Como en todo sector en el que la tecnología tiene una elevada relevancia, la industria del videojuego se ha visto muy afectada por el paso del tiempo, no sólo a través de las diferentes generaciones de consolas, sino también dentro de éstas, con los juegos cada vez aprovechando mejor los recursos que permiten cada máquina, y que dan pie a esperanzas con el lanzamiento de cada nueva consola y la posibilidad de comparar los títulos de lanzamiento con aquellos que cierran su ciclo, y observar como el esfuerzo de las desarrolladoras se une con el aumento del conocimiento sobre el hardware para exprimirlo al máximo. Sin embargo, y según avanzan las consolas y sus generaciones, me parece que cada vez esta mejora es menor. Y no tiene nada que ver con el llamado valle inquietante (la sensación de excesivo realismo en un videojuego, que hacen que nos resulten extraños a la vista) o la falta de capacidad de los desarrolladores, sino por el propio concepto de las consolas como tal.
Seamos sinceros, atrás han quedado los días en los que el PC quedaba como un elemento aparte de la industria, pasando a ser un elemento central en ella, al margen de los AAA multiplataforma, sino por el auge de sus propios exclusivos (como League of Legends, DotA 2, etc…) así como por la mayor influencia que se le da por parte de los estudios, sabedores de la importancia que tienen, quedando ahora las consolas parcialmente en medio de la nada, tanto desde el punto de vista de los creadores como el de los consumidores. Las consolas, como producto, ofrecen a un precio “comedido” (en comparación a un PC en la inmensa mayoría de los casos) un aparato de prestaciones no precisamente excepcionales que nos garantizan acceso a un catálogo de juegos durante los próximo años desde su puesta a la venta. El PC, por contra, exige comprobar requisitos técnicos, estar atento a la plataforma en la que se publica el título, configuraciones y más detalles que suponen una barrera de entrada. ¿Los beneficios? Para aquellos que están dispuestos a pasar por el aro en estas cuestiones, ofrece ventajas respecto al modelo tradicional de consola. Sin embargo, y volviendo al punto inicial del artículo, el progreso a nivel técnico ha dejado de ser lineal, como puede verse comparando títulos y títulos.
El salto de las 2 a las 3 dimensiones no es solo palpable en Super Mario 64 o The Legend of Zelda: Ocarina of Time, por más que sean los mayores exponentes, pero a través de las diferentes generaciones, me parece que la mejor aproximación puede hacerse con la serie Grand Theft Auto, que también da el mismo salto (también con un salto de influencia comparable), y que progresa a nivel técnico con ciudades cada vez más grandes y complejas, pero realmente el factor de innovación de la última entrega hasta la fecha de la saga no se basa en la extensión propiamente dicha, si no en la combinación de varios personajes para proponer una nueva perspectiva de la narrativa. Y si comparamos Red Dead Redemption 2 con otros juegos de mundo abierto, por más que su mapa sea exageradamente grande, realmente en donde destaca es en los pequeños detalles que caracterizan a los títulos de Rockstar.
A falta del que probablemente será el último gran lanzamiento de la presente generación, The Last of Us 2, el salto técnico no me parece comparable a la anterior generación, en la que Resistance: Fall of Man no es comparable al primer The Last of Us o al propio Grand Theft Auto V, mientras que en cierta manera, Ryse: Son Of Rome no es tan diferente a nivel técnico del nuevo proyecto de Naugthy Dog. Habiéndose desarrollado con Xbox One en mente (que ya conocemos que es técnicamente inferior a la competencia por parte de Sony. Considero que incluir a la ya extinta Wii U en la comparación, que por más que Nintendo Switch sea la novedad, y comparta espacio con estas consolas, no es su equivalente) y siendo también un juego en mayor o menor medida lineal, no se aprecia, al menos a primera vista, de una gran mejora apreciable. El hecho de que tecnológicamente las consolas ya no equivalgan a un ordenador de alta gama influye notablemente en el desarrollo de los títulos, debido a que tienen que funcionar en en ellas como base (y hacerlos únicamente compatibles con las versiones vitaminadas no es viable económicamente), hace que el avance gráfico no pueda progresar como debería, volviendo a las consolas un lastre en este sentido.
Y no por ello desmerezco las consolas como concepto, pero entiendo que deberían intentar potenciar sus propias virtudes, como hace Nintendo siempre con cada producto, que no entra en la competencia directa por ser la más potente, optando por reforzar otros conceptos, con mayor o menor éxito, como el control por movimiento, el juego asimétrico, o la modularidad. Sinceramente, ahora que la siguiente generación está cada vez más cerca, espero que tanto Sony como Microsoft se centren en sus virtudes, en vez de intentar ganar una guerra imposible.