La Ley del Juego se modificará para incluir las cajas de botín
A principios de este mismo año, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunciaba sus intenciones de seguir el ejemplo de otros países como Bélgica o Francia y tomar medidas para regular las loot boxes, instrumento de uso cada vez más común en la industria del videojuego que ha sido objeto de polémica en innumerables ocasiones, por sus formas muchas veces abusivas y por el riesgo de adicción que suponen para la población, especialmente para las generaciones más jóvenes. A pesar de la oposición de la Asociación Española de Videojuegos, que se negó en rotundo a admitir que la cajas de botín pudieran ser consideradas un juego de azar, recientemente el actual director general de la Ordenación del Juego, Mikel Arana, en su comparecencia en la Comisión Mixta para el Estudio de los Problemas de las Adicciones del Congreso de los Diputados, ha anunciado que finalmente el Gobierno modificará la Ley del Juego para incluir las loot boxes, que pasarán a ser consideradas un juego de azar, quedando así en la misma categoría que los juegos de casino, las apuestas o las máquinas tragaperras. Si bien las cajas de botín constituyen el único sustento de muchos juegos free-to-play que, de otro modo, serían insostenibles, las mismas suponen una serie de riesgos innegables de los que se ha ido tomando más y más consciencia en los últimos tiempos, y que los diferentes medios (especializados o no) han señalado hasta la saciedad; compra impulsiva y compulsiva, con los consecuentes problemas de adicción y ludopatía que esto conlleva, además de los incidentes económicos que puedan haberse producido en algunos domicilios, pues las compras por parte de los más pequeños de la casa, generalmente, solo pueden controlarse a través de una correcta configuración de un control parental con el que los progenitores no siempre están familiarizados. Aún con esto, es posible pensar que considerar las loot boxes como un juego de azar puede repercutir negativamente en la industria del videojuego; yo opino lo contrario.
Aunque ese factor de aleatoriedad de las cajas de botín tiene un papel fundamental en conseguir que las compras in-game de un videojuego se disparen, pues si un jugador está obcecado en obtener un objeto que no puede adquirir directamente comprará cajas de forma compulsiva, lo cierto es que existen otras alternativas, más justas para el jugador/comprador y que, del mismo modo, permiten a las empresas mantener sus políticas de videojuegos sustentados por micropagos. El contenido de las loot-boxes suele, por lo general, corresponderse con cosméticos y modificaciones de aspecto (si bien también es habitual que ofrezcan ventajas a los jugadores que pagan frente a los que no, los llamados pay-to-win) que pueden ser ofrecidas al público directamente en una tienda, algo que además de resultar mucho más atractivo y menos abusivo para el comprador, incluso propiciaría una relación de confianza de los jugadores hacia las compañías desarrolladoras y distribuidoras, pues los primeros dejarían de tener la sensación de que los segundos estuvieran aprovechándose de su posición ventajosa. Además, por otra parte, el videojuego siempre ha estado en un extraño baluarte, considerado como algo más que un mero producto de entretenimiento, sí, pero que no termina de adquirir esa categorización de obra de arte. Parte importante de la culpa de que esto sea así recae en la visión generalizada que existe del medio del videojuego en la sociedad que, aunque poco a poco va dejando atrás esa mentalidad, siempre los ha catalogado como una mala influencia para los más jóvenes. Si a esto le sumamos esta serie de riesgos adheridos que han ido surgiendo con estas prácticas más recientes, podemos concluir que estas formas de financiación aunque favorezcan económicamente al medio, le hacen un flaco favor a su imagen; si el arte es puesto en entredicho, debería ser por su carácter combativo, y no por dejarse a sí mismo en evidencia incorporando formas de enriquecimiento de un capitalismo cada vez más salvaje.
Así pues, si a través de estas medidas propuestas por el Ministerio de Consumo se consigue poco a poco erradicar las loot boxes y otras prácticas abusivas, así como propulsar otras métodos de micropagos más sostenibles, paralelamente se conseguirá también dar un paso más en la andadura para ganarle un buen nombre al videojuego, y que esa categorización de noveno arte deje de ser un mero apodo cariñoso entre los simpatizantes del medio para pasar a convertirse en un título reconocido por todos.