El precio a pagar por una vida sin final
¿Qué es el conflicto? ¿Es algo que podemos evitar o forma parte de nuestra naturaleza?
Desde que tenemos conocimiento de nuestra existencia, el conflicto ha formado parte de la vida y de los relatos que hemos creado a lo largo de nuestra historia. Ya sean mitos de la antigua Grecia, o el último blockbuster de éxito, el conflicto es algo con lo que todos nos podemos sentir identificados. Es la pieza clave de toda obra dramática. Sin conflicto, el relato se convierte en una mera descripción que carece de motivación o significado.
Es un concepto presente en todos los aspectos de nuestra vida; en la política, las guerras, el trabajo, en una discusión con un ser querido, o entre lo que queremos ser y lo que somos. Lo que resulta más interesante, tanto de una obra como de nuestras vidas, es que sin el conflicto, no hay cambio. Ese momento de transición en el que lo que antes era, pasa a ser algo distinto, proceso normalmente precedido por una crisis. El punto en el que lo que era, ya no es vigente ni permite que las cosas sigan funcionando como lo han hecho hasta ahora.
Dentro de este paradigma, el conflicto supremo por excelencia es el que tiene lugar entre la vida y la muerte. Esta última no solo significa el final de la vida biológica de un ser vivo. Para los seres humanos, es algo que irónicamente está presente durante toda nuestra vida. Desde que nacemos, de alguna forma ya empezamos a morir, y contínuamente existe una oposición entre ambos conceptos. Pero es a partir de esa lucha constante, que brindamos significado a nuestras experiencias y a nuestra voluntad por sobrevivir. Y una vez ese ciclo llega a su fin con la muerte física de nuestro cuerpo, es a través de las emociones y el impacto que hemos dejado en otras personas, que nuestra memoria se vuelve inmortal y eterna.
Pero… ¿qué sucedería si ese final nunca llegase? ¿Si nuestro cuerpo viviese tanto o más que los recuerdos de nuestra existencia?
Lost Odyssey parte como una obra que trata de explorar y reflexionar sobre estas cuestiones. Desarrollado por el estudio japonés Mistwalker, y dirigido por Hironobu Sakaguchi, padre de Final Fantasy, el título fue una de las joyas que pasó más desapercibida en la era de Xbox 360. Un JRPG de la vieja escuela, con una jugabilidad clásica que Sakaguchi escogió para poder centrarse en experimentar y tener más libertad con la narrativa y los personajes. Además, su mundo viene acompañado del arte de Takehiko Inoue, también conocido por los mangas Slam Dunk o Vagabond, y la música del gran Nobuo Uematsu, la cual recomiendo escuchar mientras leéis este artículo.
Al ser inmortal, Kaim es uno de los pocos que sobrevive. Por eso, al volver a Uhra, el bando por el que estaba luchando, es llevado ante el consejo, que le pregunta cómo ha conseguido sobrevivir. Él, como es obvio, responde que no lo recuerda ya que ha perdido su memoria por completo. Uno de los miembros del consejo, Gongora, intenta justificarlo alegando que él mismo hechizó a Kaim con un conjuro de la inmortalidad. Finalmente, para saber qué ha ocurrido en realidad, el consejo envía a Kaim a investigar el Grand Staff. A partir de aquí da comienzo su larga aventura junto a Seth, otra inmortal que ha sobrevivido al meteoro, y Jansen, un mercenario contratado por Uhra.
A lo largo del viaje, Kaim y los otros inmortales se toparán con ciertos sitios que desencadenan memorias de su pasado, un conjunto de historias denominadas A Thousand Years of Dreams. Estos pequeños relatos, escritos por Kiyoshi Shigematsu, son el componente clave que separan al título del resto de obras que han intentado explorar el tema de la inmortalidad. Con exquisitez, nos llevan de la mano a través de las experiencias que el protagonista ha presenciado a lo largo de su vida en el mundo de los humanos. Una vida de más de 1000 años en los que ha podido conocer a distintas generaciones, ha formado parte de distintas famílias, se ha enamorado, y ha visto a personas y guerras nacer y morir.
Aunque Kaim perciba el tiempo de una forma distinta a nosotros, junto a él vemos que las memorias y las emociones que asociamos a esas vivencias son algo atemporal y que trasciende a cualquier dimensión física, incluso al tiempo. Por ejemplo, aún después de perder a uno de nuestros seres queridos, somos capaces de sentir el dolor y el recuerdo de alguien que en realidad, ya no “existe”. Lo mismo sucede con Kaim, quien arrastra en su corazón todo lo que ha vivido, tanto lo bueno como lo malo, a lo largo de más de mil años. Por eso, tampoco es de extrañar que al inicio del juego se nos presente a un protagonista más bien apático y cansado emocionalmente.
“Cuando la gente muere, simplemente se marcha. Si existe algún sitio al que una alma iría, sería a tus recuerdos. La gente que recuerdas está contigo para siempre.” – Kaim Argonar
Pero a medida que recobra la memoria, y entiende su papel en este mundo, curiosamente tanto él como nosotros empezamos a comprender un poco más la dualidad humana. Reconocemos nuestra fragilidad como algo doloroso e inevitable, y que debemos aceptar de una forma u otra. Pero también como algo que otorga valor a nuestras experiencias, y a los seres queridos que forman parte de ellas.
Todo esto cobra sentido más tarde, cuando conocemos la verdad sobre Kaim y los otros inmortales. Este grupo fue enviado al mundo de los humanos a través de la Torre de los Espejos, con el objetivo de salvar a su propio mundo. Un mundo paralelo que estaba siendo afectado por las emociones humanas, cada vez más tóxicas y caóticas. De hecho, en algunos de los libros que podemos encontrar a lo largo de la historia, incluyendo el diario de Gongora, nos enteramos de que el Grand Staff ayudó al reino de Uhra a ser más avanzado tecnológicamente que el resto. Hecho que por una parte hizo que el equilibrio del mundo de los inmortales mejorase, pero que poco después hizo que apareciesen aún más guerras, conflicto y sufrimiento en el mundo de los humanos.
Aunque los inmortales no puedan morir, nadie escapa al paso del tiempo y del sufrimiento
Del mismo modo que los humanos afrontamos nuestra realidad de múltiples formas, los inmortales también toman distintos caminos ante la misión que se les había encomendado. Por ejemplo, Kaim huye de su doloroso pasado luchando como mercenario guerra tras guerra, Gongora pretende destruir todo lo que le rodea guiado por la envidia y la codicia, y la reina Ming sacrifica su presente por el futuro del reino y su gente.Todos ellos se ven irremediablemente envueltos en uno de los conflictos intrínsecos de la humanidad, la guerra. La parte “fea” y más abominable de nuestra civilización, y de la que nunca parece que aprendamos la lección. Un tema que también se trata en Nier: Automata, y que según su creador Yoko Taro, revela lo que está “roto” en el interior de los humanos.
Lo malo suele quedar grabado en nuestra mente mucho más hondo que lo bueno. De hecho, estamos biológicamente programados para recordar y aprender de esos errores para así aumentar las posibilidades de sobrevivir en el futuro. El problema viene cuando el hecho de vivir tantos años, hace que todos esos recuerdos pesen tanto que acaban por opacar a todo lo bueno. Y es que la belleza de la vida no recae en las memorias del pasado, sino en que la vida es efímera y que lo bueno se disfruta en el presente. No es de extrañar que la mayoría de problemas emocionales de los humanos vengan dados por la actitud que tenemos ante la vida. Solemos perder de vista el “ahora” cuando huímos y somos atrapados por nuestro pasado, o sentimos miedo hacia un futuro que aún no ha sucedido.
A pesar de que todos somos conscientes de que vamos a morir, tenemos la posibilidad de seguir luchando. De hacer todo lo posible para que nuestra existencia en la tierra, y la de los que nos rodean, sea lo menos dolorosa posible. Por eso, aunque Kaim haya visto morir a muchas personas que forman parte de sus recuerdos, y sepa que todo en el mundo de los humanos tiene un final, decide luchar por el presente y el futuro de las personas que ha conocido en su aventura.
Lost Odyssey no solo narra la historia de cómo Kaim y los otros personajes empatizan y exploran lo que supone ser humano. El jugador también pasa a entenderse mejor a sí mismo. Se da cuenta de que a pesar de todos los conflictos y el dolor que existe en el mundo, siempre está en nuestra mano hacer algo para que al menos la vida de otra persona sea un poquito mejor que ayer. Los humanos podemos ser contradictorios, y llevar a cabo todo tipo de acciones que escapan a cualquier atisbo de lógica. Pero si algo nos define, es que somos capaces de luchar por alguien o algo hasta el final, aunque ello pueda suponer el fin de nuestra propia existencia. Esa es la razón por la que vivimos. La razón por la que nuestra vida es finita, pero nuestra lucha eterna.