Disección del videojuguete
¿Qué son los videojuegos? La pregunta per se puede ser más complicada de responder de lo que parece, pues si, por ejemplo, decidimos acudir a la definición que le da la RAE vendría a ser “juego electrónico que se visualiza en una pantalla”. Esta definición meramente superficial y sin ningún tipo de lama no es una excepción, pues otros medios como podría ser la Wikipedia los definen como un “juego electrónico en el que una o más personas interactúan con un dispositivo que muestra imágenes de vídeo”. De nuevo, apenas logra rascar las primeras capas de lo que significan los videojuegos.
Tal vez una de las empresas más famosas del sector logre dar una de las mejores definiciones para tan difícil palabra, y es que para Nintendo los videojuegos y las propias consolas son juguetes con los que disfrutar tanto solo como en compañía. Lleva teniendo ese enfoque desde el lanzamiento de la Famicom, centrada en tener esa definición y lanzando multitud de aparatos externos compatibles con los diversos títulos para así remarcar su utilidad. Ha pasado mucho tiempo de ello y la diversificación de los géneros ha dejado patente que los videojuegos como juguetes es cosa de otra época, o el pequeño patio de juegos de unos pocos. Wattam, título de Keita Takahashi que pude probar hace poco, es uno de ellos, basándose su propuesta en simplemente hacernos disfrutar. Pikuniku también lo es.
Pikuniku es la obra desarrollada por el equipo de Sectordub: Arnaud De Bock, Rémi Forcadell, Alan Zucconi y Calum Bowen, enmarcada dentro de la Publisher Devolver Digital. En ella controlaremos a Piku, un pequeño ente rojizo que posee solo su ovalado cuerpo y un par de piernas, las cuales no solamente nos permiten andar de forma curiosa de un lado a otro, sino que nos ayudarán a destrozar el mobiliario o las rocas que se interponen en nuestro camino hasta ser utilizadas como unas lianas, las cuales nos ayudarán a llegar hasta los lugares más inalcanzables de este pequeño mundo. Como pueden aparentar estas primeras líneas, el gameplay es relativamente sencillo, sin llegar a complicarse más allá de alguna pequeña zona de plataformeo, donde se exprimirán un poco más estas características.
Junto a estas escuetas propuestas jugables nos encontramos ante un título que más allá de las dos horas jugables no habrá un contenido extra recalcable, puesto que una vez acabada la historia principal tendremos la opción de continuar en el mundo para terminar de explorarlo y conseguir los últimos trofeos u objetos que nos faltaban por recoger. Este es uno de los aspectos más criticados sobre este pequeño juego, y es ahí donde reside su importancia. Acostumbrados a los largos (y tediosos) AAA, estos pequeños remansos de tranquilidad deben de ser tratados como tal, dejando de lado las injustas comparaciones con juegos cuyo presupuesto va más allá de lo que se puede permitir un estudio como Sectordub, quienes con muchos menos recursos logran lo que muchos otros intentas y ahí es donde se quedan: un juego entretenido, curioso y muy disfrutable, con una ambientación y estética fresca que va a la par junto a la propuesta jugable, y todo eso sin abandonar una historia que aunque simple, se atreve a alzar la voz.
Piku se despertará en una cueva sin saber de dónde viene ni quién es. Tras el escape de la misma se aventura a un mundo desconocido dominado por una gran empresa, la cual se aprovecha de los recursos del planeta, cultivados y cuidados por las gentes del lugar, dejando a los lugareños con las manos vacías y los bolsillos llenos de monedas inútiles. Tu deber será aliarte con los más descontentos para devolver la tierra a quien les pertenece, sin duda la historia de una revolución. Más allá de lo comentado el resto del juego es simple, con una banda sonora que llena espacios hasta llegar a hacerse algo repetitiva y un multijugador que no he tenido ocasión de probar, pero que puede ser disfrutable si logramos jugar con algún amig@ incluso sin tener que ser en conexión local gracias al Steam Remote Play.
Pikuniku es lo que promete: un juguete con el que jugaremos un par de horas hasta que lo hayamos exprimido lo suficiente, pero al que siempre podremos volver para disfrutarlo de nuevo enteramente en lo que puede ser una grandiosa tarde.