Ocho meses y una expansión después, ¿hay motivos suficientes para redescubrir Halcyon?
Unos fontaneros emperejilados en traje de gato, unos cuantos Ladrones Fantasma y algún que otro chiquillo con una bolsa de papel en la cabeza llevan acaparando la atención de los grandes focos más de una semana, y más de dos. Parecen suficientes para desviar nuestra atención; para evitar, una vez más, que miremos aunque sea de reojo a esos lanzamientos menores y reestrenos a los que, al parecer, no corresponde dedicar titulares ni grandes espacios, pero a los que resulta justo – y completamente lícito – hacerlo. En esta línea, como muchos de los nos seguís día tras día (así nos consta en redes sociales), yo también estoy tratando de disfrutar de los grandes lanzamientos del mes mientras intento reducir en la medida de lo posible ese siempre interminable backlog de juegos pendientes. Aun así, con motivo del estreno de Peligro en Gorgona en la plataforma, me hizo cierta ilusión volver el pasado 10 de febrero a la mediáticamente infame versión para Nintendo Switch de The Outer Worlds; sacar un huequecito para redescubrir los espacios y personalidades de Halcyon, pero también para comprobar cómo ha mejorado el título desde su estreno, producido a principios del pasado mes de junio. Realizar, en definitiva, un ejercicio de retrospectiva saludable, que, ya sea visto como una recomendación de compra actualizada hacia el nuevo posible comprador o como un acto de agradecimiento y justicia hacia el desarrollador, es algo que siempre suele venir bien.
Corresponde pararse a poner, en primer lugar, los puntos sobre las íes. Hacer de tripas corazón, y admitir que The Outer Worlds para Nintendo Switch jamás fue un buen port, y que, como tal, no creo que tuviese demasiado sentido esperar a día de hoy un salto mayúsculo con respecto a lo jugado ocho meses atrás. Dicen que las comparaciones son odiosas, y es que, especialmente tras lo visto en muy buenos trabajos como Warframe, The Witcher 3: Wild Hunt u Ori and the Blind Forest, encontrar un importante afluente de bugs con relación a la obra base, una dramática falta de vegetación y una serie de problemas relativos a la carga y densidad de las texturas resultaron características poco menos que dolorosas, que sin lugar a dudas empañaron la experiencia haciéndola menos recomendable de lo que nos hubiese gustado a los fans de la casa Obsidian.
Hoy por hoy, desde luego, no puede decirse que estos problemas hayan desaparecido, pero sí mermado considerablemente, haciendo que su compra se antoje mucho más golosa que antaño (especialmente si tenemos en cuenta lo sencillo que resulta encontrarlo en diferentes tiendas y promociones por menos de veinte euros). El acabado de las texturas ahora es un poquito mejor, también cargan un poquito mejor, y aunque la persistente borrosidad – acentuada en modo portátil – y la escasa flora configuran un título que sigue muy lejos de alzarse como un exponente técnico, sí que logran dar forma, junto a virtudes normalmente omitidas como su estable tasa de frames, a una experiencia disfrutable. Con Peligro en Gorgona, además, me da la sensación de que se han querido hacer las cosas de otra forma; el tiempo extra de desarrollo con respecto a PC, PS4 y Xbox One ha dado sus frutos, y el contenido, con sus grandes ciudades y sus extravagantes criaturas, al menos hasta donde he podido probar, corre muy bien en la máquina. Prueba de ello es que no hemos recibido un solo parche desde su estreno; tampoco hay noticias de ellos.
En definitiva, creo que una vez traspasada la barrera inicial (esa en la que uno tiene a comparar inconscientemente la edición para Switch con sus hermanas mayores), una vez se ha entendido el público al que va dirigido esta versión, una vez se ha clamado al cielo por la carencia absoluta de un buen cross-save y una vez se te han acostumbrado los ojos a esa particular borrosidad, uno encuentra en la interpretación portátil de The Outer Worlds un producto honesto, que personalmente me trasportó a mis paseos por la Pandora de Borderlands 2 en su edición para PSVita (port muy olvidado pero extremadamente necesario, en la medida de que no abundaron los shooters, menos aún los shooter-looters, en la portátil de Sony). Porque quizás Borderlands 2 no se hiciese para ser jugado en una PSVita, y porque, por ende, quizás esa no fuese la mejor forma de jugarlo. Pero al menos fue una forma de jugarlo, y no una especialmente deshonrosa.