Divagaciones sobre una reciente polémica
Corría el año 1996 cuando nacieron dos sagas emblemáticas de la historia de los videojuegos. Al frente, protagonizando esas historias, estaba por un lado, Jill Valentine en Resident Evil, y por el otro, la aventurera más querida de todos los tiempos, Lara Croft en Tomb Raider. Hoy, más de veinte años después, tenemos la suerte de poder decir que esas dos mujeres no han sido las únicas protagonistas de grandes juegos que todos recordamos y amamos.
Hoy vivimos una era en la que por primera vez hay mayor diversidad, tanto de títulos grandes como pequeños, tanto de hombres como de mujeres. Podría decirse que, en este sentido, la industria atraviesa uno de sus mejores momentos. Si te gustan los videojuegos, puedes encontrar tu hueco en ellos. Pero también vivimos una época en la que la opinión de todos cuenta, en la que cada uno de nosotros tiene un altavoz en las manos, por diminuto que sea. Todos queremos hacernos notar y, por desgracia, la necesidad de quejarse está a la orden del día.
Por eso, de alguna forma que todavía me cuesta comprender, se han generado polémicas recientemente alrededor de casos que deberían estar tan normalizados como que las mujeres tomen un papel relevante en Battlefield V —hay documentación que demuestra que ellas también estuvieron en la Segunda Guerra Mundial—, o que Ellie de The Last of Us —una joven de orientación homosexual—, se bese con otra chica durante una escena.
Estamos en el año 2018 y estos tabús y barreras ya tendrían que haber sido superados hace mucho. Esta es una industria joven, mayoritariamente poblada de hombres, sí, pero… En serio, yo soy hombre y me cuesta ver dónde está el problema de casos como los citados. Hace tiempo cargábamos con el cliché de que los juegos son solo para niños, una cosa infantil —creo que tampoco hemos superado esto del todo, pero eso es otro tema—, y ahora parece estar en boca de muchos el recelo a que las mujeres tomen un mayor protagonismo, o puedan estar ahí, ya no para agradar a los hombres con su cuerpo, sino simplemente para ser y actuar como ellas quieran.
Encuentro estas quejas dañinas y sin sentido. Hagamos una retrospectiva. Por si no lo sabíais, Nintendo, hace tres décadas, en 1986, dejó ojipláticos a propios y extraños cuando se descubrió que en Metroid, la persona enfundada bajo el traje era ni más ni menos que una mujer, la mismísima Samus Aran. En 1991, Chun Li demostró en Street Fighter II —el único personaje femenino del plantel— que una mujer también puede repartir tortazos a diestro y siniestro sin ningún tipo de problema. En el 2000, Rare quiso poner al frente de su nuevo shooter en primera persona, Perfect Dark, a la habilidosa agente Joanna Dark. O en el 2003, Ubisoft dio ejemplo al crear una protagonista llena de matices y carisma como lo es Jade, de Beyond Good & Evil.
Por lo tanto, yo me pregunto: ¿por qué hoy se genera tanto revuelo con un asunto como este? ¿A qué viene la polémica? A mí me gusta la diversidad. Cuanta más mejor, pues eso significa que se puede dar pie a historias distintas y experiencias únicas. La saga Bayonetta, por poner un ejemplo, no me provoca especialmente simpatía, pero reconozco que su protagonista es inimitable, un sello de identidad original que además ofrece un hack and slash como nunca se había visto —y posee una base de fans tremenda—. Otros títulos como Mirror’s Edge, Horizon: Zero Dawn, o Hellblade: Senua’s Sacrifice, no serían lo mismo ni funcionarían igual con un hombre protagonista. ¿Y por qué son recordados…? Sí, básicamente por ellas: Faith, Aloy, Senua.
En los últimos años esos han sido algunos claros casos de la industria triple-A por demostrar que las mujeres también tienen aquí su sitio. Incluso Lara Croft ha sufrido un lavado de cara para dejar de ser esa intrépida mujer voluptuosa y pasar a ser una mucho más tridimensional y humana. Sagas como Mass Effect, Fallout, y recientemente Assassin’s Creed, quieren dar la posibilidad de que las mujeres también tengan su representación —no olvidemos tampoco Dishonored 2, o el reboot de Prey, ambos por parte de Arkane Studios—. Y algunas desarrolladoras se preocupan por crear secundarias tan brillantemente construidas como Elizabeth de BioShock Infinite, o Clementine de The Walking Dead.
Estamos dando un paso adelante, y eso se nota. Es genial. Pensadlo por un momento, que una compañía como EA salga a la palestra y de un comunicado diciendo que a quien no le gusten las mujeres en Battlefield, entonces que no compre el juego, es una autentica bestialidad. Que el mayor peso pesado que tiene Sony de cara al futuro, The Last of Us 2, inaugure su conferencia del E3 con la protagonista de su juego besándose con otra chica, y después Naughty Dog le diga a la prensa que les agrada pensar en que habrá cientos de personas que se sientan integradas al ver algo así, es maravilloso —por cierto, ya se intuía en la obra original esta orientación de Ellie, no sé porqué algunos se sorprenden ahora—.
¿De verdad hay que montar un escándalo por asuntos así? El debatir es algo saludable, sin embargo, quizá el problema es que le damos demasiada importancia a cuatro gatos. En los últimos días he visto opinar a más gente que crítica la postura de los que se quejan, que a los propios quejicas. Como decía al comienzo de estas líneas, todos tenemos un altavoz en las manos, cada uno tiene su propio derecho de opinar, por supuesto, pero entre todos debemos considerar la responsabilidad de a qué mensajes decidimos dar eco. Por fortuna, creo que por muchos escocidos que salgan de debajo de las piedras, eso ya no cambiará el rumbo que está tomando la industria. Este tren ya no hay quien lo pare. Tengo esperanzas.
Recordad, como dice la célebre frase: «Vive y deja vivir».