Esos días han pasado
Soy de la firme creencia que en Latinoamérica las generaciones denominadas como boomer, millenial y zoomer (o generación Z si prefieren) están desfasadas al menos unos cinco años con respecto a países desarrollados, ya que estas dos últimas están muy marcadas en cuanto a qué tan accesible teníamos la tecnología desde niños. Y claro, como antes las cosas tardaban más tiempo en llegar, pues el mundo aún no estaba tan globalizado, entonces es natural que las características más supuestamente marcadas de cada generación se hayan retrasado un poco. Por lo que yo, al nacer en el año 92, más que ser un millenial tardío, sería uno que nació en la cúspide de su generación, y los zoomer más que ser de mediados de los 90s en adelante, no partirían sino hasta el nuevo milenio.
“¿A qué viene todo eso?“, se preguntarán. Aquí veníamos a saber de Mediterranea Inferno. Y sí, claro que sí. Pero tengo que dar la lata un poco antes pues es importante el contexto con el que afronté la obra de Lorenzo Redaelli, pues en esta está tan marcada la generación Z que sería un despropósito no mencionar, al menos, la distancia con la que afronté el título.
Como mencioné, me considero un millenial nacido justo a mitad de la generación. Me he codeado con gente mayor y menor, sobre todo en el trabajo y, aun así, no creo que haya hablado de tú a tú con un zoomer en la vida real, si acaso con los colegas más jóvenes de HyperHype. Pero en cuanto a cultura internauta, me siento casi totalmente desconectado, sobre todo del humor memético, que al final es un tren a toda velocidad del que si te bajas aunque sea un momento, luego ya no tienes forma de volver a subirte. También hay cosas como TikTok, que si bien yo me siento bastante a gusto con mi feed, he visto videos sueltos sobre todo compartidos en Twitter de cosas que simplemente no entiendo. Gente haciendo lip sync, bailes y challenges de cada cosa que sale día a día. Y tampoco es que los medios de entretención ayuden mucho. La gran mayoría de series y películas están escritas por gente ya mayor que retrata a la juventud como ellos creen que son. Nos pasó a los millenials con series como Gossip Girl y, asumo, les pasa ahora a los jóvenes con series como Riverdale y Élite -vaya si que odio la televisión de tanto en tanto-.
El grito de una generación
Es con todo esto, que temía que no iba a poder conectar con el trío protagónico de Mediterranea Inferno: Claudio, Andrea y Mida. Los tres son jóvenes recién saliendo de la adolescencia -la física, no la mental- que enfrentan un tremendo cambio en su desenfrenado estilo de vida tras las cuarentenas impuestas en la pandemia que azotó al mundo en 2020. Sí, esa misma de la que nos esforzamos por hacer como si no hubiera existido.
La historia trata de cómo el trío se reúne en un pequeño pueblo de Italia, en la casona del famoso abuelo de Claudio, tras años de separación, poniéndose al día en la vida de los demás y conociendo todos los cambios que han ocurrido en estas. Comenzamos la historia con Claudio, el más reservado y que se muestra como la piedra angular del grupo, en su viaje hacia la casona de su abuelo -donde el trío pasará el fin de semana- conoce a un extraño personaje que le ofrece una especie de fruto que, al comerlo, produce fuertes alucinaciones que éste denomina como Espejismos. Estos serán el centro mecánico jugable de la historia, donde tendremos que navegar psicodélicos paisajes, interactuar con entes imposibles y conversar incoherencias con personas que seguramente no han de estar ahí.
El estilo visual y auditivo de Mediterranea Inferno acompaña esta historia sobre los excesos y el abuso de sustancias a la perfección con fuertes colores en cada pantalla y música surrealista. Haciendo que el todo se sienta como una experiencia onírica en la que en ningún momento estaremos seguros qué es real y qué no. Especialmente cuando comenzamos a conocer el trasfondo de cada personaje a nivel más personal y las distintas formas que tiene cada uno de recordar las historias que comparten.
El objetivo del juego será que cada personaje viva al menos cuatro espejismos en el tiempo que transcurre en el fin de semana para alcanzar la iluminación prometida por Madama, el ente que les otorga los frutos a cambio de unos puntos que el trío acumulará dependiendo de qué actividades hagan diariamente, siendo determinante si la actividad elegida es del gusto del personaje o no. Estos puntos también se pueden gastar dentro de los mismos Espejismos en ciertos detalles que desvelan secretos o detallitos que dan más contexto a la historia o que simplemente son curiosidades que siempre terminan sumando a la experiencia.
Dilemas existenciales atemporales
Al final del día, Mediterranea Inferno pinta un retrato muy específico de la vida de tres hombres jóvenes cuyas vivencias se ven totalmente truncadas por la pandemia del Covid-19. Es un producto ineludible de su tiempo, sí. Pero la angustia, la depresión, la frustración y el desamor son cosas por las que una gran parte de nosotros hemos pasado en un momento u otro. Por esto es principalmente que logré conectar con estos jóvenes cuyas vivencias no podrían ser más ajenas a las mías. No sólo presentan algo que nos tocó vivir a todos, por muy diferentemente que nos haya impactado, sino también están tan bien escritos que podemos entender por qué es lo que pasan cada uno de ellos sin necesidad de restregárnoslo por la cara ni mucho menos.
Mediterranea Inferno funciona mejor que nunca en sus momentos más sutiles, en las escenas calmadas en las que nuestros protagonistas intercambian palabras y miradas. Y esto es algo tan difícil de encontrar en este medio que no sólo se debe atesorar y premiar cuando se encuentra, sino que además se debe aprovechar de vivir y sumergirse al máximo en las escasas ocasiones en las que se puede. Así que seamos ese cuarto miembro en el I Ragazzi del Sole y vivamos las sórdidas experiencias de sus miembros. Pero cuidado, que el dicho de que no todo lo que brilla es oro es más cierto que nunca en Mediterranea Inferno.
Esta crítica ha sido realizada con una copia para Steam cedida por Santa Ragione