Un pacto con el Diablo
StarCraft II es uno de los juegos más importantes de lo que llevamos de siglo. Te gusten los RTS o no, es innegable la influencia que ha tenido para asentar, por ejemplo, los esports tal y como los conocemos ahora, siendo su antecesor también un peso pesado en el género. No fue el que creó todo – ya existían competiciones de videojuegos desde los 90 -, pero es de los primeros juegos que se te vienen a la cabeza si pensamos en el plano competitivo. El juego es difícil de narices, al menos para mí, pero eso no quita que sea absolutamente entretenido. Fue parido por Blizzard allá por 2010, por lo que lleva ya una década a sus espaldas, y se ha mantenido vivo gracias a las diversas expansiones y mapas que han ido añadiendo con el tiempo. Pero StarCraft II ya no es de Blizzard, sino de Activision Blizzard, y puede que dicho así no parezca gran cosa, pero en estos últimos años ha sido notable la influencia de la primera sobre la segunda.
StarCraft II se muere, pero a fuego lento. Es algo parecido a lo que le ha ocurrido a Overwatch, solo que ha tardado mucho más. La comunidad sigue bastante activa, pero ya no es de esos pilares indispensables dentro de los e-sports, al menos de cara al gran público. El juego pasó a ser free-to-play en 2017, y aunque ha seguido recibiendo parches continuos y algunos eventos especiales parece que ha dejado de ser tan rentable. Por ello, Activision Blizzard ha realizado un comunicado informando que se acabó el nuevo contenido, que seguirán los balanceos y algún evento esporádico pero que no esperemos mucho más. Lo que ya da mala espina es la parte que dice que, gracias a esto, el equipo estará disponible para hacer otro tipo de trabajos, incluyendo dentro de la saga.
El año pasado se despidieron a más de 800 empleados de la empresa, algo llamativo teniendo en cuenta que fue el mejor año para la empresa. Hace una semana se sabía que van a cerrar las oficinas de Versalles, en Francia, con la intención de recolocar a cerca de la mitad de la plantilla en Londres, con tal mala suerte de que en Francia esa cosa llamada sindicato sí que existe, y es curioso porque ya tuvieron que compensar a sus trabajadores por intentar despedirlos de mala manera el año pasado. A esto se le suman las quejas que se produjeron en verano por parte de trabajadores de la empresa con motivo de la desigualdad salarial. Quiero recordar que el salario de Bobby Kotick, CEO de Activision Blizzard, roza los 30 millones de dólares.
No me gusta pensar mal de la gente, pero claramente van a despedir al equipo. Overwatch 2 sigue desaparecido, así como Diablo 4 y Diablo Immortal. La parte de Blizzard lleva retorciéndose de dolor desde hace años, y han sido varios los charcos de sangre que deja su estela, y ya no solo con sus juegos y sus equipos, también de cara a su público. Los fans de Blizzard llevan décadas recibiendo juegos excelentes, y ya sea porque se les ha malacostumbrado o porque saben muy bien lo que quieren, les han abandonado. Diablo Immortal fue de las primeras alertas que saltaron, y ha sido una bola de nieve masiva que ha ido creciendo sin parar gracias a movimientos como Warcraft III: Reforged, una supuesta versión mejorada del original que no solo era peor, sino que destruía por completo todo lo que había asentado el mismo. También hemos tenido perlas como la censura y los baneos si estás a favor de las protestas de Hong Kong, porque el mercado chino es muy importante y hay que agradar a papá Tencent. Blizzard hizo un pacto maldito, y ahora le toca pagar. Los despidos masivos cuando la compañía va bien no son más que otro signo de que algo no está funcionando, y es más que obvio el qué. Tampoco quiero hacer de la compañía algo que no fue, antaño también iban a por el dinero, pero al menos se preocupaban un poco en que todo estuviera bien, tanto dentro como fuera. Blizzard ya no existe, por mucho que la añoremos, pero si hay suerte y lo pedimos todos juntos, renacerá en forma de Dreamhaven.