Rip & Tear... to the rhythm!
Siempre he sido bastante abierto a admitir que no soy bueno con los first person shooter. Tampoco es que sea el mayor de este género, pero sí que hay un subgénero de éste que es totalmente mi mierda: el boomer shooter. Es raro que para alguien malo para un fps, un tipo de juego en el que te tienes que mover con mayor desenfreno, estar pendiente de hasta decenas de enemigos a la vez y priorizar por sobre todo el ser agresivo sea el que más me guste cuando, paradójicamente, sea el que más cuesta arriba se me hace. Es por eso, también, que me costó tanto entender a qué público apunta exactamente Metal: Hellsinger. El juego tiene un feedback loop positivo muy marcado; si sigues el ritmo, disparando en el momento justo del beat, vas aumentando tu indicador de furia y con éste no sólo obtienes mayor puntaje, sino que además haces más daño; también, si golpeas cristales que dan vida en el momento justo te darán más vida y si mantienes un combo -sin equivocarte, no recibir daño ni dejar pasar demasiado tiempo sin matar cosas- puedes obtener más beneficios gracias a unos power ups llamados Sigilos, los cuales obtienes en distintos desafíos que ponen a prueba tu destreza en el juego. Es decir, demostrando qué tan bueno eres jugando.
Con todo esto queda más que en evidencia que entre más bueno seas en el juego, más fácil se te hará. Esto de por sí es lo más normal en los juegos; lo extraño -y ni tanto- es que, aparte de los diferentes modos de dificultad, no haya una forma de facilitarle la vida a quienes tenemos menos dedos para el piano. Está claro que Metal: Hellsinger no es un esport ni mucho menos, por lo que pedir que sea una experiencia balanceada está totalmente fuera de lugar; si tienes las habilidades y el conocimiento es perfectamente válido que el juego te dejo explotarlo y sacar mejores puntuaciones, menores tiempos, mayores combos, etc. Después de todo para eso el juego tiene un leaderboard que compara tus resultados con los de tus amigos de Steam o bien te muestra tu posición en los resultados globales. Mi punto va más hacia el tema de que el juego premie tanto el jugar bien y castigue tanto el jugar mal. Si no eres bueno para seguir el ritmo, no harás tanto daño, no conseguirás tantas recompensas y si no se te dan bien los desafíos no conseguirás Sigilos para facilitarte la vida. Resultando en que más de una vez tuve que darme de topes con muros de dificultad para superar cada nivel, especialmente para vencer al jefe final. Por eso, un juego que tiene de media una duración de cinco horas según HowLongToBeat me tomó más de diez horas completar. Si bien es cierto que vine a hablar sobre el Purgatory DLC que, aparte de nuevas canciones y una nueva arma, incluye tres trajes para la protagonista que le otorgan poderes que facilitan un poco la experiencia, estos también requieren tener cierta destreza jugando, ya que para usar sus beneficios tienes que alcanzar el máximo multiplicador de furia, es decir, mantener por más rato el ritmo matando enemigos, recargando, etc.
De repente, todo hizo clic
No fue sino hasta que comencé a jugar al modo Leviatán que pude conectar a pleno con el juego y entender cuál era el propósito de este feedback loop positivo tan marcado. El modo Leviatán es una actualización gratuita que saldrá junto al Purgatory DLC que consiste en un modo Horda de toda la vida con tintes roguelike que nos permitirá ir desbloqueando habilidades que ya teníamos en el modo Historia -ya que en Leviatán nos quitarán todo, excepto el caminar y las dos armas más básicas, eso incluye el dash y la habilidad de rematar a enemigos vulnerables- y habilidades nuevas, más vida, entre otras.
En este modo de juego fui aprendiendo lo básico primero, jugando con lo que tenía, con los enemigos más débiles en un comienzo, para ir subiendo desde ahí. Y si bien aún así me costó un montón avanzar, el sólo hecho de ir jugando partida tras partida por muy lamentable que fuesen los resultados, iba sumando puntos para desbloquear habilidades que me permitieron seguir avanzando e ir refinando mis habilidades. Los devs recomiendan que antes de empezar a jugar este modo el jugador se termine el modo Historia, pero yo instaría a quienes tengan dificultades para progresar a jugar unas cuantas partidas en Leviatán y así aprender a sacarle partido a las armas, cuándo conviene más usar sus habilidades especiales y cuándo centrarse en recuperar vida o cuándo atacar y luego retomar el modo Historia para ir alternando entre ambos según cada quien lo estime conveniente.
En el Infierno no hay lugar para los débiles
Al final, Metal: Hellsinger es una obra que te fuerza a jugar bajo sus términos. No es obligatorio que se te dé del todo bien seguir el ritmo de la música para sobrevivir, pero sí que ayuda mucho y puede influir drásticamente en el resultado de una partida. También puedes hacer como yo y centrarte en el marcador del ritmo que te dice cuándo disparar y dejar el resto de la pantalla casi de fondo; no es particularmente difícil apuntar a la mayoría de enemigos y aunque suene raro esta estrategia funciona sorprendentemente bien. Pero como sea que prefieras jugar, deberás aprender a adaptarte, ya que, después de todo, no hay viaje al infierno que sea fácil.
Esta crítica se realizó con una copia digital para Steam cedida por Best Vision PR.