La entereza de progresar
Empatizar con una obra no tiene por qué ser tarea fácil. Al fin y al cabo, no todos tenemos los mismos gustos y, por supuesto, el contexto puede alterar nuestra percepción. Moonglow Bay nos propone una historia con la que es difícil no sentirse medianamente identificados. Nos toca, pues, elegir un personaje al que se le plantea uno de esos retos que todos debemos superar alguna vez en la vida y para el que ninguno estamos preparados: la pérdida de alguien cercano.
A la hora de experimentar un constructo cultural, sea del formato que sea, debemos tomar una elección. Podemos acercarnos con un aire consumista, deseando más y mejor, estableciendo escalas de calidad basadas en puntuaciones, generando expectativas que la mercadotecnia ha propiciado y, en última instancia, frustrándonos enormemente si el “producto” no estaba a la altura. Pero también podemos buscar otra aproximación, una más centrada en el disfrute, en la empatía y en el dejarse llevar. Sumergirnos en diferentes proyectos donde otras personas han trabajado para transmitir no debe ser una tortura y es mucho más interesante entrar en los diferentes mundos e historias con una implicación positiva, con el ánimo de sentir. Es posible que una obra no cale dentro de nosotros, pero de poco sirve tener una actitud contraria a ella de antemano. Si queréis mi opinión — quiero entender que sí o uno de los dos anda algo perdido — suficientes inhibiciones tenemos en el día a día como para no poder desinhibirnos en nuestro ocio.
Este es el motivo por el que me dejo emocionar por las películas, por el que cada semana disfruto esperando el capítulo de mi manga favorito o por el que quiero buscar dos horas libres para sentarme delante del último videojuego que compré y poder fundirme con su entorno. Y claro, puede que ni dejándonos llevar nos guste, pero debemos intentar que la reticencia no sea nuestra actitud primordial. Muchas veces entramos en algo sin saber muy bien qué esperar. Un título de hacer fotografías como Umurangi Generation puede no gustar a mucha gente por considerarlo soso, nimio o simplón, pero en mi caso consiguió una conexión como pocas con el “yo” que se afinca en las vibes noventeras y pienso en su capacidad expresiva aún a día de hoy.
A estas alturas imagino que os preguntáis cuántas vueltas voy a darle al tema antes de hablar de Moonglow Bay, pero lo cierto es que necesitaba asentar estas ideas antes de lanzarnos a la cuestión. Básicamente porque, pese al parecido, no tenemos por delante un Animal Crossing y es muy posible que, si no nos dejamos llevar, la experiencia no sea lo esperado. ¿Qué hacer tras una pérdida? Bueno, Moonglow Bay no pretende enseñarnos cómo superarla. Al fin y al cabo no hay un camino único para ello y no estamos para dogmatizar sobre salud mental. Lo que sí pretende es mostrarnos la forma en la que lo hace nuestro protagonista. Tal vez nos sirva, tal vez no. No debemos forzar las cosas por encima de nuestras posibilidades, pero si eliminamos algunos límites del espíritu empático seguro que encontramos nuevas formas de actuar.
En la bahía de Moonglow hay mucho que hacer. El pueblo, en líneas generales, está de capa caída y la inactividad y adormecimiento de sus habitantes nos deja la tarea de remodelarlo de forma comunitaria, propiciando un sentimiento de pertenencia (del que me habéis visto hablar a menudo). Dentro de los propios videojuegos es algo que se genera fácilmente con algún lugar concreto o un asentamiento donde nos sentimos seguros, donde podemos descansar o simplemente ser nosotros mismos. Es algo que, en la vida real, tardamos en conseguir. Podemos intentar realizar activismo por ciertas causas sociales, por un barrio o una ciudad, pero la tendencia sistémica es desconectar a los grupos de personas para, precisamente, eso: eliminar el sentimiento de pertenencia a lugares que puedan prosperar en exceso. Todo este asunto es excesivamente complejo como para tratarlo solo en unos párrafos, pero sirve para darnos ideas sobre la importancia que tiene el aspecto comunitario a la hora de pasar por baches en nuestra vida. La desconexión comunitaria en el plano físico, por su parte, ha dado pie a muchos intentos de conectividad vía internet, salvando las distancias. Todo ello porque, como les pasa a los personajes de Moonglow Bay, la individualidad adormece, dejan de ver su hogar como una zona común donde convertir el pueblo en algo próspero y empiezan a verlo como “lo que nos ha tocado vivir”.
La ausencia de pertenencia difumina la actividad social, que queda relegada a un segundo plano porque, al final, todo se convierte en un “sálvese quien pueda”. Por suerte, en Moonglow Bay estamos nosotros para arreglarlo. Tomamos las riendas de nuestro antiguo barco y nos lanzamos al mar a generar un flujo próspero de pescado y otros elementos comestibles marítimos en pro de reindustrializar la bahía a unos niveles mínimos. Explorar, realizar encargos y recados, así como generar rutinas propias serán la clave para ir consiguiendo capital suficiente como para ampliar nuestro pequeño emporio pesquero. También tendremos que cocinar en minijuegos poco exigentes que nos distraerán con su escasa dificultad y su rápido manejo.
Poco a poco iremos notando cierta sensación de progreso gracias a las mejoras pasivas que iremos adquiriendo, así como veremos prosperidad en los diferentes elementos del pueblo, además de en su gente, satisfecha por nuestra iniciativa y animada a realizar avances comunitarios por su propio pie. La trama principal nos llevará a eventos especiales (algunos bastante divertidos y bonitos aprovechando el potencial del voxel art), pero muchos de nuestros momentos más relajantes pasarán por fabricar cebos, colocar trampas para langostas o simplemente pescar entre otras actividades repetitivas que debemos convertir en diarias.
Por mi parte, me hubiera gustado poder explorar el concepto de resiliencia en un videojuego sin la necesidad de pasar por un intercambio monetario como sinónimo de progreso y más con la oportunidad de gestionarlo de forma comunitaria con el resto de habitantes, pero es una concesión que puedo hacer en favor del mensaje. Moonglow Bay es un incentivo para levantarnos. No en un momento concreto, pues eso lo decidimos nosotros y no existe una regla universal para ello. Pero sí a hacerlo cuando nos sintamos preparados para ello, sea cual sea el motivo que nos ha sumido en un estado en el que no deseamos estar.