Viva el libre albedrío
Este artículo tiene spoilers masivos de Lost Judgment y su trama. Léelo bajo tu responsabilidad.
Bienvenidos a la cruda fábula del Ryu Ga Gotoku Studio. Lost Judgment es la confirmación de una idea, la evolución de la creencia que todo vale si a cambio obtenemos justicia. Paradójicamente Yagami, el protagonista de esta historia, es el único en contra de esa visión. Este factor provoca que seamos testigos constantes de la historia, lógico si tenemos en cuenta que la primera entrega se conoció en Japón como Judge Eyes (los ojos que juzgan). En esta aventura, en el sentido más triste de la palabra, es una constante la sensación de llegar tarde a cada sitio. Esta quimera duele, crea un nudo en la garganta, y es culpable de hacer sentir los alivios cómicos como alientos vacíos.
En el debut del abogado convertido en detective vivíamos una historia de corrupción disfrazada de crimen. Este mundo, en aquella Kamurocho, la empatía era crucial para seguir respirando al final del día y abrir los ojos al principio del siguiente. En esta ya no importa nada de aquello, el barrio que tantas veces hemos recorrido es un esbozo que ni siquiera refleja la grandeza de tiempos pasados. Y Yokohama, la otra localización en la que toma lugar la historia, está todavía más infecta. Vayas por donde vayas hay desolación, tristeza y falsa justicia, esa que incluso nos lleva a empatizar con aquellos que solo buscan venganza.
Si solo escuchas a Caperucita, el lobo siempre será el malo
La historia de Lost Judgment da sus primeros pasos poniendo el foco en un caso de abuso sexual. Con cámaras, testigos e involucrados de acuerdo, todo apunta en una dirección. Pese a esto, una revelación de Akihiro Ehara, el culpable de los hechos, da un giro de 180º a la trama: el culpable del suicidio de su hijo ha sido brutalmente asesinado. En estos momentos todo toma una nueva vía, un camino hasta entonces inexplorado que pone especial atención al acoso y sus consecuencias, razón por la que tenemos que trasladarnos varios años atrás. Cuando la diversión de unos pocos causa numerosas desgracias, la sociedad empieza a actuar de forma pasiva. Se comenta qué pasa y se analiza lo que sucede, sin embargo nadie hace nada para remediarlo. Este es el caso de Jin Kuwana, el antiguo profesor del hijo de Ehara.
Tras cambiar de nombre, Kuwana empieza a hacerse conocido en los barrios bajos de Yokohama. Ganándose la fama de manitas, el ex-profesor es capaz de todo con tal de tomarse la justicia por su mano. Es todo lo contrario a Yagami, algo perceptible desde su primera puesta en escena. En esta viste una cazadora marrón y una camiseta negra, colores diametralmente opuestos a los que visten al protagonista de la historia. Con esta sutil elección el estudio nos pone las cartas sobre la mesa sin que nos demos cuenta, dejando que el jugador descubra poco a poco qué se trae entre manos un personaje tan traicionero.
Mientras Yagami utiliza la violencia como último recurso, Kuwana hace uso de esta de forma constante. Es sádico, violento y se cree por encima del bien y el mal. Para este no existe la ley ni las reglas, todo vale con tal de acabar con aquellos que acosan. Esto choca directamente con el detective de Kamurocho, alguien capaz de discernir y diferenciar incluso en las situaciones más complicadas. Este choque de ideas provoca tensión y desconfianza constante, tanto en el protagonista de la historia como en nuestra percepción como jugadores. Kuwana empata una traición tras otra, creyéndose siempre el más listo de clase. Y por esa creencia, por esa “bendita” soberbia que le hace verse como una figura dedicada a impartir justicia, muchos terminan pagando las consecuencias de sus actos. Como él mismo afirma, “la justicia de alguien siempre se cobra la vida de un tercero”.
Villanos caídos y héroes sin capa
Yoko Sawa era (importante este tiempo verbal) la profesora del aula 2-2 del instituto Seiryo. Y Yoko Sawa era, y no es, porque alguien decidió que su causa era más importante que su vida. Las triquiñuelas de Kuwana se toparon directamente con las pretensiones de Kazuki Soma. El líder de RK, un grupo conformado por ex-yakuza que son incapaces de escapar de las garras del crimen, es un personaje frío y sin sentimientos. En su papel de villano principal es capaz de infundir respeto y miedo, está tan bien construido que su única debilidad, una alergia que le lleva a tener siempre en la mano un pañuelo, es descubierta desde el primer momento.
Cuando Kuwana tejió su historia de venganza con Ehara, que no es siquiera la primera en su historial, esta topó con los intereses de Soma. Como consecuencia, otra persona que también se cree por encima del bien y el mal decidió acabar con la vida de Sawa. Y como Sawa, decenas de víctimas inocentes, personas que cesan su vida de golpe y porrazo al convertirse en simples daños colaterales. Sin embargo, la muerte de la profesora es un punto de inflexión en la historia. Este punto de no retorno es crucial para las decisiones y los actos de un Yagami dolido, desesperado y perdido. En el egoísmo de los que buscan venganza, el detective siempre aboga por dar voz a aquellos que carecen de esta. De hecho, ese espíritu inquebrantable es el que hace que sigamos intrigados por una historia que va a más.
Como el buen vino
Lost Judgment es sustancialmente más maduro que su primera entrega. Ryu ga Gotoku Studio dedica muchos de sus esfuerzos a prestar atención a los detalles. Un cordón desatado, una colilla quemándose o el reflejo de un charco son muchas de las apuestas visuales del equipo. Transmiten, lo intentan y lo consiguen, a través de un estilo más cinemático, más propio de la televisión o el cine que de los videojuegos. Intercala planos, desarrolla conversaciones trascendentes y no cae en los errores de algunos Yakuza con escenas interminables. Se toma en serio, lo suficiente como para dar espacio a momentos cómicos que, pese a no ser tan divertidos como en otros títulos, sirven para aliviar la tensión.
Aún así, cada respiro o momento de pausa se siente como un cuchillo clavándose en tu tráquea. Puedes descansar en las recreativas, vagar por los barrios del juego y descubrir historias secundarias que te mantendrán ocupado, pero esta entrega tiene una historia tan potente que, aunque te desvíes del camino, siempre lo tendrás en mente. Es la confirmación de la madurez, el paso adelante de una franquicia que, aunque está lejos de ser Yakuza, va en la dirección correcta. De hecho, se nota que la intención del estudio es no limitarse a ser una vertiente. Judgment es una opción real, un puñetazo sobre la mesa. Además, que conserve el estilo original de las aventuras de Kiryu y Majima, ese yo-contra-el-barrio que dio paso al RPG por turnos, es una declaración de intenciones.
Aceptación, evolución y maduración
La segunda entrega protagonizada por Yagami es uno de esos juegos. Esta frase, aparentemente tan sencilla, engloba mucho más de lo que predica. Es la evolución de una idea, el asentamiento de una fórmula que es capaz de ahogarte y hacerte sentir un nudo en la garganta. El bien y el mal está sujeto al libre albedrío, a la decisión del jugador de cómo afrontar los hechos de la historia. Es lineal, sigue su cauce y tiene un solo final, pero juega de forma constante con el pensamiento de los personajes. Lo que unos ven bien otros lo castigan, y lo que unos señalan otros lo justifican. Hay indecisión, choque de ideas y numerosos cambios, una metáfora de lo que la madurez supone.
Si este es el camino que va a seguir la saga, si una hipotética futura entrega volverá a apostar por una historia cruda que te haga replantearte que está bien y que está mal, tal y como lo han hecho los dos juegos de la franquicia hasta el momento, mi posición está clara: sírveme tres tazas.