¿Qué lo hace especial?
Hace muy poco he completado Journey. Pude jugarlo en su versión de PS3, hace ya bastante años, pero no he podido resistirme ahora que lo tenemos disponible en PC. La sensación de disfrute, simplemente paseando al son de la música, con un destino en mente que se nos aclara desde el principio, es algo mágico. Los colores, la calma, todo un conjunto de estímulos visuales y sonoros que potencian enormemente la corta duración de la obra. Pero hay una cuestión de Journey siempre me ha llamado mucho la atención: el peregrinaje. Nosotros, como jugadores, no sabemos muy bien por qué tenemos que avanzar, pero lo hacemos. El personaje que controlamos tampoco. Nos integramos a la perfección en el escenario por eso mismo: tanto nosotros como el personaje estamos realizando “un acto de fe” de forma inconsciente. Hace unas semanas me sumergí en otro viaje, aunque este no me lo esperaba en absoluto. Hablo de Outer Wilds.
El título que firma Mobius Digital es una especie de aventura interactiva, algo así como un walking simulator con ciertas ideas de supervivencia. O al menos, eso parece al principio. Porque si hay algo claro es que Outer Wilds parece muchas cosas, pero no es ninguna de ellas en concreto. Al comienzo, nos encontramos en Lumbre, nuestro planeta de origen, en una aldea de seres nativos que dedican sus esfuerzos al progreso tecnológico y a la exploración espacial. Esta aldea inicial se construye como un tutorial que explica las mecánicas que vamos a utilizar durante el juego. Es algo bastante similar a lo que hace The Legend of Zelda: Breath of the Wild con su zona inicial, en la que aprendemos todo lo básico que Link puede hacer, pero ya es cosa nuestra combinar dichas mecánicas. También tenemos información acerca de la historia de Lumbre, en líneas generales, pero que sirven como precursor de la narrativa que está por venir.
Una vez contextualizados, solo se nos puede venir una cosa a la cabeza: este es el peor programa espacial de la historia. Con artefactos bastante rudimentarios, nuestra misión es despegar y buscar a otros compañeros que fueron a explorar el resto de planetas del sistema antes que nosotros. Dichos personajes emplean instrumentos y, una vez estemos con ellos, podrán darnos más información sobre nuestro viaje, mientras les escuchamos acompañar a la banda sonora tranquilamente en su campamento, dándole a su vez un sentido especial a la música. A priori, parece una tarea sencilla: vamos visitando uno por uno todos los elementos de nuestro sistema solar y ya está, ¿no? Lo cierto es que sí, es, a rasgos generales, el concepto del juego, pero con la peculiaridad de que estamos jugando con un bucle temporal. Este tipo de jugabilidad la hemos visto ya en títulos como The Sexy Brutale y en el reciente E3 se anunció 12 Minutes, una obra angustiosa que apuesta también por esta mecánica de repetición. En Outer Wilds, esta mecánica funciona de maravilla. Cada vez que muramos o pase suficiente tiempo volveremos al inicio, con toda la información que hayamos recopilado registrada en la nave. Nuestro objetivo se convierte entonces en un peregrinaje a cierto lugar, como Journey, con la diferencia de que, en este caso, sí que lo hacemos para buscar información.
Reunir datos nunca ha sido tan entretenido y enigmático.
Por todo el sistema solar hay desperdigadas ruinas, asentamientos y restos de una civilización antigua que poseía información sobre el origen de todo. Esto puede recordar a No Man’s Sky, pero en ese caso el misterio se construía en base a la enormidad del universo. Aquí, nuestro sistema es bastante cerrado: unos cuantos cuerpos celestes que visitar como queramos. Esto permite una construcción de historias bastante profunda y la intriga de fondo se mantiene constantemente, hasta que vamos entendiendo algunas cuestiones.
En el registro de la nave se irá trazando un mapa de información, relacionando algunos detalles con otros (como si estuviéramos realizando alguna investigación policíaca típica de series de ficción). Querer saber qué está pasando es el motor que mueve toda la aventura y, sinceramente, me ha tenido enganchado hasta el último segundo. En Journey, la historia se nos muestra en sutiles trazas de información. Outer Wilds hace algo similar: encontramos murales, registros de grabación o personajes con los que conversar e ir descubriendo a dónde podemos ir para seguir avanzando en nuestra investigación. Traducir antiguos textos y descubrir, de golpe, qué podemos hacer para llegar a otro sitio que antes nos era inaccesible es algo que sucede durante todo el título.
Pero en esta aventura espacial, no solo la narrativa es destacable. Cuando hemos explorado lo suficiente, nos vamos dando cuenta de que todo lo que nos explicaban en el tutorial tiene utilidad, aunque no la intuyéramos en un principio. Uno de los mejores detalles es el empleo de la física cuántica (o más bien, un homenaje a la misma, dada su complejidad real). Los objetos cuánticos poseen cierta incertidumbre y pueden variar su posición cuando no los estamos midiendo (mirando). Esto se convierte en una herramienta más que utilizar y poco a poco vamos viendo como todas las utilidades, en conjunto, nos abren camino a más y más información si tenemos claro dónde buscarla.
La exploración de planetas se torna variopinta. Los escenarios son heterogéneos y eso nos permite ubicarnos mucho mejor. Cada planeta es distinto, pero a su vez interaccionan entre sí. Tiene un sentido de conjunto y debemos ir de lado a lado para ir comprendiéndolo. En los últimos compases, el sistema solar funcionará como un reloj en nuestra cabeza y sabremos perfectamente qué va a pasar y cuando, lo que nos permitirá estar en el momento exacto donde lo necesitemos para avanzar. Habrá momentos en los que no sepamos qué hacer, pero basta con mirar nuestro archivo y buscar algo que tengamos pendiente, resolverlo y obtener otra pista.
La última frontera
La dinámica de ir rapiñando trazas de información poco a poco, con el objetivo de desentrañar los mayores secretos del universo en una especie de viaje o, como mencioné al principio: peregrinaje, es algo fascinante. El espacio siempre ha sido la última frontera de la humanidad y Outer Wilds juega con ese misterio de lo desconocido, de avanzar sin una meta concreta, como lo hacía Journey en su momento. Tener un bucle temporal que ir interiorizando, para saber cómo funciona cada planeta, cada detalle de las mecánicas del título, e ir descubriendo qué sucedió y por qué, ha sido una experiencia estupenda. Outer Wilds se ha convertido, a mi parecer, en una de las mayores sorpresas de este 2019 que todo el mundo debería probar.