Sapphire

Si no nos baila demasiado el calendario de publicaciones (lo cual sería digno de arrobo, teniendo en cuenta nuestro usual barullo), en el instante de publicación de este preciso artículo está teniendo lugar el lanzamiento de OlliOlli: Switch Stance, una revisión de los adictivos títulos de skate 2D de Roll7 que busca, ahora, reventar los sticks de nuestros Joy-con a base de grinds, manuals y otros trucos de semejante dificultad. Personalmente, no creo que vuelva a caer en sus redes, pues ya hice lo propio en las últimas tres plataformas de Sony y actualmente tengo en la híbrida de Nintendo una cola de imprescindibles a jugar mucho más larga de lo que me gustaría admitir. No obstante, agradezco el reestreno, pues se trata de una excusa inmejorable para volver a hablar del que, bajo mi punto de vista, es una de las mejores propuestas que el ámbito independiente nos ha dejado durante la última década.

OlliOlli 2 pegatinaExisten ciertos paralelismos entre esta última y Hotline Miami, la increíble obra de Dennaton Games. Si bien en OlliOlli 2, el refinamiento de la fórmula original, se prescinde del enfoque narrativo que tantísimo bien hacía al beat ’em up cenital, ambas propuestas – que nunca me cansaré de recomendar – juegan con un factor valiosísimo, y del que ya hemos hablado en más de una ocasión: el game flow. Ofrecen al jugador la posibilidad de entrar en un trance, durante el cual, tal y como ocurría en Tetris Effect, todo pasa a tener un sentido adicional, una mayor capa de profundidad; un trance en el que el prueba y error, del que siempre se abusa, deja de ser una molestia para alzarse como una motivación, llevándonos a pulsar el botón que marca el reinicio de la fase de manera compulsiva, maníaca e indeterminada, hallándose el último fin en la conclusión sin fallos de la susodicha. Porque la franquicia OlliOlli – y, en especial, su segunda parte – tiene mucho de PlatinumGames. Tiene mucho de ‘conseguir el Platino puro’, de no querer fallar ni una sola patada del combo, y de exprimir la duración de cada nivel a base de explotar todos los caminos y posibilidades que nos brinda.

Adaptado al mundo del skate, esto tiene varias representaciones. En Olliwood, la ciudad de grandes superproducciones cinematográficas que nos encontramos en OlliOlli 2, donde podemos disfrutar de múltiples rodajes que van desde un film extremadamente futurista hasta una película de terror ochentero, los 50 niveles que protagonizan su campaña principal (divididos en 25 niveles Amateur y 25 fases Pro) se antojan como perfectos anfitriones para el desfile de trucos al que se nos da acceso desde el minuto uno, pero al que cobra sentido prestarle atención de manera progresiva, en función de los requerimientos al usuario que realiza periódicamente la exquisita curva de dificultad de la aventura. Nunca se nos llevará de la mano, mas nunca se nos incitará a no experimentar con aptitudes que no se hayan mostrado explícitamente en el tutorial. Y, en la práctica, dicho concepto no podría funcionar mejor.

OlliOlli 2

OlliOlli2 va siempre de frente, y, tal y como ocurre con su envolotorio, resulta ser una experiencia aceleradísima. Las partidas no suelen durar más de 30 o 40 segundos, pero os sorprendería saber la cantidad de cosas que se puede hacer en ese tiempo. Si ya nos quedábamos completamente embobados viendo cómo el título inicial estaba plagado de kickflips, hellflips y compañía, la segunda parte llevaba esto a la undécima potencia gracias a la intromisión de los manuals y los reverts. Y es que mientras que los primeros nos permitían hacer trucos con la tabla mientras estábamos en tierra (por lo que ya no teníamos que depender de los grinds a la hora de crear combos de una extensión considerable), los segundos formaban un tipo de movimiento que nos permitía girar nuestra tabla 180º apenas rozábamos suelo, realizando una especie de spin en tierra que sustituía al aterrizaje normal y, por supuesto, disparaba nuestro multiplicador de puntos. La cantidad de movimientos presentes era, ya en su día, abrumadora, lo que acababa haciendo difícil que al final del día no nos olvidásemos de utilizar más de la mitad de los trucos que teníamos a nuestra disposición, por más que la trucopedia hiciese lo posible por recordárnoslo.

OlliOlli 2 pegatinaLa guinda al pastel se la ponía el apartado artístico, igualmente culpable de todo lo citado hasta el momento, pues sabía enfatizar mejor que nadie aquellos movimientos perfectos – y aquellas liadas, que no eran pocas  – que nos llevaban desde el vicio sano y controlado hasta la enfermedad. Como si de un óleo se tratase, el estilo visual de OlliOlli 2 dejaba atrás la estética pixel-art que caracterizaba a su predecesor para dar paso a un aspecto mucho más agradable, fluffy, que nos permitía identificar a cada uno de los objetos que aparecían en pantalla de una manera mucho más ágil y veloz. La belleza que se escondía en cada escenario era inmensa, y su brutal diseño, repleto de secretos, coleccionables y rutas alternativas, se veía aderezado por una fluidez pasmosa que se extendía a todas las plataformas. Todo remaba en la misma dirección – me remito a lo comentado anteriormente sobre el gameflow -, y elementos como las sutiles animaciones o la espléndida banda sonora ambiental (casi maleable, reactiva ante nuestros movimientos) no dejaban de ser pruebas fehacientes de ello. Larga vida al lo-fi.

Sk8 or die

Ya sea en Vita, en PS4 o en Switch, OlliOlli2 fue, es y será, contra todo pronóstico, una obra hecha a medida para rendirse a los pies de Roll7. Una propuesta fresca, divertida, desafiante, satisfactoria, y, sobre todo, muy justa, que al igual que es capaz de reconocer tus errores, es capaz de premiar tu habilidad constantemente. Porque puede que, a fin de cuentas, solo sea ‘más y mejor’, pero no creo que ello deba de ser algo peyorativo cuando su predecesor, que dejó tan altos los estándares del skate bidimensional, acaba siendo superando tan ampliamente, en el sentido más desgarrador de la palabra, tal y como ocurrirá con tus expectativas. No te preocupes, no es nada personal; también superó las mías años atrás. Bienvenido al club.