Staluego
Google es una empresa curiosa. Si bien es uno de los grandes titanes tecnológicos cuyos tentáculos se extienden allá por donde puede, tiene una pequeña manía, y es matarlo todo. La persistencia hay que saber medirla para que sea una virtud, y allí son muy de darse cabezazos contra la pared, a ver por dónde se cuelan. Stadia era el producto perfecto para la industria del videojuego: algo que nadie había pedido, que funcionaba regular y a la que habían tirado enormes cantidades de dinero. Si bien ya existían servicios de juego en la nube, Stadia proponía un cambio más drástico: los juegos los compras en su tienda. En vez de ofrecer algo parecido a lo que da GeForce NOW, que es chutar los juegos de tus otras bibliotecas en las gráficas más potentes, lo que Google te pedía es que confiaras en ellos, que todo iba a salir bien.
Más que bien, salió como todo el mundo esperaba. La campaña de marketing fue un desastre, sin llegar a explicar claramente en qué consistía la plataforma. Es como Netflix pero no, porque tienes una suscripción, pero compras los juegos, entonces es como GamePass pero con menos títulos, pero te regalan cosas… Todo esto nos lo estaba intentando explicar un señor a través de un directo de YouTube que se caía cada dos por tres. La ironía marcó la vida de Stadia, que se iba tropezando una y otra y otra vez. Ahora puedes acceder a los juegos AAA de una forma más económica, pero solo si vives en esta lista de países y tienes muy buena conexión a internet. Sale Cyberpunk 2077 e irónicamente es la única plataforma en la que la gente lo puede jugar de forma medianamente estable. Salta la liebre de lo mal que gestionaron los contratos con los desarrolladores: decenas de personas que dejaron sus puestos de trabajo para meterse en este embrollo, que un día tu jefe te diga que todo va super bien y al siguiente recorten a gran parte de la plantilla. Todo ello sin contar la mala comunicación con los desarrolladores y los líos que tienen con las licencias.
Decir que Stadia estaba adelantada a su tiempo es autoengañarse. Su fracaso de adopción por la inmensa mayoría de la gente no se basa en una campaña de marketing mal enfocada, o en un cambio de paradigma. Lo que Stadia ha hecho es reflejar todo lo malo que tiene esta industria: nulo conocimiento de la misma, proyectos hechos deprisa y corriendo, incomprensión por los deseos de muchos y falta de cariño para los pocos. Por otro lado, tenemos juegos cancelados y juegos probablemente perdidos para siempre. Gunsport es de los pocos que han podido reflotarse, pero otros tantos desaparecerán bajo capas de licencias y derechos. En otra de esas vueltas que da la vida, Netflix y Warner no paran de cancelar series y películas, y HBO se ha quitado del medio títulos como Westworld. Ah, y si habéis intentado ver alguna vez The Office es una fiesta.
Siempre que se deja de poder acceder a un producto u obra artística el discurso pasa a ser el mismo: lo digital no dura para siempre si no está en tu disco duro y puedes usarlo cuando quieras. A los dos días volvemos a pasar por el aro, y es “inevitable” tal y como han construido el cerco. Google metió títulos exclusivos en su plataforma como forma de atracción; no caímos porque nos olíamos la tostada, pero gracioso será el día en que Valve lance un nuevo Half-Life que necesite de computación en la nube. Raro es el mes que no quitan un juego de Steam y es jugable gracias a la piratería, ahora no nos servirá ni eso, y para ejemplo Overwatch. Sumado a esto, el juego en la nube genera dilemas bastante importantes y de los que no se está hablando lo suficiente, como es el consumo de energía y la contaminación que ello conlleva (apenas se habla para el streaming de video). Stadia deja una mancha que durante muchos años será imborrable, no solo por su muerte anunciada desde el primer día, sino por el peligroso precedente que deja a lo que será el posible futuro del medio.