Un combate incoherente con su naturaleza hero shooter
Cuando Marvel’s Guardians of the Galaxy se presentó al público el pasado 13 de junio con motivo del Square Enix Presents que la compañía nipona llevó a cabo de manera previa al E3 2021, si algo llamó la atención de propios y extraños más allá de su temprana ventana de lanzamiento (previsto para el 26 de octubre para PC, PS5, PS4, Xbox Series X | S y Xbox One) y de la excesiva extensión de una presentación que se comió medio Presents fue su planteamiento a nivel jugable. Desarrollado por Eidos-Montréal, el juego parecía beber no solo en universo de aquel irregular Marvel’s Avengers, obra del estudio hermano Crystal Dynamics, que apostó decididamente por la acción cooperativa desde el primer momento. No obstante, los canadienses se habían lanzado a la piscina con una aventura orientada al juego en solitario. Y no solo con eso: también con una aventura que, pese a estar protagonizada por un carismático y muy bien diferenciado grupo de cinco antihéroes, decidía sumir su concepto de la avataridad ante la máxima de las invidualidades.
Guardians of the Galaxy no es, pese a lo que la letra final de la primera palabra de su nombre pueda anticipar, lo que entenderíamos por un juego narrativamente plural. Lo nuevo de los padres de Shadow of the Tomb Raider y Deus Ex: Human Revolution sigue la estela configurada por Lara Croft y Adam Jensen para meternos en la piel de un único personaje, como en este caso es Star Lord, y aunque resulta difícil separar de la ecuación a Gamora, a Drax, a Rocket y a Groot, no parece que el resto de los tripulantes de la Milano vayan a ser más que acompañantes, alivios cómicos y refuerzos estratégicos en una historia que irónicamente no va mucho con ellos. Esta realidad no sería un problema por sí mismo si la aventura hubiese sido enfocada de tal forma desde el inicio de su desarrollo – o si hubiese sido correctamente reenfocada durante las inimaginables alteraciones del mismo -. Desgraciadamente, no parece que haya sido el caso.
Según una actualización en el perfil de LinkedIn del exdirector Simon Larouche (actual director, desde 2018, de un proyecto desconocido en Guerrilla Games), la nueva incursión de Marvel en el mundo del videojuego comenzó siendo una entrega con un fuerte componente multijugador, cabe asumir, con carácter cooperativo. En algún momento de su desarrollo, el cual comenzó en marzo de 2017, la idea de que varios jugadores controlasen a los diferentes guardianes de manera online acabó por cancelarse, aunque los resquicios de su fórmula hero shooter siguieron ahí, al igual que lo hizo su sistema de combate en tiempo real avengerizado y sus sistemas de progresión. Se decidió, aun así, acabar no solo con este multijugador, sino también con la posibilidad de controlar al resto del equipo, antojándose esta decisión especialmente triste si tenemos en cuenta lo bien que ha funcionado en este sentido Square Enix con sus equipos japoneses en producciones como Final Fantasy VII Remake. Y para compensarlo, se debieron de meter sistemas de decisiones a cholón. Al fin y al cabo, de eso van los juegos para un jugador, ¿no?
Aunque peque de repetitivo, me parece bien que Guardians of the Galaxy no tenga multijugador. Y hasta cierto punto, me parece bien que sea un juego única y exclusivamente protagonizado por Star Lord; que no puedas controlar al resto de la pandilla, que pasen a un segundo plano. Está bien. Pero, pese a lo complejo que pueda ser un desarrollo de esta escala, creo que cambios tan importantes como convertir una experiencia online en una completamente singleplayer se tienen que ver respaldados por cambios igualmente notables en el resto de las facetas que componen la experiencia de juego. Desarrollar un videojuego es un proceso iterativo, por capas, donde las capas superiores están directamente sustentadas por las inferiores, y donde invertir tal orden puede desembocar en una propuesta incoherente, orientada hacia un sistema de juego del que carece. Cuidad esto, Eidos – si no es demasiado tarde -, por Gamora, Drax, Rocket y Groot. Es lo mínimo que se merecen.