accionar botones en un orden que ya estamos hartos de ver supone un pequeño soplo de aire fresco que se agradece.
Y lo que también supone una novedad, como antes mencionábamos, es que como buen juego de mundo abierto, se dan ciertos problemas inevitables en cuanto a la dificultad y el escalado de los distintos sistemas. Aunque podría haberse solventado de manera sencilla, haciendo que los niveles de todo lo que nos encontremos a nuestro paso escalasen a medida que avanzamos, eso solo sería una solución jugable, ya que se perdería la organicidad del mundo, en el que inevitablemente va a haber zonas que impliquen un desafío superior.
Dicho eso, y siendo la primera iteración en este sentido, no me parece que desde Game Freak hayan hecho un mal trabajo. Puede darse el caso de que tengas a tu compañero a nivel 20, entres en una cueva, y te enfrentes a un enemigo en el nivel 50 (caso personal), pero es algo que puedes incluso buscar, o evitar, al gusto. De la misma manera, el orden teórico de los gimnasios y distintos desafíos viene señalado en el mapa de Paldea, pero podemos hacer lo que nos de la real gana. Yo mismo llegué al teóricamente sexto gimnasio como mi tercero, y con sangre, sudor y lágrimas mediante, pude superarlo.
Dentro del desarrollo de la aventura, una vez vamos completando y avanzando en la misma, las tramas empiezan a entrelazarse, llegando a un punto de unión que marca el supuesto final del mismo. Sin embargo, y como no podía ser de otra manera siendo Pokémon, la cantidad de contenido disponible es más que suficiente. Que si Postgame (con una segunda ronda de gimnasios con dificultad añadida incluida), que si completar la Pokédex, empezar a explotar las distintas mecánicas como las comidas, completar todas las misiones secundarias de la Academia, las búsquedas de Pokémon Variocolores…. Y me estoy dejando todas las opciones multijugador, bien sean incursiones con amigos, intercambios, combates… En resumen, tenemos Pokémon Escarlata y Púrpura para todas las horas que queramos. Y si bien podemos esperar expansiones o eventos nuevos en el futuro, lo cierto es que al menos de base, este par de ediciones se sienten como un juego verdaderamente cerrado. Como juego, ojo.
Porque sí, ahora toca hablar del melón. Ese apartado técnico deleznable. Esos modelados que se podrían tildar de cutres. Esas texturas a las que se le notan los píxeles sin siquiera forzar la vista. Esos fallos de iluminación al entrar o salir de una cueva. Transiciones a destiempo que dejan entrever la escena en carga. Ese popping que por sorpresa te hace entrar en una batalla en la que no querías entrar. Esas secuencias absurdas que dan lugar a clips graciosos para compartir en redes sociales. Esos momentos en los que el juego se vuelve loco y quedas bloqueado hasta que tiene a bien devolverte a una posición en la que puedas volver a tener el control. Y aunque sea lamentable y no sea justificable desde un punto de vista objetivo, sinceramente, es que da igual. Sí, la tecnología avanza, Nintendo va a su ritmo y Game Freak estaría mejor haciendo juegos en 2D utilizando sprites, todos conocemos los tópicos. Pero a la hora de la verdad, Pokémon Escarlata y Púrpura serían iguales en esencia aun con mejoras en este sentido, porque no es algo en lo que te fijes en medio de una partida. Estás más pendiente de otear el horizonte en busca de tu destino, o de observar qué criaturas aparecen en el escenario, no de cuantos píxeles o qué reflejos tiene el agua.
Y no es cuestión de justificar los ritmos de desarrollo que Game Freak tiene impuestos por parte de The Pokémon Company, pero es ser realistas. El hecho de que los créditos de Pokémon Escarlata y Púrpura sean más largos (en términos de personal) que los de The Legend of Zelda: Breath of the Wild no es casualidad. Y el hecho de que el tiempo de desarrollo de cada uno haya sido de unos 6 años en un caso, y apenas 2 en otro, tampoco lo es. Al igual que ya sucedió en Pokémon Espada y Escudo, no todas las especies conocidas de Pokémon están presentes, y aunque no haya habido una protesta colectiva como en su día fue el Dexit, era un problema logístico que iban a tener que afrontar en algún momento. Y en la tensión entre dedicarle el tiempo a un producto para que salga redondo, o exprimir la gallina de los huevos de oro, Game Freak ha tenido (libremente o no) que optar por lo segundo. Y al igual que esto puede aplicarse a lo técnico, también hay cuestiones como la localización (ausente en Latinoamérica, que ha recibido la versión española sin cambios). Pero al final, los juegos también pueden tener como objetivo entretener, y por muchas taras y deficiencias que tenga, Pokémon Escarlata y Púrpura consigue ese fin.
Una revolución que será recordada a mejor
Dentro del revisionismo histórico que sufre Pokémon como saga, Escarlata y Púrpura va a ser sin lugar a dudas una de las ediciones más beneficiadas una vez deje de ser la novedad. Personalmente, para mí tanto Cuarta Generación (Diamante y Perla, y Oro Corazón y Plata Alma) tanto Quinta Generación (Blanco y Negro, y Blanco 2 y Negro 2) quedan por encima por pura cuestión personal, pero estas podrían entrar en una comparación en términos de igualdad sin mucho problema. Recordemos que se trata probablemente del mayor giro de la serie desde que existe, y en términos generales, no es que sea un paso adelante, es que es un salto de gigante. Dicho eso, como ya he comentado, y aunque no sea imprescindible, el apartado técnico es desastroso, y eso impide catalogarlo como la aventura Pokémon definitiva. Pero en vez de echar la vista atrás y mirar como todo lo pasado fue mejor, esta vez podemos mirar al futuro con confianza, y viendo las ventas que está cosechando, igual podemos esperar más giros radicales en el futuro. Bueno, futuro… o en un par de años, que ya sabemos los ritmos que se gastan en Game Freak.
Esta crítica se ha realizado gracias a un código de Pokémon Púrpura facilitado por Nintendo.