Cuando una puerta se abre, otra se cierra
Ya hemos entrado en la nueva generación, ¿por fin? ¿Y ahora qué? ¿Qué cambia realmente? ¿Ha cambiado algo ya o tendremos que esperar? Sea como sea ya hemos dado el paso, Xbox Series X | S ya está aquí, y PlayStation 5 está a la vuelta de la esquina. PlayStation 4 y Xbox One pasan de ser los orgullosos cabezas de familia a ocupar el sitio de los abuelos, aun no tan viejos como para sentarse a mirar, aún pueden ser parte del espectáculo, pero esta recta final es una rápida cuesta abajo, y se acabará antes de darnos cuenta, o eso se supone.
La generación “sharing”
No hay duda de que los videojuegos, especialmente durante los últimos años, se han convertido en algo más que un hobby personal, y son una pasión que a muchos nos encanta compartir, comparar y mostrar. Las redes sociales se han convertido en un escaparate para la comunidad, un foro de intercambio o una arena dónde salir a matar, según la ocasión, y nos guste más o menos, en el espectáculo siempre triunfa lo nuevo y se olvida poco a poco lo viejo. A pesar de ser viejas glorias, pasan del escenario principal a la vitrina de trofeos. Un salto de generación es ilusión por lo que viene, por los nuevos juegos y formas de jugar, pero también es tristeza y melancolía por lo que queda atrás, y creo que esto es más notable cuantas más generaciones de consolas hayan pasado por tus manos. Es como si no quisiéramos que ese The Last Guardian se convierta en el viejo Super Mario Bros. que recordamos con nostalgia, como un modelo de juego que ya pertenece al pasado, uno de esos títulos que “siempre tenemos pendientes de regujar”, pero que nunca tenemos tiempo para retomar. Y ojo, porque esto no es todo malo, que un juego pase al recuerdo nostálgico general, como un cláisco o referente, es algo maravilloso, significa que fue realmente genial. Fue. Perdonen por el sentimentalismo, lo que empezó como una pieza subjetiva de actualidad, con motivo del lanzamiento de Xbox, se ha convertido en un artículo personal cargado de sentimientos.
Compartimos nuestras capturas, clips de vídeo o trofeos en redes, nos encanta compartir, y aunque sí, hay una parte de la comunidad que tiene esto como un hábito competitivo casi enfermizo, otros tantos no. Se califica a menudo, al hábito de conseguir trofeos o logros, como una competición insana y tóxica, o incluso que nos desvincula de la verdadera intención del juego, y no tiene que ser así. Esa “funcionalidad” siempre ha estado ahí, solo que antes se llamaba “Hi-Score”, y se comparaba en salones recreativos. Ahora, ese escaparate va a cambiar rápidamente, gran parte de la comunidad se mudará a las plataformas nuevas, como es natural, y los que nos quedemos en las “viejas” durante un tiempo no tardaremos en estar desfasados. Quiero volver a aclarar que se trata de algo totalmente personal, todo este texto, escrito en un momento de melancolía y falta de inspiración para escribir otra cosa. Sin embargo, es la primera vez que un cambio de generación me transmite estas cosas, y no es, ni de lejos, por el primero que paso, y tampoco significa que no disfrutara otras generaciones tanto como esta. Game Cube y PlayStation 2 me dieron muchos de los mejores momentos que recuerdo en los videojuegos, sin embargo, no me dolió tanto avanzar a la siguiente fase y dejarlas atrás. Y se me ocurre pensar que, en parte, se debe a ese componente comunitario y de compartir que ha caracterizado tanto a esta generación. Es solo que, simplemente, no quiero que ese Death Stranding que tanto me emocionó, y que siento tan cercano, pase a sentirse tan lejano de golpe.
Luces y sombras
Esta tendencia de compartir nuestro hobby tiene algo muy bueno, es obvio, creamos comunidad, con sus luces y sombras, conocemos gente, sentimos que compartimos una pasión más que nunca y enseñamos al mundo lo que hacemos. Sin embargo, también tiene su componente negativo, a mi modo de verlo, y es que es fácil empezar a sentirse fuera de onda, sentir que te quedas atrás. No deberíamos sentir eso en realidad, y todos volvemos a disfrutar al ponernos con un título antiguo. Sin embargo, a veces lo sentimos, como quien habla con unos amigos sobre una peli que aun no ha podido ir a ver.
En cuanto a lo que está por venir, soy optimista. Creo que esta generación traerá saltos impresionantes en calidad, ideas y posibilidades, que no será tan continuista como se puede temer. La generación de PS4 y Xbox One ha sembrado semillas que han empezado a germinar, y que terminarán por florecer en las nuevas consolas. El asentamiento y consolidación de la industria independiente, con las ideas frescas y valientes que conllevan, los saltos en calidad gráfica y sonora, con tecnologías como el ray-tracing o la fotogrametría, o los primeros pasos hacia las posibilidades de la realidad virtual. Son todo esfuerzos que han pavimentado un camino para seguir viviendo nuevas y maravillosas experiencias en los videojuegos, y que, estoy seguro, abrirán paso a futuras innovaciones. Puede que sea porque ha sido la generación en la que más he “profundizado” en el videojuego, tanto a nivel personal como profesional, pero siento que ha sido la que más ha permitido al medio madurar y obtener “prestigio”. La que más ha terminado de consagrar a autores especialmente talentosos, y que supone, al menos para mí, un antes y un después. Un punto de no retorno. Los videojuegos no se entendían igual en 2001, ni en 2006. Y ese escaparate social que comentaba ha fomentado, en gran medida, dicho cambio.
En fin, lo que iba a ser un artículo para dar la bienvenida a la nueva generación se ha convertido en una emotiva carta de despedida a la anterior generación, aunque a mi todavía no me toque dejarla. Aún me falta para eso. Pero no puedo dejar de agradecer a los videojuegos de esta generación todas las cosas que me han hecho vivir, las pasiones que han despertado en mí, y cómo me han hecho crecer en muchos sentidos. Durante mucho tiempo la recordaré como esa generación en la que conocí en profundidad el mundo de los souls-like, dónde pude revivir el juego que me hizo meterme en este mundo (Resident Evil 2), donde viví experiencias únicas como Death Stranding o The Last Guardian, o esperé contando cada día la secuela más esperada de mi vida (The Last of Us 2). Pero hay que pensar con optimismo, la nueva generación, sin suda, traerá experiencias igual de maravillosas.