¿Una pachanguita?
Los spin-off de deportes de Mario se suelen tildar de sacacuartos y con razón. Son iteraciones que poco o nada suelen añadir a una formula ya establecida y perfeccionada con los años, y últimamente enfocados en despacharte rapidito el modo de Un Jugador y que saltes al multi cuanto antes. Está claro que lo que más se quiere impulsar es esa parte social y de compartir momentos con nuestros allegados. Sin embargo, esa falta de originalidad, por decirlo de alguna manera, no siempre ha sido tan acuciante; en Game Boy la serie Mario Tennis eran RPGs, nada menos. Pero por encima de todos estos juegos resaltan dos: Super Mario Strikers (aquí Mario Smash Football) y Mario Hoops 3-on-3 (Mario Slam Basketball). Lo mágico que para mí tienen estos juegos no es solo el rehacer por completo las reglas del fútbol y el baloncesto, respectivamente, sino intentar romper un poco con el tono infantil y volverse más rudo y desgarbado. El que me pilló de niño y he estado revisitando estos últimos días es Mario Slam Basketball, que si bien no supone un cambio tan radical en estilo como Strikers sigue teniendo sus peculiaridades.
Mario Slam Basketball se podría definir como baloncesto a guantazos, y como premisa ya es de por sí fascinante. Lo primero que te enseñan es cómo moverte, robar la pelota, tirar y sus múltiples variantes. Para cada ataque, una defensa y viceversa, lo que termina siendo una amalgama de fintas, regateos, puñetazos y golpes con el culo que da gusto. Siempre tienes opciones, y son más que bienvenidas en un deporte como este. Me explico: el objetivo es anotar la mayor cantidad de puntos posibles, y a más monedas que recojas, más puntos. Sin embargo, anotar no es tan sencillo como dibujar un trazo con el lápiz, ya que no tienes asegurado que la bola vaya a acabar entrando. Tienes que concentrarte quedándote parado y expuesto, o puedes pasársela a otro jugador pero estar en las mismas. Otra opción es acercarte a la canasta y rematar, pero como venga otro y te haga un tapón o lo que es peor, te golpee en mitad del salto, ya la has liado. Para defender y robar el balón puedes bloquear, saltar, hacer una fintar y golpearle desde el lado, saltar y caer de culo… Todo esto sin contar los objetos que van saliendo por el escenario, desde bombas hasta plátanos, pasando por trozos de hielo que te impedirán moverte. Es el mismo concepto de Super Smash Bros.: muchas opciones para que te diviertas su es tu primera vez y que te cueste cogerle el truco si vas a ponerte en serio. Porque sí, en el fondo eres tú el que maneja a todo el equipo. Y el contrario también.
El juego desvela su intención multijugador en el momento que te paras a pensar en la inteligencia artificial. Son tres personajes por equipo, y si tu controlas a uno y el resto están cubriendo o posicionándose no tiene sentido que venga el equipo contrario a darte una paliza. En vez de esto, la máquina actúa como si fuera otra persona, y puedes saber qué personaje está usando gracias al círculo que tendrá debajo y que parpadea cuando cambia a ese en concreto, y esto se puede explotar al igual que se explotaría contra un amigo: hay que pegarse a los que no está controlando. La máquina tarda un poco en cambiar de personaje, por lo que si quieres avanzar tendrás que pasársela a otro de los tuyos y continuar por ese lado. De esta forma se fomenta que el jugador monte sus estrategias con los personajes que elija, ya que cada uno tiene sus más y sus menos. Puedes robar el balón con un personaje fuerte, pasárselo a uno veloz para que recorra el máximo terreno posible y por último mandarla a uno ágil para que se cuele entre los adversarios y poder rematar. Si os fijáis, nada de esto es nuevo y se han visto en mil y un juegos del estilo, pero es que aquí funciona excepcionalmente bien. Todo encaja… hasta llegar a las canchas.
Hay 12 escenarios de base y cada uno introduce una mecánica propia, que incluye ralentizar a todos los jugadores por estar bajo el agua, que caigan bolas de cañón por estar en una playa con un barco pirata de fondo o que solo puedas encestar desde la distancia porque la canasta es una planta piraña. Cada escenario es único y hay que saber adaptarse: quizá en la mansión de Luigi no quieras tirar muy alto porque viene un fantasma, se lleva la pelota y a ver quien es el guapo que va a recogerla. Este es el componente más Mario Kart que tiene el juego, ya que si el jaleo venía por todos los objetos que iban apareciendo ahora el partido puede cambiar por completo porque una tragaperras saca tres Bowser Jr. y adiós puntos, y eso aunque parezca mentira está bien. Ambos juegos no están pensados desde un enfoque competitivo, y pese a que hay un gran componente de estrategia en Slam Basketball y en saber qué tienes que hacer cuándo, que te roben la pelota, consigas un caparazón y se lo lances al rival, que caiga un rayo y te aplaste un barril de forma consecutiva es tan excesivo que resulta cómico. Nadie va a tomarse en serio este juego ni debería, principalmente porque los partidos pueden llegar a hacerse algo largos y el pulgar acaba doliendo de tanto sujetar la consola de una forma un tanto forzada.
A todo esto, el juego está lleno de coleccionables ocultos y sorpresas relacionadas con Square Enix. El modo Torneo solo tiene 4 copas y una dificultad extra, y en una tarde si te lías te lo terminas. Sin embargo, al igual que con Meteos, comparte ese gusto porque siempre acabas desbloqueando algo nuevo. Hay un montón de pelotas, canchas, personajes y trajes alternativos esperando ser desbloqueados, y si bien algunos son simples como “juega en esta cancha a esta hora”, algunos son bastante retorcidos y que sin mirar una guía pueden parecer hasta aleatorios. Ese es el único momento en el que puede llegar a molestar la aleatoriedad y el caos de los partidos, puesto que puede terminar siendo una espiral de repetir, repetir y repetir, y mientras el pulgar sufriendo. Con todo, Mario Slam Basketball es un juego que apunta a la diversión (sobre todo multijugador) como prioridad principal. Las mecánicas son muy sólidas, el estilo gamberro y la banda sonora espectacular. SE comprendió a la perfección el mundo de Mario y sus amigos y lo supo encajonar en el mundo del baloncesto de la forma más alocada que se les ocurrió, y si bien la aleatoriedad puede no ser de agrado de muchos jugadores para mí es lo que más saborcillo le da.