Kung fu de serie (ESR)B
Kumite, Dragon Attack, Death Blow, Final Fist. Todos estos nombres, que bien podrían ser de cintas de artes marciales, se barajaron en Midway antes de que alguien escribiera en una pizarra de las oficinas la palabra “Combat” y finalmente – y presumiblemente para darle un toque diferente, transgresor – decidieran cambiar la “C” por una “K” y añadirle el descriptivo “Mortal” delante. Mortal Kombat, el que sería tanto generador de expectación y asombro entre los jóvenes de la época como de controversia y estupor entre padres, políticos y medios de comunicación generalistas.
Un proyecto que comenzó a tomar forma tras las habituales desavenencias entre los creativos y la dirección, con las reticencias de los últimos a crear un juego de lucha, pensando en que no sería económicamente rentable, pero cambiando de idea gracias al rotundo éxito de Street Fighter II, que allanó el camino para este tipo de producciones, e hizo que ya no solo Midway, sino toda la industria se pusiera a lanzar clones del juego de Capcom, algunos con más variaciones de la fórmula que otros. Lo cierto es que Mortal Kombat no se limita a un mero ejercicio de copia, e incorpora las suficientes novedades visuales y jugables como para considerarlo un producto con entidad propia. Ciertamente la tiene, y esa personalidad hará que sean otros los que se fijen en el trabajo de Ed Boon y John Tobias intentando aprovecharse de su éxito, aunque en este caso los émulos del juego de Midway se moverán en el terreno de la absoluta mediocridad.
Y es que Boon y Tobías querían crear un producto diferente, y el enfoque desde un principio fue dotar al título de una capa realista, que contrastara con la estética de dibujo animado de los demás juegos de lucha de la época. De hecho, su idea inicial era que el juego fuera protagonizado por el entonces muy popular actor Jean Claude Van Damme, que ya había sido cabeza de cartel en cintas como Contacto Sangriento (Newt Arnold, 1988) o Kickboxer (Mark DiSalle/David Worth, 1989). Al final no sería posible alcanzar un acuerdo con el actor belga, que quizá considerara el trabajar en un videojuego como un proyecto menor, pero la influencia de estas películas, así como de otros largos de artes marciales, quedaría patente en el primer Mortal Kombat, iniciando una saga que con el paso de las entregas iría aglutinando una amalgama de referencias para llegar a componer una mitología tan icónica como disparatada.
Para separar al juego visualmente de lo visto hasta entonces en la escena de la lucha se optó por utilizar gráficos digitalizados para los personajes, técnica que ya había sido vista en títulos anteriores como Pit Fighter (Atari, 1990), pero que aquí sería aplicada con mayor esmero y mejores resultados. Se contrataron actores como Ho Sung Pak (Liu Kang) y Daniel Pesina (Johnny Cage) para capturar sus movimientos y los escenarios se diseñarían con la misma idea de realismo en mente, creando un todo algo sucio, tétrico, que es aun muy reconocible a día de hoy, y que provocaba ese sensación de impacto la primera vez que uno se cruzaba con la recreativa.
Es este todo, junto con el empleo de una violencia excesiva no vista hasta entonces lo que configurará la imagen de Mortal Kombat, una imagen que le debe mucho a la época en que nació, como es lógico, y a la popularidad que por entonces tenían las producciones cinematográficas de acción y artes marciales, que nos llegaban por docenas y haciendo gala de calidades de lo mas diverso, pero que sin duda marcaron una tendencia entre los jóvenes de la época. No en vano el no contar con Jean Claude Van Damme no impidió a Boon y Tobias el introducir un personaje que homenajea o parodia a “los músculos de Bruselas” en forma del fanfarrón Johnny Cage (comparten incluso iniciales), un actor que, en horas bajas, se decide a participar en el torneo mortal para demostrar a la prensa que sus técnicas marciales no son una mera farsa para la pantalla. Cage toma de Van Damme un golpe tan icónico como es el puñetazo en la entrepierna.
Y hablando de Van Damme, los dos referentes más claros de este primer Mortal Kombat parecen encontrarse en producciones de la mítica Canon protagonizadas por el belga y que he mencionado antes, como son Contacto Sangriento y Kickboxer, referentes que se verían aderezados con toques de Operación Dragon (Robert Clouse, 1973) de Bruce Lee y Golpe en la pequeña China (John Carpenter, 1986).
Contacto Sangriento narra supuestos eventos de la vida de Frank W. Dux (muy supuestos), y su participación en un torneo ilegal de lucha llamado “Kumite”. Supone uno de los primeros largometrajes protagonizados por Van Damme, que deslumbró por sus habilidades, y de él Mortal Kombat toma la trama del torneo clandestino y prácticamente sin reglas y ese uso de la violencia pragmático y alejado de formalismos. Como villano de la función nos encontramos al actor Bolo Yeung, cuya imagen de muro infranqueable y campeón invicto parecen la razón de ser de Goro, el sobrenatural príncipe de los Shokan del mundo de Midway. Un poco más de lo mismo podemos extraer de Kickboxer, que nos narra el torneo en que se embarca Kurt Sloane para vengar a su hermano, que ha quedado parapléjico a manos del brutal Tong Po. Torneos clandestinos y un imponente “jefe final”.
De golpe en la pequeña china, tomarían en Midway el toque de fantasía oriental y los diseños de determinados personajes – algunos tan reconocibles como Raiden o Shang Shung -, alejando la trama y el torneo de una mera competición terrenal de artes marciales para incluir mundos exteriores, bolas de fuego y rayos, que en posteriores iteraciones se verán amalgamados con tecnología punta y ninjas cyborg que lanzan cohetes, creando una mitología tan vasta y diversa que resulta encomiable la coherencia que han sabido darle, aunque siempre ha jugado una baza tan conveniente como es la de no tomarse en serio a sí misma. El propio juego hará de si una auto exploitation reciclando sprites hasta la saciedad (cambiando el color de los ninjas) en un sincero abrazo a sus raíces de serie B.
No podía faltar Bruce Lee a la cita, una figura tan de la cultura pop que es la cultura pop en si mismo, y que participará con diversos nombres en muchos de los juegos de lucha de la época, aquí con el alias de Liu Kang. Las referencias estéticas a Operación Dragón con esos monjes shaolin haciendo de público de los combates son también evidentes, así como a Lee y sus gritos al golpear, lo que en definitiva viene a representar toda una tradición de cintas de kung fu resumidas en un personaje.
Como epítome de una estética ya de por si llamativa solo con ver pantallas del juego tenemos la violencia, extrema e indiscriminada en este juego, pues no busca en ningún caso justificarse o sostenerse bajo algún pilar. Aquí tenemos el exceso por el exceso, y es que, como Boon dijo en alguna entrevista de la época, quisieron crear algo así como la versión MTV de Street Fighter. Los combates parecen teatrales, con unas coreografías algo lentas, que no hacen sino destacar aún más los enormes chorros de sangre (sudor en el caso de Super Nintendo) que brotan al asestar o encajar un golpe, y es que la violencia se antepone a la parte jugable y es la verdadera estrella de Mortal Kombat, con el colofón de los fatalities, que vienen a dejar claro que en un medio en que las estrellas eran Mario y Sonic, este juego había venido a romper.
Nintendo ofreció la versión “para toda la familia” del primer Mortal Kombat pero tuvo que recular en la segunda entrega
De hecho rompió tanto que las imágenes de corazones extraídos de su legítimo dueño y espinas dorsales ondeando al viento llegaron a ojos del congreso de los EEUU, y junto con el infame Night Trap (Digital Pictures, 1992), Mortal Kombat se convirtió en centro de atención en cuanto a la violencia en videojuegos se refiere y fue uno de los motivadores de la creación del organismo ESRB, cosa que ciertamente, y dejando de lado el sensacionalismo vacío que suele rodear a estas polémicas en los medios generalistas, era necesaria. Nintendo por su parte había intentado mitigar el impacto del juego eliminando la sangre y cambiando los fatalities por unos menos explícitos; lo único que consiguió fue que la versión de Mega Drive fuese la única que, con un lanzamiento en las dos plataformas de dieciséis bits, vendiese menos que su versión para Sega. En Kioto se pensaron mejor las cosas con el lanzamiento de Mortal Kombat II, que vio la luz en Super Nintendo sin recortes.
La fiebre se desató y llegó la avalancha de productos licenciados: comics, figuras de acción, dibujos animados e incluso en 1995 llegaría la película, Mortal Kombat (Paul W.S. Anderson, 1995), obra que ha envejecido mal en parte debido a un CGI que nos sorprendió en la época pero que hoy resulta especialmente pobre, pero a la que no se le puede negar el haber sido lo más respetuosa posible con el videojuego que adapta, y que de hecho cierra el circulo de película de bajo presupuesto que inspira videojuego sobre el que a su vez se hace una película de bajo presupuesto. Todo encaja, y desde luego la película de Anderson hace lo mejor que puede con el material de que dispone y consigue entretener, cosa que muchas otras adaptaciones (y no quiero mirar a nadie) no pueden decir.
Lo cierto es que Mortal Kombat se ha forjado un puesto en la historia del medio a base de desmembramientos y siempre ha parecido estar orgulloso de ello; su ultra violencia permanece a día de hoy tan exenta de cualquier atisbo moralizante como lo estaba el día que salió al mercado la primera entrega, pero sigue siendo igualmente divertida de ver, y nunca se ha pretendido más. El exceso, por el hecho de serlo, acaba resultando inocuo pero bello a su manera y esta primera entrega de Mortal Kombat quedará en la imaginería de un medio que estaba todavía en pañales cuando le hicieron un fatality.