Bankruptcy any% Glitchless (Emerald Mine build)
Nibel se ha ido. La marcha de uno de los periodistas de videojuegos más importantes de Twitter revolvió a todos sus seguidores. El trabajo de recopilar noticias, exclusivas y rumores antes que nadie no estaba bien pagado, y así lo explicaba en su comunicado. Es un curro muy exigente y, simple y llanamente, no le compensaba con lo que ganaba en Patreon. Todo el que quería estar al corriente de la actualidad le seguía, pero apenas recibía apoyo económico, y eso refleja dos cosas: que las redes sociales son un método ridículamente eficiente a la hora de difundir información y que los periodistas no son robots. De lo segundo se ha comentado largo y tendido; hoy toca hablar de lo primero.
Elon Musk compró Twitter hace unas semanas, y su adquisición no ha dejado indiferente a nadie. Literalmente. Es imposible no haberse enterado de que el hombre más rico del mundo tiene en sus manos la dirección de la red social con difusión instantánea. Se cargó a casi toda la plantilla el primer día, incluyendo departamentos enteros como el de comunicaciones, así como proclamarse un caballero de la libertad de expresión mientras baneaba a los usuarios que se reían de él. Esto además provocó una oleada de comentarios racistas, homófobos y vejatorios por parte de sus seguidores, y al no haber un equipo que se encargase de las denuncias, los anunciantes empezaron a marcharse para no salir debajo de estos tweets. Sin embargo, lo más severo de todo es el icono de verificación. Dicho icono servía para resaltar a las cuentas oficiales de personas y entidades importantes, como actores, marcas o prensa. No era un premio ni un privilegio por ser el más guay, sino una forma de evitar la suplantación. El primer gran cambio que propuso este señor es que cualquiera podía tener el icono pagando una suscripción mensual, sin importar quien fueses.
Antes de entrar en vigor siquiera, muchas cuentas verificadas empezaron a hacerse pasar por otras, la mayoría por el mismo Elon Musk, que no dudo en suspender cuentas haciendo alarde una vez más de su amor a la libertad de expresión. El mal ambiente generado por los despidos masivos de una plataforma que se mantiene con tiritas, así como la estampida de anunciantes, empeoró aún más con el despliegue de esta funcionalidad. Aparte de problemas como no poder cambiarse el nombre o las fotos de perfil, empezaron a surgir un montón de cuentas falsas como la que tenéis en la imagen de al lado. El caso más sonado es el de una empresa farmacéutica, en la que una cuenta falsa decía que, a partir de ese día, la insulina iba a ser gratuita (en Estados Unidos se pagan cientos de dólares mensuales por dosis, diez veces más que en Europa pese a que el coste de producción es muy bajo). Los inversores de dicha empresa se asustaron y las acciones empezaron a caer en picado. Justicia poética. Sin llegar casi a las 24 horas, la suscripción ha dejado de ser accesible, y ahora las cuentas oficiales tienen otro indicador más que se ve directamente desde el tweet para suplir lo que hacía el verificado original. Todo ha salido a pedir de boca.
Si cuento toda esta movida es para el futuro. Nuestras actualidades están pensadas de cara a futuro, cosa que Twitter no va a tener. La plataforma está colapsando a un nivel impresionante porque, quitando a los seguidores de Elon, nadie le quiere ahí. Twitter era como la plaza del pueblo en la que te encuentras a todo el mundo, aunque cada uno esté a su bola. Todo se comenta y hay peleas absurdas, incluso algún que otro linchamiento. Era una plataforma que daba mucho juego para compartir opiniones y en las que tenías a todos tus artistas, periodistas y opinólogos preferidos en un mismo sitio, y eso se va a acabar. No hay un espacio alternativo en el que tener lo mismo, más allá de hacerte una cuenta de correo secundaria y suscribirte a todas las newsletters, cosa que nadie en su sano juicio va a hacer. Si eres como yo y sigues a más de mil personas estás, en una palabra, jodido. Además de esto, tener el verificado iba a significar que tus opiniones estuvieran por encima de las del resto y cargándose la timeline cronológica, así que si quieres que tus dibujos o el nuevo juego que estás desarrollando llegue a alguien tienes que pagar.
Twitter se muere, y el que lo niegue se engaña a sí mismo. En pocos meses, si no semanas, diremos adiós a una de las formas de comunicación más importantes de las últimas décadas y que en muchos casos superaba el término de “red social”. Se incentivaba lo crudo y lo burdo, pero también conocer más a los creadores de tus obras favoritas, algo que en el resto de sitios te vas a perder si no lo buscas de forma explícita. La inmediatez y el fácil acceso a la información unificados en un mismo sitio ha resultado ser una necesidad en un mundo tan cambiante, sobre todo si quieres seguir todos esos trabajos sin perderte nada; un punto de equilibrio que deja un rastro vacío mientras se desmorona. Algo acabará surgiendo que lo reemplace, por supuesto, pero hasta entonces nos queda este sentimiento nihilista por un final que no sabemos cuándo va a llegar. Y los memes, claro.