Acertijos más allá del espacio y el tiempo
El videojuego de puzles es un género peculiar. Por una parte, el rompecabezas virtual es algo muy socorrido en la industria, pues un poco de ingenio basta para generar un acertijo que entretenga lo suficiente para interrumpir la acción en casi cualquier género jugable, pero que sea lo suficientemente sencillo para no derruir los cimientos de un videojuego ya estructurado. Tiene problemas, claro está, pero la capacidad de configurarse como una experiencia divertida con pocos recursos lo hace muy solvente para los desarrolladores, incluso aquellos con poco presupuesto.
Pero la existencia de una serie de acertijos puede suponer una traba en la que resulta fácil caer: el miedo a no ser explícitamente lúdicos. Esto sucede a menudo en las experiencias más narrativas, más visuales y con poco contenido interactivo que, con el objetivo de expandir la experiencia y el número de horas, recurren al rompecabezas para que empleemos un rato en dar vueltas a la solución. El problema viene cuando el “dar vueltas” se plasma de forma literal y tenemos que desplazar a nuestro personaje físicamente cuando, en el fondo, no había necesidad de ello. Por poner un ejemplo: si en un videojuego nunca se nos han presentado trabas a la hora de abrir puertas y trasladarnos a otras estancias, no tiene mucho sentido que en cierto momento tengamos que encontrar una palanca para poder pasar y que esto sea el único ápice interactivo del título. Si la prácticamente exclusiva mecánica de juego aparece solo una vez, tal vez no debería incluirse de forma innecesaria para generar esa sensación de expansión temporal. Digo yo.
Pero también puede suceder lo contrario: que un título de puzles tenga que construir imperiosamente una trama para que funcione en el mercado acaba llevando a, posiblemente, un desperdicio de tiempo y dinero generando una narrativa simplona que poco tiene que ofrecer y que podría haberse reducido a enumerar los niveles de los puzles. Todos coincidimos en que suele venir mejor tener algo que contar y disfrutar de una historia, pero si el punto fuerte del equipo de desarrollo es generar acertijos, caer en imposiciones creativas se convierte más en un error que un acierto.
En medio de este rompecabezas reflexivo sobre los… rompecabezas — no me matéis por el juego de palabras — aparece el videojuego al que hacen referencia estas palabras y que, por suerte, aúna de forma muy efectiva una narración interesante con puzles bien diseñados: Obduction. La premisa nos pone a los mandos de un individuo que, tras un suceso paranormal, aparece en lo que aparenta ser otro planeta o dimensión. Otras personas antes que nosotros llegaron allí antes, quizás solas, quizás en grupo, pero a día de hoy han dejado los restos de un pueblo fantasma en el terreno que aún recuerda a La Tierra y que parece incrustado en ese planeta al que hemos sido destinados. Las grabaciones holográficas de estos individuos nos guiarán con ciertos pasos básicos y nos mostrarán el trasfondo de la aventura. Estas están grabadas con actores reales e incrustadas de forma algo extraña, pero funcionan sorprendentemente bien y no desentonan con la parte gráfica del título.
Nuestro objetivo, como es evidente, es salir de ahí. Para ello requerimos de la activación de cierto número de elementos que será mejor no comentar para no entrar en spoilers. Al fin y al cabo, esto es un juego de puzles y poca gracia tendría destripar sus soluciones y las sorpresas que nos tiene preparadas, que no son pocas. La aventura es bastante más relajada y descentrada de lo que parece. Tenemos un objetivo en mente, pero los paseos serán innumerables mientras revisamos el entorno en busca de trazas del trasfondo tan interesante que nos plantea. Eso sí, no debemos pretender entender todo desde un inicio. La narrativa viene dosificada poco a poco y los puzles no son nada fáciles, por lo que será mejor dejarnos llevar con paciencia para poder ir interconectando las ideas que surjan en nuestra mente. Al ser puzles bastante toscos, puede incluso frenar un poco el ritmo narrativo, siendo esta la principal pega que podríamos sacar de la experiencia. Es bastante divertido el perdernos sin pistas que nos ayuden a dar con la solución de nada, pero si esto se alarga demasiado puede pasarse de rosca y romper un poco con la premura que podríamos tener al querer dirigirnos a algún lugar en particular.
Así que sí, nos quedaremos atascados en más de una ocasión. Los puzles son rebuscados y van desde algunas soluciones simplonas a nada que uno preste atención hasta tener que aprender un sistema numérico cuya base es diferente a diez para poder jugar en condiciones a partir de cierto momento del juego. No es complicado, pero nos exige paciencia. Si buscáis disfrutar tranquilamente de un juego con el que comeros la cabeza a base de papel y lápiz, apuntando todo lo necesario, Obduction os espera. Es más, la posibilidad de tomar capturas internas está ahí para que no tengamos que realizar notas a mano y tengamos accesibles todo lo que intuyamos que puede ser algún tipo de indicio para algún rompecabezas, evitando así una buena caminata de vuelta. El desplazamiento, de hecho, no es excesivamente rápido (si bien no se reduce a lo visto en Paradise Lost, que se hacía horriblemente tosco).
A mi juicio, la mayor traba en lo técnico no tiene que ver con el caminar. Por suerte, tenemos suficientes atajos como para que las distancias no nos abrumen. Sin embargo, los tiempos de carga son algo más molestos (incluso en un disco duro de estado sólido). Algunos de los puzles conllevan “saltos” de localización bastante impresionantes para los cuales es necesario recargar un mapa completo, algo que puede durar más de la cuenta y que puede interrumpirnos demasiado en mitad de un rompecabezas que requiere de esos saltos. Hablamos de la necesidad de encadenar 4 o 5 cambios de localización para encontrar la solución a un acertijo. Puede que incluso queramos emplear algunos más para obtener perspectiva, lo que puede, paradójicamente, facilitar que nos olvidemos de códigos, ideas o soluciones del tipo: “girar algo dos veces a la izquierda, luego una a la derecha, rodearlo y girar una vez más”. Este tipo de conclusiones serán a las que lleguemos sin apenas pistas y todo basándonos en el ensayo-error. Es por ello que esos tiempos de carga pueden hacerse más tediosos de lo esperado en un principio.
Más allá de los matices técnicos y de la sensación de estar algo perdidos en algunas secciones del título, Obduction es un excelente juego de puzles para los más hardcores de los acertijos, además de poseer una trama con sorpresas, giros de guión y un buen gancho que nos motivará a avanzar para saber qué demonios está pasando. Sí, a veces la relación trama-puzles se siente algo torpe por la elevada duración de algunos, sobre todo si nos pillan con la mente algo obtusa, pero no llega a suponer un problema. Los creadores del legendario Myst hicieron un trabajo excelente con Obduction allá por 2016 recogiendo el legado de las aventuras gráficas más clásicas y llevándolas a un entorno más “moderno”. Jugarlo solo hace desear ver de lo que serían capaces en un futuro con acceso a tecnología más avanzada que permita recrearse con cargas a mayor escala y puzles más enrevesados. Si es que eso es posible.